En diciembre se cumplirán los 40 años de la Constitución Española, texto que supuso la cristalización de la implantación de la democracia en España. Ya con la Ley 1/1977 de 4 de enero para la Reforma Política se había marcado el camino de la cuadratura del círculo, esto es, romper con el franquismo respetando formalmente las Leyes Fundamentales del Reino, tarea de gran complejidad técnica que Juan Carlos de Borbón encomendó a Torcuato Fernández-Miranda.
Pues bien, en no pocos años seremos más en España los nacidos en período democrático que en tiempos de la dictadura, y no pasa día en que se nos bombardee con información tendente a crear proselitismo entre adeptos y detractores de los 36 años de caudillaje, y más ahora que con las redes sociales es mucho más fácil y gratis. Y claro, aparecen informaciones y comentarios que resultan un tanto difíciles de digerir.
Por una parte hay quienes presentan a Franco como el malo malísimo por haber dado un golpe de estado (que lo fue) contra un régimen que era un adalid de bonanzas, obviando que durante los seis años de república hubo hasta nueve gobiernos diferentes y que aquello debió de ser uno de los mayores lupanares que ha padecido este país con una inestabilidad política insoportable. Se instauró el sufragio universal femenino porque Clara Campoamor y Victoria Kent se empeñaron en ello, no porque los honorables diputados –sobre todo los de izquierdas- les apeteciera lo más mínimo. Tampoco dice mucho a favor de este período que se prohibieran ciertas manifestaciones religiosas, porque en un estado de libertades debe de respetarse el credo de los ciudadanos sea el que sea.
Y vino la guerra fratricida, una contienda que, según muchos historiadores ya entrados en edad, sólo podía finalizar con una dictadura, de una parte o de otra, pero dictadura.
Seguimos. Luego, en la parte contraria, se nos dice que “con Franco vivíamos mejor”, que se podía dejar la puerta de casa abierta porque si alguien osaba entrar lo pagaba caro, y que con el Generalísimo llegó el progreso económico y las pagas dobles. Evidentemente muchas de estas opiniones están basadas en un malestar por la inmigración que está soportando esta tierra desde hace unas décadas y que se ha convertido en objeto de controversia social. Ya sabemos que siempre existe esa nostalgia de que “cualquier tiempo pasado siempre fue mejor” aunque, independientemente de la opinión que podamos tener sobre las mejoras económicas que llegaron con el paso de tan largo lapso de tiempo, lo que es innegable es la falta de libertades públicas que existieron durante el Gobierno Franquista y eso, teniendo en cuenta que después de la vida lo principal que tenemos es la libertad, ya es cuestión invalidante de inicio para cualquier ensalzamiento.
Muchos de los que añoran a Franco creo que no se dan cuenta de lo que supondría hoy en día estar bajo el yugo de un régimen que privaba de unas libertades y derechos –sobre todo a las mujeres- a los que hoy en día por nada del mundo quisiéramos renunciar.
Bueno, y ahora, cuarenta y tres años después, todos enfrentados de nuevo en torno al ilustre embalsamado para decidir si se le saca o no de su lugar de reposo. Recuerdo que, debe hacer unos veinte años, frente a su lápida, recé una especie de oración que decía algo así como “Padre nuestro que estás en el cielo, tenlo bien tapadito para que no vuelva a salir”, y ahora resulta que no me hacen caso ni los unos ni los otros: unos lo quieren abrir y los otros quieren que vuelva a salir.
Por cierto -me mojo-, en absoluto lo veo como una materia incluible en el supuesto de hecho habilitante para el Decreto-Ley, y entiendo que la auténtica urgencia que tiene el Gobierno de Pedro Sánchez es exhumar el cadáver antes de que la inestabilidad parlamentaria de sus exiguos 84 escaños le obligue a convocar elecciones y posteriormente el PP deje el tema en el sueño de los justos . Pero ya se sabe, el decreto-Ley is the new black ya desde tiempos de Rajoy.