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A mitad de agosto

Por Julio Fajardo Sánchez
jueves 14 de agosto de 2025, 23:43h

No estoy de vacaciones. ¿A dónde iba a ir que esté mejor que aquí? ¿Qué haría en las esperas de los aviones o los trenes? ¿Por qué tengo que cambiarme de lugar? Lo mejor de los viajes es contarlo luego. Cada uno ve una cosa distinta y ninguno de los relatos del mismo sitio son iguales. No estoy de vacaciones.

Ayer cogí un avión para ir a comer con mi hijo. El vuelo fue bueno. Regresé por la tarde y a las 9 ya estaba en casa. El cielo estaba sucio de calima, pero esto no es culpa del cambio climático. Es que estamos al lado del Sáhara y ahí se levantan nubes de polvo de arena y todo se vuelve amarillo. Dicen que esa nube viaja a las selvas amazónicas y eso les sirve como nutrientes. Ayer no se veía nada claro.

No me atrevo a hablar de incendios. El fuego está muy politizado y el personal anda nervioso. Prefiero las cosas normales. Pero qué hay normal. Por ejemplo, me tocó una chica con auriculares en el asiento de al lado. En el avión había muchos niños y la azafata repartió unas láminas para colorear y unos lápices de colores. Eso que llamamos creyones. Yo tengo dos cajas de dos pisos y ya no los uso porque no veo.

En los aeropuertos se camina mucho. Primero paso el control de seguridad. Le señalo al seguritas mi cadera que va a pitar por la prótesis. Se pone los guantes, extiendo los brazos y empieza el chequeo. Es poco intenso, muy profesional y sin propasarse. Luego vuelvo a ponerme el cinturón y el reloj y empiezo a andar hasta el otro extremo para embarcar. Paso por un laberinto de tiendas donde nadie compra. No sé dónde está el negocio. Venden lo mismo en todas partes: perfumes, tabaco y bebidas alcohólicas. Doy más vueltas que en Ikea y por fin salgo del recinto. Una señora ha puesto un triángulo amarillo a la puerta del baño advirtiendo del peligro de resbalar. En Las Palmas se dice "rembalar", pero creo que quiere decir otra cosa. Este fue el itinerario para comer una paella. Mi hijo está muy bien y verlo y estar con él es la mayor alegría que puedo disfrutar.

Es 15 y se celebra la fiesta de la virgen. Queda medio mes para que se acabe este agosto y volvamos a lo de siempre. Por estas fechas ya empezaba a notar el deseo de que empezara el curso. Cosas nuevas. Ahora no espero novedades. Solo seguir corrigiendo cosas que tengo a la mitad. Tengo tanto que leer que no puedo hacer caso de las recomendaciones. No voy a hacer como algunos que conozco que se leen el resumen de la contraportada de lo que publica, o las reseñas de Babelia, que ahora hace Andrea Aguilar, la hija de mi querida amiga Juby Bustamante.

Me llamaron de Canal Sur para hacerme una entrevista sobre el vesre que ya no se habla en La Laguna. Creo que alguien ha escrito una tesis doctoral sobre eso. Se empieza por ahí y se acaba con un reconocimiento de la UNESCO. Quizá cuentas un par de mentiras y te hacen hijo predilecto. En fin, que no estoy de vacaciones siguiendo la regla de que están sobrevaloradas, pero no paro. Si te paras te comen.

Se ha muerto Fernando Senante. Buena gente. Era joven, pero se los llevan igual. La vida no es otra cosa que intentar agradar y que no te agredan. Dicen que para durar hay que beber mucha agua y protestar. Protestar es algo a lo que todos tenemos derecho, el mismo que tienen algunos para excluirte. Ayer en la comida hablaron de un escritor de moda y yo dije que se me atraganta, que no puedo con él. Me sentí como el que declara una herejía. No importa, tengo que aprender a no recomendar a nadie. Es muy personal. Formé parte de un jurado para un premio de novela y me costó trabajo ponerme de acuerdo con el resto de los miembros. No todos pensamos igual y a veces eso no se respeta. No me llamaron más. Debe ser que estoy fuera de los algoritmos.

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