El informe de 37 páginas elaborado por cinco profesores de derecho tiene como objetivo “establecer las bases para la solución del conflicto entre Cataluña y el Estado”.
Este documento, encargado por Sumar, empieza reconociendo que Cataluña y el Estado no son la misma cosa. Esto, en sí mismo, significa que los ponentes se sitúan en la posición de partida de los que originaron el problema y ahora reclaman la amnistía. Aceptar que Cataluña no forma parte del Estado es darle la razón, de entrada, a una de las partes.
Por otra parte está el hecho de que lo volverán a hacer, con lo cual se está abriendo la puerta a que la situación se repita cuando no se den las condiciones de buenismo y tolerancia por parte del Estado. Es decir, en tanto no gobiernen los malos que no se avienen a ningún tipo de consenso. Ese es uno de los aspectos principales que sobrevuela sobre la pacificación que implica el pacto de investidura: conmigo sí, con los otros no, de forma que el argumento trasciende de la amnistía a la exclusión de la posibilidad de gobernar a la oposición, una medida antidemocrática a todas luces.
Si fuera esto sólo estaríamos ante un debate sobre intencionalidades políticas, más o menos legales, pero la realidad se centra en torno a redactar una explicación de motivos que despeje absolutamente la duda de que la única necesidad que está presente en la negociación es la de investir a un presidente. ¿Qué argumentos no viciados de parcialidad son los que van a convencer a millones de españoles? ¿Será suficiente con que el de hay que procurar que no gobiernen los malos para que gobiernen los buenos? ¿Qué clase de avance democrático es este basado en el no pasarán? ¿Qué se lograría intentando apagar una hoguera que no quiere que la apaguen mientras el resto del país se incendia por la indignación?
Yolanda no ha hablado en el Ateneu de Barcelona permitiendo que los juristas hagan su trabajo. ¿Qué iba a decir allí? ¿Hablar del cohete o llamar autoridadas a quienes presiden el acto? Ha hecho bien el PSOE en no sumarse a estas iniciativas. A cambio ha mostrado una posición híbrida y sin demasiado compromiso en el atentado de Hamas, al que la izquierda de la izquierda se niega a reconocer su carácter terrorista. Esto no hace otra cosa que demostrar que la división existe, a pesar de que Bolaños diga que están como una piña. La cuestión es que la dispersión ideológica no va a desaparecer y dibuja una investidura que promete una legislatura inestable, que basa su equilibrio en que es peor que gobiernen los de la oposición. Razón no les falta, porque la presencia de Vox rompe todos los esquemas para un entendimiento fructífero.
Cada día que pasa, los españoles son más conscientes de estas cosas. Una prueba de ello es la encuesta que acaba de hacer 40db para El País. Igual en el plazo de unos meses todo se iría amoldando para amoldarse a una situación en la que, cada vez más, la opinión pública se aleja de la publicada. En estas circunstancias sería recomendable pensar en unas nuevas elecciones, o en una legislatura rápida tendente a disolverse en el plazo de dos años. Si no se fijan reglas para detener este deterioro, los problemas crecerán hasta asfixiarnos y entraremos definitivamente en una crisis de difícil salida. La verdad es que no tengo esperanzas en que esto ocurra. Siempre se cumplirá el principio de Peter.