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Taganana, una joya a cuidar

Por José Luis Azzollini García
lunes 18 de julio de 2022, 09:58h

Siempre me ha maravillado el Macizo de Anaga en la isla de Tenerife. Este conjunto de afiladas montañas le confieren a la isla un paisaje peculiar que bien podría aparecer en infinidad de películas de las que vemos en la gran pantalla. Son formaciones abruptas que le imprimen un carácter a la zona, que nos recuerdan a esas otras grandes formaciones de los Pirineos. Pocos lugares en el mundo pueden disfrutar de este tipo de formaciones rocosas de forma tan cercana, pues una sinuosa carretera, pasa por alguna de sus laderas.

Este enclave está lleno de pequeños caseríos que en realidad son barrios de la capital de la isla, Santa Cruz de Tenerife; o de la ciudad de los Adelantados, San Cristóbal de La Laguna. En ambos ayuntamientos, se decide lo que se puede y lo que no se puede hacer en esta franja de la isla.

El acceso, a este emplazamiento, se puede hacer por dos vías. Una, sube por el frondoso Monte de las Mercedes. Precioso, y a veces tétrico, bosque de Laurisilva. El automatismo de las luces del vehículo se vuelve loco, de tanto encenderlas y apagarlas en pleno día. Tal es la oscuridad que su follaje produce, que en ocasiones, parece como si nos metiéramos en un túnel. ¡Túnel del tiempo! Se asciende hasta la parte más alta por esa ruta y, una vez allá arriba, comienza una bajada por otra vía de idéntica morfología, sin tanta vegetación espesa, pero con una bruma que mete el miedito en el cuerpo. Nos confirmará la sensación de haber cruzado a otro lugar distinto. La otra forma de subir, es por el Bailadero -quien le puso el nombre, sabía perfectamente el por qué- todos los que transitamos por este camino, bailamos al son de las curvas. Subes desde la costa de San Andrés y asciendes hasta llegar a la bruma que antes mencionaba. Allí, un túnel, te trasladará al otro lado de la cordillera.

Estos son los dos recorridos que usa quien allí vive. ¡Que no es poca! Son muchos los caseríos que están habitados: Almáciga, Benijos, Afur, Chamorga, Roque Negro, Bailadero, Casas de la Cumbre, Igueste, Taborno -alguno se me olvidará- y, por supuesto, el gran enclave de Taganana.

Taganana -población entre montañas-, fue pueblo en su antigüedad; aunque hoy en día sea un barrio de la capital -con consideración y formato de pueblo-, incluido, como se ha apuntado, dentro del distrito de Anaga. Para entendernos; su cuidado, dependen del mismo equipo que presentan grandes proyectos para El club Náutico, el barrio de la Alegría, Valleseco, Las Teresitas, etcétera <lugares, estos, donde se palpa la presencia del dinero público>. Semáforos, nuevas playas, carreteras cuidadas, proyectos de jardines en laderas y un sinfín de actividades que hablan de la existencia de políticos que se ocupan de la zona. Se podrán tener quejas, y está bien que nos quejemos -ya se sabe lo que le pasa al niño que no llora-; pero las diferencias observadas con el resto de Anaga, nos dan señales de niveles distintos de presencia política.

En estas fechas he estado en un acto que ensalza el sacrificio de un grupo de personas de Taganana que, armándose como pudieron y formando fila junto a quienes ya defendían la plaza de Santa Cruz, se dispusieron a evitar que el contraalmirante Nelson y su flota británica, incorporara Tenerife -punto estratégico del Atlántico- a la colonia inglesa. ¡Taganana hacía, así, historia!

En uno de los versos, del redactor de La Librea de Taganana[1], que recoge lo sucedido en aquellos momentos, se dice:

De Tenerife, su Plaza

con valor han defendido,

y esta tierra, y esta raza,

y a los ingleses rendido

desterrando la amenaza.

Yo he tenido la suerte ¡la inmensa suerte!, de que me invitaran a participar activamente en este acto. Ello me ha servido para visitar varias veces seguidas este punto de nuestra tierra -quien vive en Tenerife o la visita, y no baja al pueblo de Taganana, no podrá afirmar que conoce la isla- Me he empapado de su paisaje, mi corazón hizo un hueco a todas las personas que he podido conocer en estos días. He podido constatar que nuestros paisanos de este bello lugar, son gente forjadas bajo el manto de las montañas que les rodean. De seria apariencia, pero con los brazos abiertos al foráneo. ¡Me han hecho sentir Tagananero! Gracias, Luján, Gracias Milicianos, gracias Manuel, gracias Miguel y gracias y mil veces gracias a todos cuantos conocí -alguien se me olvidará-.

He certificado que en la preparación de la representación de la Librea que comento, ha habido mucha seriedad. No obstante, han escenificado su propia historia. Todo se ha preparado con la formalidad y entusiasmo de lo que se representaba. Pero, sobre todo, observé mucha ilusión cultural en la gente joven.

Por esa razón, me ha chocado un poco, que cuando se habla de la Gesta, desde el Ayuntamiento, solo se nombre lo ocurrido en las calles de Santa Cruz -por cierto, con una participación en el acto, digna, de un prolongado aplauso-.

Taganana se ha unido para dejar claro que, estando en un entorno alejado de la urbe, forma parte importante de ella. En los anuncios que hablan de estas representaciones, -lo digo con el respeto debido- poco se ha comentado sobre el protagonismo de los habitantes de Anaga. ¿Han dado todo el apoyo a la parte organizadora? ¡Analizarlo por si necesitara darle un empujón para la próxima!

El respeto que me exijo para el Consistorio, lo demando también para los habitantes de este caserío. Taganana, todo hay que decirlo, es un pueblito típico de montaña que ha vivido de su agricultura y ganado caprino. Está construido aprovechando las laderas con pequeñas calles para comunicarse. En líneas generales está bien cuidado y limpio. Pero los pequeños detalles que se observan, invita a pensar que, tal vez, habría que replantearse si se le dedican las partidas presupuestarias necesarias. El camino que lleva al Draguillo, por ejemplo, solo mantiene una rodadura de cemento en algunos tramos; la tierra y el pedrerío se hacen dueños del resto del recorrido. ¿No sobrará algo de asfalto o cemento, para el Draguillo? En el mismo litoral, el estado de algunas edificaciones, son lamentables. Y, el de la valla de protección hacia la playa, comienza a mostrar el óxido producido por el salitre. En la plaza -centro neurálgico del pueblo- se observan varios puntos de actuación. Alguna casa que ha sido pasto del paso de los años, hoy luce, destruida, una imagen de abandono. El Alcalde que formó la milicia del acto que se ha representado, D. Andrés Perdomo Álvarez, tiene una placa que rememora su valentía. Pero la desidia o escasez de personal que debe velar por su limpieza, y la de los bancos, deja a la vista el trabajo de las palomas. El pueblo está bonito, pero necesita atender a “los pequeños detalles” que, sin el cuidado debido, podrían magnificarse. ¡Señores, responsables!, tal vez un aumento de tiempo en la dedicación a Taganana, ayudaría mucho. ¡Muchísimo! ¡Hablen con su gente!

[1] D. Julio Rodríguez de Castro, redactor de la Librea de Taganana.

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