Tranvía de pasajeros sin figura
miércoles 14 de septiembre de 2022, 14:52h
Una novela centrada en la memoria y la construcción de la identidad
Jacinto Mendoza llega al final de sus días con una misión fracasada: reunirse con su única hija, a la que no ha vuelto a ver desde que la dejó al cuidado de unas tías para empezar una vida nueva en la Alemania de los años sesenta. Lo único que le queda es dictar sus memorias con la esperanza de que, de alguna manera, lleguen a sus manos como acto póstumo. La escritura de esta carta final y desesperada, sin embargo, no solo se propone restañar las heridas provocadas por el trauma de la separación y la posterior falta de noticias, sino ofrecer una versión de sí mismo, de Jacinto Mendoza contado por Jacinto Mendoza, que, a modo de una guerra preventiva, contrarreste y anule todos los relatos y retratos que otros pudiesen haber levantado sobre y contra él durante su ausencia.
Tranvía de pasajeros sin figura parte de los discursos de la memoria y sus caprichos para hablar de la construcción de la identidad –Jacinto cambia de papeles a medida que se hace mayor– y de las relaciones complejas y enigmáticas que a menudo se establecen entre la vida y las artes, entre la vida y la literatura, entre el mundo que transcurre fuera y los muchos que circulan por dentro.
Esta novela quedó finalista del I Premio Anne Bonny de Narrativa 2020 convocado por Colette, Letras & Tragos y La Marca Negra Ediciones.
La imagen de la cubierta del libro y el prólogo que abre el libro es obra del artista madrileño Fernando Ferro.
Prólogo
Tranvía de pasajeros sin figura: carta a una desconocida
La extensa carta de un padre a su hija, en la que explica y justifica su largo abandono, es el artefacto literario del que se sirve el autor para estructurar su nueva novela. Un largo monólogo que solo se ve interrumpido ocasionalmente por la entrada de las voces de personajes secundarios, que hacen de contrapunto al relato del actor principal, y en el que se van mostrando desde el origen hasta su final los episodios reseñables de una vida, por momentos desgraciados, por momentos felices, como la de cualquier otro.
El documento novelado de Javier Delgado sería fácilmente trasladable a un texto dramático o a un guion cinematográfico, dada la concentración espacial y temporal de la acción. Aunque este humilde prologuista es consciente de que actualmente se «mete» en un escenario toda cosa en- contrada, con la misma facilidad que los flamencos de Jerez «metían» por bulerías la antigua guía telefónica.
Todo el relato se desarrolla coincidiendo con la vida del narrador en el cuerpo central del siglo xx, y en tres espacios físicos diferentes. A saber: el primero, la Atacama mítica de su nacimiento y juventud, no confundir con la Atacama real del gran desierto del norte de Chile, más próxima a la desertización simbólica de las islas del archipiélago canario, lugar de origen del escritor; en segun- do lugar, la narración se traslada al frío y riguroso Hamburgo de la posguerra, donde aún perviven las componendas con el reciente pasado nazi del país; y, por último, la necesidad de escribir del narrador, más la de encontrar un final digno para su aventura vital, hace que la escena se traslade hacia las plácidas playas mediterráneas de Saintes-Maries-de-la-Mer.
El hilo del relato se construye sobre cuatro episodios. En el primero se describe el noviazgo, los tempranos años del matrimonio y la llegada de los hijos, que se produce en el lugar del que parte todo y al que todo vuelve. Ya en territorio alemán se recoge la inicialmente difícil vida del proletario emigrante, acogido por los compatriotas y explotado ferozmente por los patronos locales. Posteriormente se pasa a otro estadio en el que la actividad artística y creativa se convier- ten en el elemento de arraigo dentro del nuevo medio social y en el que menudean encuentros amorosos, además de vivencias catárticas que permiten concretar su proyecto de existencia como escritor. Por último, la vejez acompañada de todas las grandes renuncias y las pequeñas victorias, vivida en un pequeño pueblo del mediterráneo francés y apoyado por un reducido grupo de incondicionales.
En casi trescientas páginas, divididas en treinta capítulos de extensión desigual, se pasa revista a las tribulaciones de un escritor por casualidad que intenta salvar su dignidad como padre, expli- cándole a su hija y explicándose él mismo los inciertos avatares de su periplo vital. Aunque el estilo literario con el que se arma el texto es actual asoman los posos de atentas lecturas de maestros de la literatura de la segunda mitad del siglo xx como Cortázar, Rulfo, Vila-Matas o Modiano–, no se olvida de los acontecimientos autorreferenciales, cuando habla de la Atacama mítica o cuando reflexiona por extenso sobre el quehacer literario, entre otros.
Hay vívidas descripciones a lo largo de la narración que están connotadas de la buena novela realista del Madrid menesteroso del siglo xix, en la que destacaba, por encima de cualquier otro, su paisano Galdós. Más afín me resulta el tono de esta novela con la literatura del desarraigo del último tercio del siglo xx, sin salirnos del ámbito de lo escrito en castellano, se aproxima a la gran epopeya de los republicanos derrotados y los desesperados charnegos aventureros que tejieron dé- biles ilusiones con enormes esfuerzos en la barcelonesa Ronda del Guinardó, pequeñas historias que no fueron barridas por el olvido porque el insuperable Juan Marsé nos las quiso contar.
Tenemos en las manos una novela no adscrita a género alguno porque, pudiéndose aproximar al memorialismo biográfico, lo trasciende al recapitular sobre el ser y el sentido de las peripecias vividas por el narrador, sin llegar a convertirse en un ensayo sobre todos y cada uno de los nudos que este debe soltar o cortar. Por lo tanto, se trata de un objeto literario que encaja con dificultad en el peculiar mercado editorial del momento presente, donde el lector es orientado o dirigido hacia un producto cerrado y fiable, un tipo de relato dentro del cual se encuentre seguro.
No creo que sea honesto con el lector ocultarle que la lectura de esta novela requiere de cierto esmero, no digo que sea de difícil lectura porque la narración fluye con naturalidad, pero la en- trada y salida de voces distintas obliga a comprometerse con lo que se va leyendo para entender los distintos enfoques que plantea la obra. También, para el lector atento, la novela le reserva dos gratas sorpresas: una respetuosa y aguda mirada a la creación literaria vinculada con el surrealis- mo, y otra detallada aproximación al mundo de la magia y la hipnosis.
Tranvía de pasajeros sin figura es un texto que no decepcionará a los lectores contemporáneos curiosos con nuestra historia reciente, y que se convierte en un jalón destacado en la trayectoria creativa de este joven escritor maduro.
Javier Delgado nació un día de agosto de 1972 en Tenerife, donde reside.
Se licenció en filología inglesa, lo que le ha permitido ganarse la vida de manera honrada como profesor de inglés. En 2016 publicó su primera novela, Mundo volátil, y des- de entonces trata de nutrir de manera regular un blog personal, www.unavidadenovela.es, con relatos, microrrelatos, reseñas y artículos de opinión sobre la estupefacta sociedad que le ha tocado vivir.
Tranvía de pasajeros sin figura es su segunda novela publicada.
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