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Si se va a hacer, mejor pensar en futuro

Por José Luis Azzollini García
lunes 21 de abril de 2025, 10:58h

¿Por qué será que existe tanta diferencia entre proyectar hacer y mantener cuando, lo suyo, sería el formar parte de una misma acción? Siempre que paso por delante de una obra pública, en ejecución, suelo fijarme en los carteles que anuncian quién lo ha proyectado -está bien, de cara a que se asuma la responsabilidad técnica de la obra-, quién figura como promotor -algo muy importante, para más de uno y una, de cara al voto posterior- y el costo que se prevé para el proyecto -debería ser importantísimo para toda la población, para saber cómo y en qué se invierte lo recaudado vía impuestos-. Pero lo que no veo, es quién asumirá la responsabilidad de su mantenimiento posterior. Y, ¿qué suele pasar? Pues nada que sorprenda, aunque sí que moleste muchísimo. La obra tarda en terminarse su tiempo… más el añadido. El valor inicial, poco tiene que ver con el desembolso final; aunque la foto de entrega, siempre será publicada en los diarios de mayor tirada y de la mano del departamento de prensa del organismo público de que se trate. Normalmente la empresa constructora y ganadora del concurso público, suele entregar su trabajo listo para pasar revista y la parte pública se sentirá orgullosa porque es conocedora de que la población a la que se debe, se mostrará agradecida de lo que se ha entregado. Pasado el tiempo, y no tiene que ser mucho, esa obra irá sufriendo el normal deterioro por la inclemencia del tiempo o por la falta de mantenimiento. Para entenderlo mejor, fijémonos en una rotonda cualquiera. Nada más ser entregada, la veremos con sus bordillos bien pintados y en su interior lucirá unas bonitas palmeras y un césped de un color verde que para sí lo quisieran los mejores campos de fútbol del país. Pero tras el paso de ese corto periodo de tiempo, el césped se tornará a un color ocre, fruto de no haberse mantenido la grama con los cuidados que ese tipo de planta conlleva. Los palmerales irán perdiendo el esplendor inicial y sus palmas se mostrarán algo secas y alicaídas, por no recibir el riego que demandan. ¿Qué ha podido pasar? Simplemente, no se previó el trabajo posterior de mantenimiento. Por norma, las labores de mantenimiento están dadas en concesiones administrativas a empresas externas y pocas veces parece que se prevean que las obras que se van a ejecutar debieran tener su posterior mantenimiento. Naturalmente cuando a esas empresas se les dice, normalmente a posteriori, que se encarguen del mantenimiento de esa nueva obra, surgirá la pregunta de si deberán hacerlo con el mismo presupuesto que ya tenían. Obviamente a nadie se le escapa que eso parece inviable, por lo que se deberá establecer un periodo de negociación para asumir las nuevas rotondas, calles, autopistas, arcenes, edificaciones, y un larguísimo etcétera. También podría ser que no sea así como lo he contado; en cuyo caso alguien debería explicarnos por qué lo hecho solo dura nuevo, lo que dura la foto.

Tenemos un ejemplo muy claro y reciente, en la ciudad de Santa Cruz, con el nuevo carril bici/patinete y que según se terminaba de pintar, ya se pensaba -por parte de la ciudadanía- en la llegada del futuro para eliminar lo hecho, restableciendo tanto las zonas de libre de aparcamiento, como las áreas de carga y descarga que se suprimieron con la gran idea. Por si fuera poco, en esta misma ciudad, y pensando en la necesidad de aparcamientos que se sufre -era normal después de tanta eliminación para hacer anchas aceras- ya se está cuestionando un proyecto que no dejará un rincón en todo el centro, sin que se tenga que pagar por estacionar el coche. Unos pagarán menos -este es el engodo- y otros más -el pez grande a pescar-; pero, pagar, tendremos que pagar la totalidad de los usuarios. Pagar más, además del impuesto de rodaje, claro.

Ejemplos hay muchísimos más. Pensemos en la recién estrenada zona de baños de Santa Cruz de Tenerife. Se presentó el proyecto como algo que era absolutamente necesario para conseguir el disfrute del litoral más allá de la Playa de Las Teresitas. Se ejecutó la obra y se tomaron las pertinentes fotos de su inauguración. ¿Pasó algo no esperado, una vez pasado el tiempo? Con lo público y no se sabe por qué, siempre se espera algo. Y, en este caso, no iba a ser menos. Ya gustó poco lo del mamotreto de pasarela que se instaló, pero se asumió. Lo que no parece de recibo es que transcurrido un tiempo bastante corto, ya se haya tenido que cerrar al público, por las deficiencias que ha presentado la obra (oxido en pasarelas -nadie previó que se trataba de una obra en contacto con el sol y el mar-, algas resbaladizas en la rampa de acceso para gente con necesidades de usarla -era difícil de que se pensara en eso, claro-, etc.). Y, eso sin contar con el mantenimiento diario del recinto. En definitiva, un motivo más para ver la diferencia entre hacerlo bien y hacerlo “rarito”.

En otras obras que no son nuevas, también tenemos más de lo mismo. La autovía del sur es un ejemplo vivo y constante de lo que vengo hablando. Circulamos mucho más tiempo sorteando baches y/o parches, que sobre un asfalto liso y de cómoda conducción. ¿Cuál puede ser el motivo para que esto que digo sea una triste y recurrente realidad? Seguramente hay quién se aventure a dar una respuesta pensando que se tomará por convincente, pero lo que a muchos nos llega es: simple y pura dejadez; simple y pura incapacidad para prever una reparación constante; simple y puro pasotismo de lo que sufren quienes han de pasar por esa vía, cada vez que circulan por ella; simple y puro desprecio por coste de mantenimiento de los vehículos particulares; y un largo etcétera de simplezas y purezas. El futuro, también hace acto de presencia en esas necesarias reparaciones; pero, desafortunadamente, ese futuro no se vive con la frecuencia necesaria que se demanda. ¿Será que aún no se han dado cuenta que esa vía soporta tal nivel de estrés circulatorio que no debería esperar a un futuro por mucho bombo y platillo que se le da cuando llega?

En la ciudad de La Laguna, otro ejemplo claro, existe un gran número de calles peatonalizadas que ofrece un lugar ideal para callejear. ¡Una auténtica gozada! Otra cosa es si te ves obligado a circular en coche por las calles que aun sirven de arterias para cruzar la ciudad. ¡Eso ya es otro cantar! El claqué se hace realidad al paso de los neumáticos sobre lo que alguien decidió que actuara como firme. Era más lagunero, poner adoquines en calles rodadas que el asfalto normal y naturalmente ese recurso no está preparado para soportar tanto peso, o le falta mantenimiento. Pero lo peor es que el deterioro de dichas vías y algunas peatonalizadas ya está en un nivel que, su reparación, se suplica con un fervor digno de la Semana Santa Solo falta ponerle letra, a la música que tocan las losetas de estos viarios laguneros. Me viene a la memoria, también, la queja de un amigo que vive igualmente en La Laguna sobre los contenedores de la basura que se han instalado para sustituir a los que ya han quedado obsoletos. Los anteriores, ya en muchos casos inutilizables, han sido cambiados por otros más pequeños y de peor funcionamiento que los sustituidos. Es decir, veían en el futuro una solución y lo que realmente están viendo es un motivo para pedir, que lo que vuelva, sea el pasado. ¡No sirven! ¡Son poco prácticos! Ni pensando en el futuro hay gente que solucione los problemas del presente.

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