Triunfo rotundo, sin matices, del PP gallego. Consolidación del Bloque Nacionalista Gallego como alternativa de gobierno en una de las comunidades históricas. Éxito del Partido Democracia Orensana. Estrepitosa derrota del PSOE. Humillante castigo a Sumar, partido que lidera la actual vicepresidenta del Gobierno de España, Yolanda Díaz, y fracaso, no por esperado menos duro, de Podemos y Vox.
Con estos titulares podría resumirse objetivamente lo ocurrido en las elecciones celebradas en Galicia el pasado domingo, balance al podría sumarse el total desafecto de los gallegos a la actual coalición que gobierna España formada por PSOE-SUMAR.
No es ninguna sorpresa que el Partido Popular de Galicia volviera a ser el más votado; la duda estaba centrada si conseguiría la sexta mayoría absoluta. Sin duda, es un éxito enorme el conseguido por Alfonso Rueda, que toma el relevo de Alberto Nuñez Feijóo al frente de la Xunta. Desde que se convocaron las elecciones, los tres partidos que concurrían a las mismas representando a la mayoría de los gallegos tenían muy bien definidos sus objetivos. Los populares gallegos, asegurarse los 38 escaños que les garantizaban seguir al frente de la Xunta; nacionalistas y socialistas confiaban más en el tropiezo de los de Alfonso Rueda que en la posibilidad real de discutirle la primacía a los populares.
En la estrategia de presentar a la ciudadanía gallega un proyecto alternativo al que representan los populares, el BNG liderado por Ana Pontón se acercó más y mejor a lo que sienten, comparten y quieren la mayoría de los gallegos.
Desde su liderazgo al frente de la Xunta, Manuel Fraga sintió, compartió y sintonizó con la idiosincrasia mayoritaria de su pueblo. Fraga, con su personalidad y autoridad personal, fraguó un reconocimiento especial en la dirección del PP estatal en favor de un estatus especial a un territorio histórico y singular dentro de Estado español, como es el que representa Galicia.
La defensa de la cultura, la lengua y la historia de Galicia -el galleguismo-sintonizó con la el sentimiento de los gallegos y, desde ahí, primero Fraga y después sus sucesores --Alberto Nuñez Feijóo y Alfonso Rueda— han afianzado a su partido sólidamente en el pueblo gallego. El ejemplo del PP gallego reafirma la idea que es posible defender lo próximo, lo cercano y el sentimiento de pertenencia a un territorio en el marco de un proyecto político de ámbito estatal. Sensu contrario, cuando un partido de ámbito estatal no es capaz de adecuar sus estructuras organizativas y proyecto político a las necesidades específicas de un territorio, favorece el crecimiento de los nacionalismos.
Canarias es el ejemplo del desinterés y la desidia de los partidos estatales para ajustar sus organizaciones a las necesidades singulares de un territorio que tiene una historia, una organización político-administrativa, una cultura, una fiscalidad y una idiosincrasia absolutamente diferente a la del territorio peninsular. Los partidos que han gobernado en España nunca nos han entendido excepto cuando los canarios hemos tenido posibilidad de influir con nuestro voto en Madrid.
El resultado electoral del pasado domingo reafirma la confianza de los gallegos en las fuerzas políticas más comprometidas con lo propio, con la cultura y las singularidades que definen el galleguismo. Al nacionalismo conservador galleguista, que representan los populares, se suma como alternativa el nacionalismo más reivindicativo de izquierdas que encarna el Bloque Nacionalista Gallego. Ambos cuentan con un respaldo mayoritario.
¿Qué partidos serán capaces de acercar en Canarias sus modelos organizativos y sus proyectos políticos a las necesidades e idiosincrasia de nuestro Pueblo? Los gallegos lo han tenido muy claro. Otros deben tomar nota.