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Recaudación Ejecutiva

Por Daniel Molini Dezotti
sábado 16 de agosto de 2025, 07:00h

Conozco un matrimonio de personas raras, por calificarlas de algún modo.

Entre los dos completan un siglo y medio de vida y, a pesar del tiempo que les pesa en las espaldas, las manos cansadas y las articulaciones que han evolucionado desde la amenaza de dolores a padecerlos, siguen trabajando.

Al socaire, supongamos que esté bien dicho socaire, de un régimen especial denominado jubilación activa, cuando les llegó el momento del retiro, siguieron trabajando, cotizando a la seguridad social la mitad de lo que les correspondería y recibiendo un 50% de la jubilación.

De este modo, y sin pausa, piensan hacerse ricos y calculan llegar a la edad de Matusalén para completar, ya con 969 años, los haberes de un ministro.

Inicié esta narración anunciando una rareza. No es común que, siendo tan distintos, ambos hubiesen optado por la misma modalidad de pensión. Ella es una persona tranquila, parece no inmutarse por nada, en cambio él es una especie de “fosforito”, se enciende con facilidad y me contó lo que voy a contar, dejándome en una situación comprometida, sin saber si reír o llorar.

Resulta que entre los dos recibieron 24 notificaciones perentorias, 12 cada uno, en la que debajo de sus nombres, apellidos y documentos, el organismo emisor de la Tesorería General de la Seguridad Social les advertía, primero a ella, luego a él, que estaban incursos en una providencia de apremio.

24 apremios, con 24 identificadores diferentes, que debían ser pagados antes de una fecha determinada.

Según me relató, y yo suelo creerle porque le conozco bien, que en el momento de recibir las notificaciones, a las 6 de la mañana, se le disparó el cortisol.

El corazón le comenzó a latir raro, como si fuera a darle una arritmia por apremio inminente.

Rogando a los santos que protegen a los impotentes, para que el mal no fuese a mayores, esperó, ansioso, la hora de apertura de la Oficina de Recaudación Ejecutiva de la Seguridad Social, subiendo y bajando por la calle Ruiz de Padrón.

Cuando la Administración 1 abrió sus puertas, ya sabía, porque había leído los carteles, que no estaba permitida la entrada de animales de compañía al recinto.

Accedió con cuidado, se sabía en territorio del Ministerio de Seguridad Social, Inclusión y Migraciones.

Un vigilante le preguntó a lo que iba, se lo dijo, le preguntó si era el interesado, se lo dijo, le ordenó que subiera esas escaleras y esperara en la primera planta, obedeció.

Podía ver el escritorio que ocupaba una señora, señalado con un letrero hipertensivo; “Jefe de Liquidación Ejecutiva."

“¡Pase!”, ordenó la funcionaria,, y acto seguido, el jubilado activo le mostró una de las 24 notificaciones.
La responsable concluyó rápidamente que el culpable no era la SS, que cada mes recauda mediante domiciliaciones religiosamente abonadas, sino el reclamante, o sea, usted.

"Mire, el día 1 de abril rechazó una notificación advirtiendo que, según la orden ministerial o real decreto, necesitaba actualizar las cuotas, ¿no se lo dijo su asesor cuando pagó el IRPF? Nosotros no lo hacemos automáticamente, tiene que hacerlo cada mes, ahora deberá pagar el año completo, con los intereses de mora correspondientes.”

El apremiado explicó que no podía imprimir 24 papeles de 19 euros cada uno, que por favor le hiciera un recibo que lo abonaba allí mismo, porque con Internet era imposible.

No podía, “”para empezar tiene que venir su esposa, y luego pagar en un banco, Cuando lo haga, después de 12 días dejará de ser deudor, una vez hecha la conciliación y la podamos certificar.”

El “fosforito” veterano consiguió ahorrar el desplazamiento a su compañera, porque tenía un poder que fue leído renglón por renglón, ¿buscando posibles vulnerabilidades?, ¿nuevas trabas burocráticas?, ¿alumbradores de fastidio?

Mientras la representante ministerial leía el documento del notario, el anciano se encendió con un discurso balbuceante, en el que aseguraba ser un buen ciudadano, que no era normal el trato de los gobernantes, que la prepotencia de los que estaban detrás de las normas era insoportable, que la discriminación entre quienes se sentían fuertes y los debiluchos, o la población en general, era un disparate insoportable.

La liquidadora ejecutiva no lo miraba, atenta a las teclas del ordenador para imprimir finalmente, en plan “lo hago porque lo hago, no porque lo tenga que hacer”, 2 en vez de 24 documentos de ingreso, advirtiendo atenta precaución, ya que volvería a recibir otra notificación actualizando las mensualidades, de acuerdo a IRPF del año 2024 y que, cuando las recibiera, las abriera, que para eso estaban las notificaciones, para abrirlas, aunque no se recibiesen.

Con la razón quitada, el jubilado activo le espetó algo que le salió de las vísceras: “Le voy a confesar algo: ¡me siento profundamente desgraciado!”.

Y la ejecutora, curiosa, con desgano, como si no hubiese entendido nada, con el interés de los funcionarios que se centran solamente en las funciones, le preguntó: "¿por qué?"

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