¿Quién no recuerda el olor de los libros nuevos con los que comenzaba el curso cuando los ojeábamos por primera vez mientras nuestras madres los forraban como si nos tuvieran que durar toda la vida? Un libro nuevo era la señal de que el mundo se abría delante de nuestra mirada y se convertía en el augurio en casa de lo que íbamos a trabajar en clase durante el curso. Nuevos los libros, las libretas, los lápices y, en el mejor de los casos, nueva la mochila. Nuevos los tenis, y alguna prenda de ropa que bautizaba septiembre como tiempo para estrenar.
Olor a cierto derivado del petróleo que no sabíamos muy bien si era la tinta o la maquinaria del barco en el que había sido transportado. Estrenar el curso era estrenar libros. Alguna vez nos lo prestaba algún primo mayor o algún vecino, pero no era lo mismo. La experiencia de oler por primera vez las páginas que nadie antes había abierto era una experiencia extraordinaria.
Los libros de texto como herramienta didáctica fue el objeto de análisis de un Congreso celebrado en la Universidad de Santiago de Chile y organizado por IARTEM, una asociación docente que busca la investigación y la propuesta docente en torno a este recurso pedagógico. Allí se analizaron dimensiones didácticas, económicas y políticas del libro de texto en la historia y en el presente de Iberoamérica. Pero la experiencia emocional que se genera en el alumnado que huele por primera vez un libro nuevo no fue abordada. Tal vez sea un aspecto tan romántico y fruto de una añoranza personal que no tenga lugar en un evento académico de aquella altura. Pero la forma cómo los discentes toman en sus manos esta herramienta de aprendizaje no es algo tan nimio que no merezca un comentario.
Los libros son como los barcos de transporte de mercancías en los que nos llegan los contenidos y conocimientos hasta el puerto de nuestro pupitre. Son los barcos de pasajeros en los que nos podemos embarcar para ir en busca de países, historias, y planetas en los que desarrollar nuestra imaginación de la mano de los conocimientos científicos. Los libros son como los pequeños barcos de pesca en los que lograr sacar de un mar infinito aquellos conocimientos básicos de los que alimentar nuestros conocimientos. Con un libro nos introducimos en el océano infinito del mundo. Por eso hay que leer el mundo a la vez que leemos un texto de clase. Y el libro de texto nos ofrece la oportunidad de verificar si nuestra lectura es la adecuada y de enriquecerla con datos que nos harán leer mejor el libro de la naturaleza, de la cultura y de la ciencia.
Un libro es como un remo que colocan en nuestras manos y nos ofrece la posibilidad de dirigir nuestro esfuerzo. Nos movemos moviendo sus páginas como el barquero se mueve moviendo el remo. Hay libros de remo y libros fuerabordas. Los hay con un caballaje tan potente que debemos tener paciencia para encender su motor. A veces nos mareamos por la altura y movimiento de las olas, pero si tenemos paciencia, siempre aparece un puerto cercano en el que atracar y descubrir la hermosura de los mares atravesados.
Al final, después de tantos libros y tantos olores, uno descubre que solo posee control sobre una gota en un océano infinito y agradece aquel olor a nuevo que no se borrará nunca de la memoria sensitiva que guardamos en nuestro inconsciente.