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A vueltas con una espada de Bolívar

Por Miquel Pascual Aguiló
viernes 12 de agosto de 2022, 05:00h

“A veces uno sabe de qué lado estar, simplemente viendo quiénes están al otro lado” (Leonard Cohen.- 1934 – 2016).

No es la primera vez que se desata la polémica con una espada de Simón Bolívar en Colombia. Como la desatada por el hecho de que Felipe VI permaneciera sentado ante una de las espadas de Simón Bolívar durante la toma de posesión de Gustavo Petro como presidente de Colombia.

El Rey, al igual que otros invitados extranjeros al paso de la espada, permaneció sentado, ya que la reliquia, a pesar de su carácter simbólico, no representa al Estado, como la bandera, el himno o el escudo. Resulta que Felipe VI cumplió con el protocolo, ya que "la espada de Bolívar no es símbolo oficial”, según los expertos.

Así lo explica Érika Rodríguez Pinzón, doctora en Relaciones Internacionales e investigadora del Instituto Complutense de Estudios Internacionales: “Como colombiana, yo no sabría si debo ponerme en pie ante la espada de Bolívar, porque no es un símbolo oficial de mi país”.

Una espada, sea la que sea, en primer lugar, no tiene ningún pronunciamiento protocolario, porque es un instrumento que en todo caso representa a su poseedor, nunca a un país; y, en segundo lugar, pero no menos importante, se debería examinar bien la espada, no fuera que la que pasearon llevara impreso un 'Made in China' después de que la robara, entre otros, el ahora presidente de Colombia cuando era miembro del M-19.

El robo de una de las espadas de Simón Bolívar fue una acción de la guerrilla colombiana Movimiento 19 de abril (M-19), el día 17 de enero del año 1974. Lograron sustraerla de la casa-museo Quinta de Bolívar, en la ciudad de Bogotá. Luego pasó por un prostíbulo, viajó de un país a otro, fue enterrada, y estuvo fuera de control durante años.

Existen serias dudas sobre la originalidad de las seis espadas de Bolívar (las que los registros oficiales dan por buenas), ya que la mayoría de los historiadores aseguran que es imposible determinar si pertenecieron realmente o no al conocido como el 'Libertador de América'. Sin embargo, su sola presencia fascina a Gustavo Francisco Petro Urrego, a los independentistas catalanes y a la izquierda bolivariana, que la consideran (a cada una de las espadas) un símbolo de la independencia de Colombia frente España.

Para la izquierda colombiana, la reliquia no es un símbolo de la lucha del siglo XIX de los llamados libertadores contra los realistas, sino el símbolo de las luchas de la izquierda hispanoamericana contra su propia oligarquía. La reliquia histórica ha sido objeto de disputa entre la derecha y la izquierda colombianas, y es en este contexto en el que debe colocarse la primera orden de Gustavo Petro, la de apropiarse desde el principio de su mandato del referente histórico.

Simón Bolivar es el producto de un bulo que tuvo el éxito de conseguir virtudes de las que carecía y agrandar su imagen de macho. Pudo ser un civil dotado para el uso de la estrategia, pero, en lo estrictamente militar, su formación fue simplemente básica, y la instrucción teórica, bastante justa. En honor a la verdad, era un soldado del montón con ínfulas de grandeza y sin hechos contrastables que acompañen sus pretensiones de llevar galones y sus ínfulas de dictadorzuelo de república bananera. Y, también, un cobarde traidor, tres veces traidor, traidor a España (su patria), traidor a la causa independentista y traidor a su comandante.

Fue de una crueldad legendaria, y de caballero solo tenía las aspiraciones que jamás le fueron condescendidas por los españoles durante su estancia en la península, pues no era un militar muy ejemplar.

Las edulcoradas biografías oficiales, para consumo de sus fanáticos adoradores, de tamaño traidor obvian decir que la financiación de la sublevación de los virreinatos salía de los bolsillos de los ingleses, que tenían fuertes intereses en la zona; es más, hay una famosa declaración en la que Bolívar pretendía ceder a Inglaterra las provincias de Nicaragua y Panamá a cambio de 30.000 fusiles y una veintena de fragatas de última generación y, más tarde, entregar la entera nación venezolana a los británicos a cambio de la 'augusta' protección del soberano inglés.

Apenas pudo disimular su aversión por la población indígena de la región. En una correspondencia con los británicos cuando ya había concluido la guerra contra los realistas, escribió: “De todos los países, es tal vez Sudamérica el menos apropósito para los gobiernos republicanos, porque su población la forman indios y negros, más ignorantes que la raza vil de los españoles, de la que acabamos de emanciparnos”.

Paradojas de la vida, acogido en la casa del hacendado español Joaquín de Mier y Benítez, falleció arrepentido de haber liberado a estas naciones; tanto, que pidió que estas naciones se convirtieran en un protectorado británico: “Entreguémonos en cuerpo y alma a los ingleses… No podemos existir aislados ni reunidos en federación, sino con el beneplácito de los ingleses… Toda América junta no vale una Armada Británica”, escribió en una carta dirigida a Francisco de Paula Santander, en el año 1826.

Para nadie es un secreto que esta arma se convirtió en un símbolo del Movimiento 19 de Abril (M-19), grupo guerrillero al que perteneció el jefe de Estado en sus años de juventud. Y es también un símbolo que ahora uno de los que robó la espada sea presidente y la luzca en su toma de posesión. ¿Capisci?.

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