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A corre tras B, y al revés

Por Julio Fajardo Sánchez
viernes 04 de abril de 2025, 11:58h

Los empresarios siempre han intentado influir en la política. A veces no les queda más remedio. Por eso algunos han tenido la tentación de hacerse políticos y así evitar la intermediación con el poder para convertirse ellos mismos en el poder, o, dicho de otra manera, aumentar el que ya tienen. Esta es una de las servidumbres de la democracia. En este juego de tensiones se tiende a la ruptura de los equilibrios, aunque todo se puede recomponer a través de la llamada regeneración. Las influencias en el sistema son inevitables y se llega hasta el intento de controlar a los mecanismos de garantía y control, como son los medios de comunicación y los tribunales de justicia. Ninguno de estos observa un comportamiento deontológico que los haga fiables. Al final, siempre hay una empresa detrás que ejerce su poder para cambiarlo todo.

Trump es un ejemplo de que esto existe, pero no es el único. Se le acusa de no respetar las reglas que han venido rigiendo hasta ahora, pero quién lo hace, quién ostenta el currículum de limpieza suficiente para exigir otra cosa. En Las minas del rey Salomón, el cazador Allan Quatermain le pregunta a su guía a qué juegan los miembros de la tribu que corren alocadamente en el espacio que hay en medio del poblado. A corre tras B, B corre tras C, C corre tras D, y al revés. Es una forma de decir que todos se persiguen a todos en una especie de desorden desordenado que, no obstante, obedece a unas reglas. No me gustan los rollos técnicos para analizar las cosas que ocurren a mi alrededor. Prefiero unas pocas imágenes desparramadas, que son de las que siempre se sirve un escritor para retratar una situación.

Hasta ahora he entendido que lo que hace progresar a una nación es la confianza y la seguridad, el saber que existe un equilibrio que impida caer en una debacle sin posibilidad de recuperación. Los ciudadanos valoran estas condiciones muy por encima de cualesquiera otras, porque consideran que son imprescindibles para la vida, porque son los avales para la convivencia con aquello que le es coincidente y con lo que no. Vivimos un mundo sectorizado que cada vez se aleja más de estas obligaciones tan necesarias. Lo peor es que alguien piensa que tensionar el ambiente y provocar la polarización le viene bien.

Donald Trump representa el acceso del empresariado a la política, por eso se rodea de millonarios como él. Pero tiene una cosa a su favor: si nota que pierde es capaz de rectificar, como haría otro que pertenezca a su gremio. No tiene una ideología que le impida recorrer el camino en sentido inverso. La democracia ha llegado al límite de sus riesgos permitiendo que personajes como éste nos gobiernen, pero lo cierto es que la misma situación se repite en todos los ámbitos. Estamos ante el juego de los habitantes de la tribu africana de Las minas del rey Salomón. Todos contra todos en una especie de pilla pilla sin reglamento.

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