Investigaciones arqueológicas, lingüísticas y paleogenómicas han revelado que las poblaciones humanas de Canarias tienen su origen en el norte de África. Un nuevo estudio internacional, liderado por universidades canarias, ha puesto de manifiesto que las cabras que habitan actualmente en el archipiélago son descendientes directos de los animales traídos por los primeros colonizadores.
El trabajo, publicado en la revista científica iScience, examina 52 genomas mitocondriales completos de cabras antiguas extraídas de yacimientos en todas las islas, incluyendo el islote de Lobos, así como contextos indígenas y posteriores a la conquista.
Un legado genético compartido
Los análisis realizados con carbono 14 sugieren que, excluyendo la ocupación romana del islote de Lobos entre los siglos I a.C. y I d.C., el archipiélago fue permanentemente colonizado por comunidades bereberes desde los siglos II y III d.C. Posteriormente, durante el siglo XIV, las islas fueron redescubiertas por navegantes europeos y conquistadas por la Corona de Castilla en el siglo XV. Este proceso dio inicio a una fase colonial donde la población indígena sobreviviente se mezcló con colonos europeos y otros grupos poblacionales provenientes de África y América.
Los resultados del estudio indican que los linajes genéticos de las cabras aborígenes están relacionados con aquellos de poblaciones del norte de África y Oriente Medio, confirmando un origen común con los primeros habitantes amazigh del archipiélago. Además, la investigación demuestra que estos animales mantuvieron una notable continuidad genética a lo largo del tiempo, siendo explotados por los colonos europeos tras la conquista.
Hallazgos sorprendentes en Lobos
Uno de los descubrimientos más significativos proviene del islote de Lobos, donde se identificó que las cabras consumidas por los romanos compartían el mismo ADN que las indígenas. Esto sugiere un breve solapamiento temporal entre ambas ocupaciones y plantea la posibilidad de que los animales utilizados en el taller romano de púrpura procedieran de islas cercanas.
Clara Díaz-Pérez, primera autora del estudio, explica: “El análisis genético demuestra que las cabras de Lobos y las indígenas comparten el mismo ADN mitocondrial. Es probable que los romanos obtuvieran estos animales en Fuerteventura o Lanzarote, lo cual indica un contacto directo entre ambas ocupaciones. No podemos descartar tampoco que estas cabras provinieran del norte de África debido al contacto con poblaciones costeras”.
Impacto económico y cultural
Los datos paleogenómicos también evidencian una baja diversidad genética en las cabras aborígenes, reflejando el aislamiento geográfico característico de la vida insular. La distribución de tipos de ADN mitocondriales en el archipiélago muestra linajes comunes en varias islas y otros específicos a poblaciones particulares, lo cual es coherente con una falta de migración interinsular, salvo entre Lanzarote y Fuerteventura.
Jonathan Santana, profesor de prehistoria en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y coautor del estudio, subraya que las cabras jugaron un papel crucial en la economía y vida cotidiana indígena. “Su estudio no solo aborda aspectos ganaderos; también revela cómo las comunidades indígenas canarias gestionaron recursos limitados para mantener su estabilidad”, añade.
Una adaptación resiliente
Rosa Fregel, investigadora principal en la Universidad de La Laguna, sostiene que estos animales fueron fundamentales para la adaptación humana a un entorno carente de grandes mamíferos. “Nuestro estudio demuestra que la ganadería indígena fue muy resiliente; las cabras canarias estaban especialmente bien adaptadas para vivir aquí, tanto que después de la conquista europea continuaron siendo aprovechadas durante siglos”, concluye.
El equipo investigador incluye especialistas de diversas universidades como La Laguna y Las Palmas de Gran Canaria, así como colaboradores internacionales. Fregel enfatiza la importancia local en liderar este tipo de proyectos para ampliar el conocimiento sobre los aborígenes canarios y mejorar la infraestructura científica regional. El estudio ha sido financiado por iniciativas como PALEUCOL y EXPOBIM del Ministerio de Ciencia e Innovación (ULL) y por el proyecto IsoCAN del Consejo Europeo de Investigación (ULPGC).