Aprovechando la oportunidad que se me brinda desde www.canariasdiario.com, aprovecho para rescatar este artículo que va dedicado a la gente del turismo y, sobre todo, al trabajador del campo.
Desde que el ser humano comenzó a establecerse en asentamientos poblacionales y a vivir de lo que plantaba en sus huertos, comenzó a modificar el paisaje.
Desde que el ser humano comenzó a vivir en grandes ciudades y a agobiarse por trabajos que le producían estrés, comenzó a viajar y a hacer turismo.
Estas dos realidades tienen, bajo mi modesta opinión, un punto en común mucho más allá de lo que podamos imaginar.
Todo el que se dedica al Turismo sabe que el cliente que nos visita, fundamentalmente lo hace por el sol y la playa que, en nuestro entorno, puede disfrutar con seguridad y tranquilidad. Pero, también sabe, que dicha clientela no se queda en su habitación y en su hotel como si fuera un monje en un monasterio, por mucho que en la actualidad se considere como esencial el ofertar el “todo incluido”. ¡Ni mucho menos! El turista cuando llega de regreso a su país de origen, va cargado de recuerdos y, por supuesto, dentro de ese paquete, van las fotos. Imágenes que mostrarán a sus familias y amistades con toda seguridad.
Precisamente en ese punto y en algún otro más que se expondrá en este artículo, es donde se encuentran esas dos circunstancias que señalé al principio. El turista alquila un vehículo en la recepción del hotel o contrata alguna de las excursiones ofertadas por sus respectivas agencias de viaje. Se levanta tempranito para aprovechar bien el día y se dispone a recorrer los puntos más importantes que considera que han de ser visitados o que están en la ruta organizada por su guía. En cualquiera de los casos, saldrá del establecimiento y recorrerá la geografía que rodea la zona que eligió para pasar sus vacaciones.
Si el cliente está residiendo en la isla de Tenerife -seguro que ocurre lo mismo en otros sitios- encontrará zonas cuasi desérticas o en franco abandono. Vallas caídas, paredes destrozadas y, claro que sí, alguna que otra huerta cultivada. También verá muchas extensiones de plástico blanco o de color, cubriendo algo que se supone se cultiva en ese punto. Si va por el norte, tal vez encuentre algo más de verde, pero también, en sus instantáneas saldrán imágenes de tierras en abandono o en incipiente deterioro.
Hace algunos años atrás, tal vez 30 años, lo que esa persona se hubiese encontrado, tanto si paseaba por las carreteras del sur, como si lo hacía por las del norte, eran campos cultivados en huertas escalonadas que salían en cascadas desde las mismísimas montañas hasta la orilla del mar. Todo lo que se iba encontrando era verde o del color de los frutales. También se encontraría con mucha gente ataviada con ropa de labranza y cubiertos por sombreros de paja. En infinidad de ocasiones, se pararían en la cuneta para hacerse fotos con los campesinos, quienes con casi total seguridad, les invitarían incluso a probar los caldos de sus bodegas y alguna fruta cultivada por ellos mismos. La sonrisa brindando, estaba garantizada en muchas de aquellas fotos.
Hay quien piensa que tiempos pasados nunca vuelven. Yo, si me lo permiten, soy de una forma de pensar totalmente opuesta a esa aseveración que se repite como un “soniquete catastrofista”. Creo firmemente en la conexión del turismo con la agricultura y viceversa. Y, precisamente, basándome en esa convicción es por lo que, no solamente pienso que la agricultura volverá a formar parte de nuestro entorno isleño, sino que será necesario que se replantee como una necesidad vinculada al subsector del que mayoritariamente se vive: El Turismo.
El Turismo no puede, ni debe perder, esa parte importante de su atracción que es el paisaje. Es tan importante como cualquier promoción que se haga aportando sumas cuantiosas de dinero y de esfuerzo humano. El turista estará mucho más satisfecho de haber elegido la isla para sus vacaciones, cuando en sus excursiones pueda fotografiar campos llenos de vida y no desiertos. El campo tiene que formar parte de la oferta turística. Creo que no soy el único que piensa que nuestro Turismo necesita al Campo, tanto como nuestro Campo, necesita al Turismo.
Se sabe y se conoce que para conseguir esto, primero habrá que convencer a los agricultores que el poner en producción sus huertas, tendrá la rentabilidad necesaria para hacerlo. Y para ello, se necesita de mentes preclaras que ayuden a entrelazar lo que una y otra parte pueden producir para que se establezca el beneficio mutuo que haga que las dos se conviertan en aliados perfectos.
Tampoco creo que sea una empresa harto difícil, salvando algunos escollos que se podría encontrar por el camino. Pero hemos de tener en cuenta que en los hoteles y restauración, se consume de todo lo que en el campo se pueda cultivar. Y, un campo cultivado, ya lo he escrito, será mucho más bonito en una foto, que un campo en barbecho. Además, por supuesto, que evitará entre otros problemas esto que hoy en día tanto se viene comentando: el abandono rural.
El campo necesitará para su puesta en marcha, un plan de renovación de estrategia en tipos de cultivos y de comercialización de sus productos, que rentabilicen el esfuerzo y los posibles contratiempos meteorológicos y de otra índole que pudieran surgir. Se necesitarán contratos de compromiso de compra por parte de la parte hotelera y de restauración para que los agricultores puedan prever una entrada económica que les aporte la tranquilidad necesaria para dedicar sus terrenos a lo que mejor saben hacer. Ambas partes necesitarán del apoyo gubernamental que dé soluciones a las objeciones e impedimentos que seguro surgirán si algo de esto se pusiera en marcha. La población en general seguramente valorará positivamente el que se abra un nuevo nicho de trabajo que ayude a disminuir la larga lista de paro existente en nuestro País. Estoy seguro que una buena reunión de las partes interesadas, daría con las soluciones óptimas para conseguir esta fusión que me ha parecido oportuno denominar: Agricultura Turística.
No se debe confundir este concepto con el de Turismo Rural. Los promotores de este tipo de turismo, ya vienen luchando por la renovación del campo y les felicito por ello. Pero lo hecho, aunque ayuda mucho, no es suficiente como para sacar al campo del hoyo en el que ha ido cayendo. No olvidemos que gran parte del personal que antes cultivaba ahora trabaja en las zonas turísticas. Se han reciclado, pero no han olvidado su conocimiento del mundo rural, y seguramente si tuvieran la oportunidad de regresar al entorno que dominan a la perfección, seguro que lo harían. Además se cuenta, también con personal que ha estudiado “agrícola” y que seguramente sabrán cómo actuar para poner tanta huerta existente, en producción eficiente.
Desconozco si el tema requeriría una fusión de consejerías, o la creación de una Dirección General de Agroturismo. Me da vértigo hablar de creación de puestos directivos en la Administración Pública. Pero creo que, como vengo diciendo, una reunión que acoja a miembros con conocimiento y autoridad sobre estas dos materias, sí que sería una buena idea. Tal vez, desde la Cámara de Comercio, o desde las Propias Consejería de Turismo y de Agricultura del Gobierno y/o Cabildo, se podría promover dicho encuentro. En cualquier caso, lo que sea, que se pueda hacer, se debería llevar a cabo cuanto antes, para evitar que sigamos perdiendo oportunidades de ver crecer el verde en nuestros campos y, al mismo tiempo, cambiar las fotos de nuestros visitantes y llenar las despensas de nuestros establecimientos turísticos con productos de los que se han venido en denominar como Km0.
¿Disparate?