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Un año que se va y otro que comienza

Por José Luis Azzollini García
lunes 25 de diciembre de 2023, 06:00h

Parece que fue ayer cuando nos estábamos deseando éxito, fortuna y toda clase de parabienes en el nuevo año que estrenábamos. Un año, el 2023, que nos invitaba a ser optimistas con el devenir de la vida. ¡Siempre se es optimista en esos momentos! Cada año, nos convertimos en seres absolutamente positivos a la hora de pensar en el nuevo recorrido de trescientos sesenta y cinco días que se nos abre ante nosotros. Y, es bueno que tengamos esa predisposición, puesto que siempre llegará el tonto de turno que te chafe parte o la totalidad de lo que se comienza.

Recordemos que en la etapa estival de este pasado año, estábamos inmersos en un nuevo periodo electoral donde cada cual se llenó de esperanza pensando que el programa elegido sería el triunfador. No podía ser de otra manera, pues se iba a votar al único programa que llevaría en volandas al País, hacia el éxito social, laboral y económico. Lamentablemente, no todo el mundo pensaba igual y así llegamos una vez más al callejón, donde las salidas están marcadas con líneas muy fáciles de borrar. Sin darnos cuenta, estábamos como al principio. El resultado electoral, nos había trasladado a la casilla de partida. ¿Estarán trucados los dados? ¿Nos habremos equivocado de juego? Nada de lo uno, ni de lo otro. Simplemente, un tonto se coló en nuestros sentimientos y votamos colores. Hubiera estado muy bien, una segunda vuelta; pero no. parece que al pueblo le cuesta un mundo tomar las riendas de lo que le corresponde y prefiere poner en manos de líderes, el devenir de sus intereses. Ahora toca apechugar y pasaremos al nuevo año, viendo como los parlamentarios intentan entenderse entre todas las lenguas cooficiales; o siendo testigos de pactos con quien a nadie se le hubiera pasado por la cabeza el hacerlo; u observando como aquel humo de contenedores y coches quemados que aún tenemos en nuestra memoria, se ha ido transformando en un simple telón de un teatro donde, los actores políticos, representan la obra “La autonomía porque era mía”. En definitiva, nos devanaremos la sesera, tratando de entender que estemos ante una situación tan poco entendible, como lo pueda ser el que un presidente de gobierno, sea aupado, por manos de quien le importa tres pepitos el País que gobernará ese señor al que han levantado desde la mesa de negociación ¿Negociación? Habremos sido testigos, una vez más, de que, los mensajes mayoritarios que surgen de las urnas, no siempre son debidamente interpretados por quienes tienen que hacerlo. Muchos estábamos esperando a que el venidero 2024, sería un año, políticamente hablando, organizado en base a un programa de los puntos más importantes a desarrollar por los dos partidos mayoritariamente votados; pero parece que los” tontos útiles” han hecho acto de presencia y nos dejarán un año muy parecido al que ahora despedimos.

Ojalá me equivoque y que dicha forma errónea de pensar sea rotunda para que de una vez por todas comprenda que mi forma de ver la política está en desuso. Ya no se ha de pensar en una política donde quienes trabajan en ella, lo hagan para sus conciudadanos; sino que hemos de ver en la política a auténticas estructuras empresariales donde lo que prima es, por un lado salvar la silla de quien preside. Ahora se les llama CEO -algo así como las siglas en inglés de máximo responsable de cualquier empresa-; y por el otro, los intereses de ese mundo empresarial que hay detrás de las siglas políticas que presentan candidatura a repartirse el pastel. Lo que antes era el pueblo, seguirá jugando el mismo papel solo que, ahora, el “borreguismo” se ejecutará por convicción, pues nos habremos dejado engatusar hasta lo increíble.

En este año que ahora estamos a punto de comenzar, estaremos pendientes de ver como comenzar la dieta de adelgazamiento. Si, esa que tanto nos cuesta poner en marcha, y que la propia inercia de la economía, nos facilitará llegar al objetivo. Confiemos en no hacer bueno aquel dicho de: “ahora que había enseñado al burro a trabajar sin comer, va y se me muere”. Seremos testigos del auge del transporte público pues, usar el propio, será un poco más… como decirlo… ¿más asequible? Y en el colectivo se conocerá a gente. Nos convertiremos en expertos financieros para conseguir que, con lo que se cobra, se pueda llegar a endeudarse lo menos posible.

Sin darme cuenta, estoy convirtiendo mi artículo en un manual del buen pesimista, y no es lo normal, porque cuando se está a solo unos días de desearnos un feliz y próspero año nuevo, lo suyo es ser optimista. Claro que nadie esperaba -deseaba- que tras el periodo electoral, nuestros políticos solo fueran capaces de pensar en sus propios intereses.

Es costumbre que ante la entrada de un nuevo año, se formulen nuevas promesas para ser cumplidas en los días que acompañarán a las doce campanadas. Y, yo ya me he propuesto, aprender catalán, por si acaso el referéndum se hace en esa lengua y no entiendo bien la pregunta que se nos formule. He decidido, también, repasar todo lo que tiene que ver con la geografía política, para poder comparar lo que hemos vivido hasta la fecha, con lo que puede resultar de las negociaciones ¿negociaciones? que seguirá habiendo en los meses venideros. Porque si algo habrá en el 2024 que nos viene encima, va a ser negociación. ¿Qué me dan por el apoyo a los Presupuestos del Estado? ¿Qué ganaremos si le apoyamos en las nuevas reformas laborales que seguirán a las anteriores? ¿Cuánto ganará mi partido-grupo-región-familia-amiguetes, si votamos afirmativamente para que en el Parlamento se pueda votar por telepatía y así no tener que ir de forma presencial? ¿Y, de lo mío, qué? Muchas veces, negociación y mercadeo, suelen ir de la mano y el que más aprieta ha decidido que se llame negociación.

¡Que no! ¡Caramba!, que debo ser optimista. Así que, afirmo con convicción prusiana, que hemos dejado atrás un año medio complicado y podremos olvidarnos de las cosas a medias. A partir de ahora, no se hablará de mitades, sino de enteros. Ya la complicación será completa, pero porque así lo habremos decidido. Hay que echarle valor. Así que Propongo que los discursos del Presidente, sean todos en catalán, y que sean traducidos, únicamente al vasco; salvo cuando se trate de cosas que atañan a la seguridad nacional, que lo será en gallego. Propongo igualmente, que en este nuevo año, que se nos viene encima, cual tsunami, seamos todos optimistas desde enero a junio y el resto del año, nos volvamos pitufos y pitufas. Pero, ¡con convicción, eh! Recuerden: nada de “a medias”. ¡Todo al ciento por ciento! Este año que se nos va, ha de celebrarse de una forma especial, para que el año que entra, sepa que confiamos en él para que nos lleve hacia un bienestar social, laboral, económico y hasta saludable. Y, ¡ojito! Sin censuras… que todo se conoce, ¡eh!

Año, 2024: ¡confiamos en ti para conseguirlo! Y si te resultara difícil, acorta tu tiempo y da paso al 2025 (y dos piedras) Si un Papa y un Rey, pudieron hacerlo, seguro que tú también puedes. 2025, aunque tenga mala rima, puede que haya aprendido algo de sus antecesores y nos da alguna alegría.

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