Tewise Ortega González y José Luis Zamora Manzano destacan el carácter preventivo de las acciones contra el fuego
En un reciente artículo publicado en la plataforma de divulgación The Conversation, los docentes de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Tewise Ortega González y José Luis Zamora Manzano, analizan las medidas adoptadas por la antigua Roma para prevenir incendios. En su texto titulado “En la antigua Roma ya había bomberos y medidas de prevención de incendios”, los académicos revisan las estrategias implementadas para mitigar los riesgos asociados al fuego en una ciudad en constante expansión.
Los autores subrayan que la urbanización de Roma exigía una gestión efectiva de los peligros derivados tanto de fenómenos naturales como de accidentes, lo que evidenció una “organización propia de una estructura institucional avanzada”. Las causas potenciales de incendios eran diversas, incluyendo condiciones climáticas adversas, actos de sabotaje, vandalismo y desastres naturales, además del riesgo inherente al diseño urbano y arquitectónico, así como al uso de materiales inflamables en las edificaciones.
Medidas preventivas en la antigua Roma
A diferencia de la gestión reactiva ante inundaciones, la estrategia romana frente a los incendios fue notablemente preventiva. Según Ortega González y Zamora Manzano, se implementaron medidas que no solo buscaban evitar incidentes, sino también minimizar sus efectos. Entre estas acciones se encontraban el uso de materiales resistentes al fuego, el control público sobre depósitos de agua destinados a la extinción y recomendaciones a los ciudadanos para mantener reservas en sus hogares. Asimismo, se establecieron rondas nocturnas de vigilancia para actuar rápidamente ante cualquier incendio.
Entre otras iniciativas destacaron la demolición de edificios en riesgo de colapso y la creación de cortafuegos con personal militar conocido como ballistari. También se impusieron limitaciones sobre alturas y distancias mínimas entre edificios, lo cual era crucial debido a la alta demanda habitacional que propiciaba construcciones deficientes donde muchas personas vivían hacinadas.
El legado del gran incendio del 64 d.C.
El devastador incendio que asoló Roma en el año 64 llevó al emperador Nerón a implementar reformas urbanísticas orientadas a mejorar la seguridad. Estas incluyeron una planificación más racional con calles amplias, edificaciones más bajas y espacios abiertos utilizando materiales ignífugos. Además, se prohibieron muros compartidos y prácticas que pudieran alterar el flujo del agua; se mejoró el suministro hídrico y se exigió que cada edificio contara con su propio equipo contra incendios.
Antes del establecimiento formal del cuerpo de bomberos, durante la República Romana existían los tresviri capitales, responsables del orden público y prevención de incendios, quienes utilizaban esclavos y funcionarios entrenados. Posteriormente, Augusto organizó un cuerpo inicial compuesto por 600 esclavos estatales hacia el 22 a.e.c., que evolucionó hasta convertirse en el militia vigilum en el año 6 d.e.c., integrando mayoritariamente libertos. Sus herramientas eran similares a las actuales e incluían martillos, hachas y bombas hidráulicas portátiles como los siphos.
Declive y legado actual
A pesar del éxito inicial, este cuerpo comenzó a declinar entre los siglos IV y V debido a su ineficacia y altos costos operativos. Sus funciones fueron finalmente asumidas por el colegium fabri, un grupo equivalente a los voluntarios modernos de Protección Civil que brindaban apoyo coordinado en tareas de extinción.