Hoy voy a robar palabras e ideas para redactar mi comentario, que a pesar de haber sido pronunciadas hace más de dos décadas, conservan vigentes los anhelos que existían en 1999, cuando Julio Anguita se explayó en una conferencia, analizando alternativas al neo liberalismo.
En aquel acto también estuvo presente otro grande, el premio Nobel José Saramago.
Las transcribo a partir de un archivo emitido por una emisora de radio, por lo que puede contener más de un error de interpretación, de los que soy único responsable.
"Hablar de libertad es algo muy grande, porque libertad es asumir que se tiene la conciencia libre, que no es lo mismo que la libertad de conciencia, La conciencia libre significa que yo puedo decidir si tengo todos los elementos para formular mi decisión, porque estoy bien informado, bien formado, me alimento todos los días, tengo un techo donde guarecerme, una ropa que ponerme y una vez que tengo mis necesidades más elementales satisfechas, puedo empezar a pensar para ser un hombre libre.
Si tuviese que buscar trabajo, trampeando como sea, vendiéndome por cuatro perras porque tengo que comer, los míos y yo, no soy un hombre libre, aunque mañana me permitiesen votar en las urnas.
Hoy tenéis la televisión, fútbol, mucho fútbol, más que en épocas anteriores de la historia de España, tenéis concursos degradantes que no alimentan la razón, el estudio, el análisis.
Tenéis la vida de personajes populares que se diseccionan y se abren para que atisbemos, como si fuésemos aves carroñeras, entrando en lo que ocurre en sus alcobas.
Allí está toda una literatura de evasión, para que la gente no vea, y por tanto confunda su existencia real con la existencia que le ponen en las pantallas, o los informativos, para que ocurra como aquello que tantas veces digo de una viejecita, que al final del siglo XIX, vendiendo cerillas en la puerta del Palacio de la Opera de Madrid para poder subsistir, en un mes de enero y aterida de frío, escuchaban al entrar hombres y mujeres, envueltos en armiños, en capas, con lujo y con joyas, diciendo "que bien vivimos en Madrid".
Un caso de alienación, resignación, porque el discurso oficial, que baja desde muchos sitios, de los poderes públicos, desde las sentencias de los tribunales, desde las cátedras, desde las clases de EGB, desde la televisión y los medios de comunicación, es el de que no hay otra salida, que esto es lo único posible, y si no, que estamos mal, pero que peor estaban en el muro de Berlín.
Esa es la resignación, porque los pueblos cuando tienen problemas no son rebeldes, el que tiene que comer todos los días no puede permitirse el lujo de perder, por un acto de rebeldía, el puesto de trabajo. La rebeldía siempre ha surgido de aquellos que comían todos los días, de aquí la gran culpabilidad de muchos intelectuales españoles que, comiendo todos los días, bien del pesebre o bien de su trabajo, no han sido capaces de decir basta a esta situación de degradación.
Degradación que surge de la culpabilidad del propio parado. Uno de los éxitos, entre comillas, del sistema americano, es conseguir que el pobre, el miserable, se sienta culpable de su situación. Es la filosofía calvinista, hija del protestantismo, tú eres culpable de tu situación, no has sido capaz de triunfar, es la filosofía de la sociedad americana, y si no has triunfado es porque tú eres responsable, esta sociedad da oportunidades a todo el mundo; si no has podido hacerlo así, tú eres culpable.
Entonces, el oprimido, el pobrecito, el esclavo, se echa encima la responsabilidad de su situación. ¡Es perfecto el dominio del poder!, que ya no se basa en la fuerza, en la coacción, en la utilización de la guardia civil, o del ejército, se basa en un dominio mucho más terrible, el dominio de la mente, ese opio que cae desde el aparato de televisión, desde las sentencias de los tribunales, de los discursos políticos, que va empapando la mentalidad de la gente y les dice, calla, calla, porque si no callas puede ser peor.
Y ese cáncer va avanzando, degradando, corrompiendo las fuerzas para combatir y ese es un camino de la muerte lenta.
El otro camino es la rebeldía. Pero la rebeldía no es un gesto altisonante, no es grito, no es un insulto, una pedrada, no es una mala contestación, ¡es mucho más que eso!, mucho más profundo,
La rebeldía es un grito de la inteligencia, de la voluntad, que dice. ¡no me da la gana de decir que si a esta situación!, no quiero, me niego a decirle que sí, porque entiendo que puede haber otra situación y por tanto yo no asumo esta podredumbre, y no participo de ella, y lucho contra ella
Y esta actitud es una actitud intelectual, y cuando digo intelectual no quiero hablar de universitarios, es un posicionamiento que nace de la mente y del corazón, del fuego de querer cambiar,
Esa es la rebeldía fundamental, lo otro son voces, chillidos, insultos, graznidos, circo romano,. La rebeldía es ni más ni menos que el posicionamiento con otros valores y la decisión de hacerles frente.
Es necesario concienciar, perturbar, nosotros no queremos gente tranquila, drogada, queremos gente que inquiete. Venimos a agitar cerebros, a mover conciencias, existimos en la medida que movilicemos el pensamiento, como decía una inscripción en una iglesia de un barrio de Córdoba: ¡Levántate y piensa!
Es lo más revolucionario que he visto en mi vida, porque la rebeldía empieza en la cabeza, que dice no sigo, no me da la gana, no quiero asumir estos valores."
Hasta aquí habló el político, sin sospechar que llegarían nuevos métodos, más sofisticados, más perfectos, de dominación, a los que deberíamos oponernos con un poder que parece cada vez menos poderoso, el de la rebeldía.