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Pifostio

Por Daniel Molini Dezotti
domingo 23 de abril de 2023, 06:00h

Sentado frente a la pantalla del ordenador de mi esposa pienso que tengo que escribir lo que me ha pasado hace veinte minutos, cuando estaba en un hospital cercano, perteneciente a una organización privada que atiende también a pacientes asociados a mutuas o empresas que antes se dedicaban a la promoción de la salud y ahora a la generación de dividendos.

No sé el modo de empezar, si dando letra a la tragedia o permitir que por el renglón trasero se incorpore la comedia a hacer de las suyas, porque lo que me acaba de pasar hace veinte minutos, en un hospital cercano, perteneciente a una organización privada que atiende también a pacientes asociados a mutuas o empresas que antes se dedicaban la promoción de la salud y ahora a la generación de dividendos, parece mentira.

Pero es verdad, y quizás, para que me crean, tendré que contar algunas intimidades que van a quedar para siempre grabadas en el disco duro del ordenador de mi esposa, pero no importa, ella ya lo sabe.

Hace más de tres meses solicité a mi compañía aseguradora, que se anuncia en promociones por tierra, mar y aire: “Ven a XX y tendrás el seguro más completo: medicina primaria, pruebas diagnósticas, métodos terapéuticos simples y complejos, intervenciones quirúrgicas y hospitalización.”

Impresionante, pero eso no es todo, también agrega urgencias en viajes al extranjero, planes de salud digitales personalizados, videoconsulta, descuentos 3 años, más 10% de descuento en pack familiar.

Creo que se me subió el márquetin a la cabeza; recapitulo: hace más de tres meses solicité una cita para un médico especialista, no voy a dar pistas de la especialidad porque algunas intimidades sí estoy dispuesto a contar, pero no se trata de airearlas todas en la prensa.

Después de responder acerca del motivo de la petición, la compañía de seguros a la que pertenecía, y escuchar la cita que me daban, me asusté primero, sonreí después y finalmente acepté diciendo “Vale”.

En realidad acepté en falso, primero, porque al no ser un juramento podía hacerlo, segundo, porque no sabía qué pasaría en mi vida en tres meses, tercero, porque mi madre me enseñó que el futuro es impredecible.

A propósito de progenitora, era por ella que tenía que acudir, para comprobar el estado de una afección que padeció y podía haberme condicionado a padecer, y aquí me quedo, no sea cosa que sufra una sanción por transgredir la protección de datos.

Pasaron tres meses, casi me había olvidado del asunto, hasta que hace dos días recibí un mensaje recordándome la cita, que fue renovado por un llamado de teléfono al día siguiente y un nuevo mensaje especificando hora y número de gabinete donde me esperaba el facultativo..

Pero no me esperaba, tuve que esperarlo yo, menos mal que siempre me acompañan libros que me acortan las horas, al tiempo que me alargan conocimientos.

La convocatoria era a las 17:45 llegué 10 minutos antes, y constaté que eran varias personas las que esperaban, entre ellos un señor que no se mostraba inquieto pero debía estarlo, porque cuando salió el médico se dirigió a él para preguntarle si era quien debía desplazarse al aeropuerto.

Al escuchar la respuesta le pidió perdón y luego nos rogó al resto permitir que pasara primero, ¡Por supuesto!, dijimos al unísono.

Entretenido con el libro “La luz llega del Este”, de la autora María Rosa Alonso, estaba terminando de leer una página relacionada con las desdichas de un aborigen: “Nos emociona siempre el cruel espectáculo del fuerte haciendo sufrir al débil, tanto en el mundo antiguo como en el medieval, moderno y hasta de nuestros días. La inacabable cadena de los perdedores hace vibrar el alma de algunas criaturas de todos los tiempos, que están, por naturaleza, junto al que pierde, al que sucumbe, carente de fuerza, de medios y de poderío, al que le quitan su tierra y su paz y le obligan a emigrar; al que apresan o lo queman por no tener la creencia del vencedor, o carecer de su fanatismo, ya que el vencedor está siempre en posesión de la verdad, que es la suya, y el perdedor, si acaso, logra adhesión sensiblera de los cuatro o seis imbéciles, quienes todavía pensamos lo que sería, lo que fue, de aquel isleño solitario...”

Justo llegaba a la ciudad de Padua, donde estaba el guanche, cuando pronunciaron mi nombre y me hicieron pasar.

Antes de empezar a escuchar los motivos de mi consulta el médico me pidió disculpas por la espera, también por lo que había sucedido en recepción.

Yo no lo sabía, el doctor me lo contó. Por lo visto se había organizado un “pifostio” importante -le dio énfasis a la palabra, pronunciándola con sílabas: “pi-fos-tio”- cuando varias personas que no tenían cita exigieron ser atendidos, llevaban meses esperando. Él doctor, tenso, intentaba justificar las razones de la negativa, tenía una lista enorme de gente para ver, había sido superado por la demanda.

Lo veía agobiado, con necesidad de hablar; no me importó escuchar: ““No veo la hora de marcharme, hoy está siendo un día terrible, puras exigencias, nada a cambio. Da vergüenza lo que nos pagan, por cada primera visita 15 euros, por segundas visitas 7 euros. Esta, por ejemplo, representa para mi 15 euros, pero si tiene que regresar antes de un mes, para mostrar un examen, o controlar lo que sea, será segunda; por eso los médicos se están retirando de los seguros privados. Camino por Santa Cruz y veo cantidad de negocios que cierran, y, sin embargo, cada vez hay más empresas dedicadas a la salud, para ganar dinero a costa de los médicos y de los que pagan por servicios que no reciben.”

Me agradeció la escucha, y concluyó centrándose en mis preocupaciones tras recuperar la historia clínica y ver lo que allí constaba. No tendríamos que hacer nada hasta dentro de dos años, no obstante, solicitó una prueba que solía dar falsos positivos.

Cuando tuviese el resultado, si daba bien debía olvidarme, si daba mal llamar.

Me marché pensando en la conveniencia de pedir una nueva cita para dentro de dos años, haciendo caso omiso a las enseñanzas de mi madre. No haría el estudio, convencido de obtener un resultado falso, tan falso como las propagandas de las compañías que antes se dedicaban a promover la salud y ahora a generar dividendos para tipos que nada tienen que ver con el juramento hipocrático, y mucho, muchísimo que ver con fondos de inversión y capitales de riesgo que se meten allí donde asoma la renta.

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