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El sentido de la vida

Por Daniel Molini Dezotti
sábado 30 de diciembre de 2023, 06:13h

El texto, escrito por Javier, de doce años, para cumplimentar una tarea solicitada en su clase de lengua valenciana, comenzaba con una pregunta, que para entender mejor necesitó traducción.

“¿Cuál es el sentido de la vida? Esto es lo que se preguntó Zoe, una niña muy curiosa de Castellón de la Plana.”

El estudiante, inspirado, continuaba con la redacción: “Zoe vivía con sus padres y su hermano Martí, en un bonito piso en el centro de Castellón”. Luego, sin solución de continuidad, apenas un par de puntos, seguidos, continuaba describiéndola; “... cabellos lisos y desiguales, de color negro, oscuros como el petróleo y ojos especiales, con una enfermedad llamada "heterocromía" que hacía que no fueran del mismo color. Mientras que el derecho era verde como la esmeralda, el izquierdo se mostraba azul, con un toque grisáceo, como el cielo después de una tempestad...”

Abundando en el aspecto de Zoe, el jovencísimo escritor concluía -explicando las razones- que los niños del colegio la insultaban, pero como era ella muy madura, nada le afectaba.

“Su madre decía que tenía un aspecto muy informal, con esa ropa desgastada, pero Zoe respondía con una sonrisa, que le gustaba destacar del resto de la gente, vestida con chaquetas y corbatas aburridísimas.”

“... había nacido con una amabilidad, consideración e inteligencia excepcionales. Siempre que alguien necesitaba ayuda o tenía dudas sobre algo, ella se ofrecía para resolver los problemas, pero un día se produjo una duda que no pudo solucionar.

Era viernes por la noche y, como todos los días, Zoe estaba seleccionando el libro que leería a su hermano pequeño, Martí. Le llamó la atención uno por su título original: "El sentido de la vida", pero antes de que Zoe pudiera empezar a leer, Martí le hizo una pregunta muy interesante: “Hermanita, ¿y cuál es el sentido de la vida?

- Martí, el sentido de la vida es… Zoe no terminó la frase. Ella no se había dado cuenta, pero, en realidad, no tenía una respuesta para esa pregunta. De repente, una lluvia de pensamientos se abrió paso dentro de su mente. ¿Cómo era posible que no tuviera la respuesta de esa importante duda?”

Por supuesto, a partir de ese momento la vida de Zoe cambió radicalmente, no estaba tranquila sin saber el objetivo de su existencia. Necesitaba encontrar la respuesta, y lo primero que hizo fue consultarlo con sus mayores, concretamente con su padre, que estaba haciendo el desayuno y no terminaba de entender la preocupación de la hija.

No le convenció, a pesar de ser bonito, aquello que decía su padre acerca de formar una familia, así que, como tenía un fin de semana por delante, decidió averiguar en otros lugares, con otros protagonistas. Tropezó con hormigas que le explicaron sus motivaciones –a los doce años todavía a las hormigas se les permiten discurrir- luego y ya en la playa, que estaba desierta, “... divisó una silueta sobrevolando el cielo, un paracaidista, persona que no tiene miedo a las alturas y que es valiente. Le pareció un buen objetivo para preguntarle. Cuando aterrizó sobre la arena, Zoe, sin ningún tipo de vergüenza hacia los desconocidos, le dijo: -Buenos días, señor paracaidista, ¿me podría decir cuál es el sentido de la vida para usted? Es que estoy recogiendo opiniones de todo el mundo para resolver algo que tengo.”

El hombre, entendiendo la profundidad de la pregunta, respondió con generalidades: "La mayoría de la gente tendrá muchos retos y aspiraciones. Pero para mí, sencillamente, es gozarla a tu manera cada segundo, minuto y hora al máximo. Si no, ¿por qué crees que me hice paracaidista?”

Tampoco la convenció, en absoluto, así que como debía ir al hospital para una revisión anual, lo consultaría con su doctora, Maya, que entre otras cosas le explicó que su sentido era ayudar a los demás.

“Por el camino a su casa, Zoe se hizo un lío en su cabeza. Muchas personas le habían dado su opinión, pero no se había aclarado en absoluto. Estaba muy decepcionada por no haber encontrado la respuesta definitiva. Pero, de repente, después de ese lío, todo se aclaró en su mente, como un puzle mental. Se dio cuenta de que el sentido de la vida es vivirla a tu modo.

Para su padre, era formar una gran familia, para las pobres hormiguitas, consegujir comida para sobrevivir, para el paracaidista, disfrutar al máximo y para Maya, ayudar a la gente.

Y ahora Zoe os pregunta: para vosotros, ¿cuál es el sentido de la vida?”

Me gustó mucho la conclusión sin final, cuestionando, también el resto de la lectura. Por eso escribí una crítica breve, a la madre del autor, para que se la transmitiese al niño, un crío que todavía no accedió al teléfono móvil, por eso lee, por eso escribe.

“Buenas tardes, N., he estado viendo el cuento de Javier y me ha encantado, dile que tiene una pluma privilegiada, y que lo que está haciendo para desarrollarla demuestra que va por buen camino. Si tuviese que ponerle una nota a su escrito, no dudaría: sobresaliente con mención de honor.

Pero la calificación no es lo importante, lo que tiene trascendencia es luchar, interesarse, investigar, trabajar, para ver si después de los empeños consigue encontrar el sentido de su vida.

A veces se tarda, que no desespere. Un beso gordo de parte de un viejo gruñón que sigue buscando sentidos, porque en la vida no hay solo uno. Pero eso todavía tendrá que descubrirlo.”

El chaval, que me conoce bien y sabiendo que pronto nos veríamos, me planteó un reto: “Un texto o artículo que trate sobre el sentido de la vida y una argumentación sobre lo que significa para ti. Tiene que estar muy bien razonado para que pueda convencerme tu sentido de la vida.”

Y así estoy ahora mismo, dándole vueltas aL asunto para ver si lo encuentro, sí, al sentido, ¡tiempo he tenido!

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