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Nueva política europea

Por Francisco Gilet
miércoles 10 de enero de 2018, 03:00h

Ahora resulta que, según se trató en la famosa reunión de maitines de Génova, 13, los ministros están bordeando la vagancia. También surgió la preocupación por el auge de la opción Ciudadanos en contra el descenso de la conservadora. Y mientras tanto, determinadas autopistas y carreteras se cubrían de varios centímetros de nieve, encerrando en ellas a multitud de vehículos que, informados o no, se habían adentrado en la tempestad de nieve para acudir a su puesto de trabajo. Un final de vacaciones navideñas francamente inolvidable para más de un conductor y familia. Como inolvidable lo será para el Director Gral. de Tráfico, que, cual otro Puigdemont, aunque más familiar, se enfrentaba al tremendo problema desde al calor de su hogar en Sevilla, con wifi y móvil. Obviamente desde esa distancia le resultó imposible visualizar los múltiples problemas de los ocupantes de los vehículos paralizados por la nevada, ni las condiciones que debían superar ante las inclemencias. Y puestos a mantenerse en la distancia ciega, tampoco pudo comprobar que la solidaridad con y entre los afectados — incluido vecinos de Alsasua — también se dio. Siendo todo ello lamentable, lo grotesco es que, el Sr. Serrano cometió tres errores; uno, echar, sin más, la culpa a los conductores; dos, pedir perdón por la metedura de pata anterior. Y un tercero de añadidura, no dimitir sino presumir de su tecnológica villa sevillana. Y, empero lo anterior, a pesar de los siempre excesivos muertos en carretera, de las incontables multas obtenidas con los radares recaudatorios, todavía sigue ahí, en su sede madrileña de la calle Josefa Valcárcel, haciendo uso de su espléndida sede electrónica oficial.


Duele en el alma, en la historia personal, volver a insistir en la vacuidad del proyecto popular. De él solamente sobresale la alta presión fiscal, el desorbitado gasto público y el elevado coste del estado de bienestar socialdemócrata, europeísta, que según noticias de hoy ya supera el coste de antes de la crisis, o sea, 60.000 de euros. Y sigue el gasto y sigue la presión fiscal y sigue la caída del poder adquisitivo y sigue el descenso demográfico y sigue el deterioro social de la familia y siguen las muertes por violencia de género. Y por encima de todo ello, sigue el desgobierno que experimenta el ciudadano ante el problema catalán, el vasco o el navarro. Todos muerden la mano que les da de comer. Así, TV3 o el próximo Canal del País Valencia, reciben ayudas y dineros de un Ministerio en poder de un nuevo “ministro talegas”, rememorando a su antepasado, ministro de la Guerra, Santiago Méndez de Vigo, Este ínclito ministro con una "razonable suma de dinero" — tres sacas o talegas repletas de onzas de oro—, marchó a La Granja para solventar, mediante soborno, una sublevación. Los insurrectos cogieron el contenido de las talegas, musitaron “Viva La Pepa”, y prosiguieron con su insurrección, sin problema alguno. Pues, por lo visto su ministerial descendiente sigue la estela y riega a un foco de insurrección, de propaganda separatista como el programa “Polonia” y a su director, sin merma de vergüenza alguna.

Ejemplos son que ilustran la deriva de un gobierno que, estúpidamente, ha perdido la iniciativa. Y la razón de tal falta de dinamismo, no es fruto de la incapacidad o desgana de los ministros y secretarios, sino de la inexistencia absoluta de proyecto político, más allá de la macroeconomía, la política bancaria y el mandato direccional de Bruselas. Todo es economía para el gobierno, mientras una nueva corriente está surgiendo en la vieja Europa. Una corriente ideológica que, sin gustar en absoluto a Bruselas, va cogiendo fuerza y gobierno en los países del centro de Europa. Reducir impuestos, impulsar la economía familiar, reducir la inmigración ilegal, incentivar la natalidad mediante cheques bebé, deducir el IRPF a las familias con hijos, aliviar la presión fiscal a las empresas y sociedades, poner coto a las ayudas sociales incluidos los inmigrantes, buscar la excelencia en la educación, recuperando programas educativos que incentiven la lectura, la aritmética, las humanidades, con especial incidencia en la lengua oficial del país. Y, quizás por encima de todo lo anterior, algún gobierno se ha atrevido a anunciar una Ley de Docencia que establecerá “sistemas concretos y efectivos de valoración de rendimientos de los profesores que determinarán a su vez los salarios”, con “reglas claras sobre formación continua y eficiencia con amenaza de despido”. Da la impresión que, una parte de Europa no acepta el “aprobado por ley” impuesto por los socialdemócratas e intocado por los populares. Un mandato legal que obliga a algún Juez a establecer, a niños de más de diez años, como condena el aprender a leer y escribir.

Augusto impuso sanciones a las romanas que no se hubiesen casado a los veinte años de edad y a los varones que no lo hubiesen hecho a los veinticinco. También se intentó promover la natalidad: Julio César ofreció tierras en el 59 a.C. a los padres de tres o más hijos. La Unión Europea, no lo considera necesario. Para los Comisarios es más conveniente importar trabajadores no comunitarios, que fomentar la natalidad entre los ciudadanos europeos. Roma también lo hizo con las tribus “bárbaras” y parece que no fue una política demasiado acertada visto el resultado final. Los actuales “guardias pretorianos” bruselenses, no han leído a Julio Cesar, ni muchísimo menos al británico Edward Gibbon. Sin embargo, una parte de Europa sí desea recuperar el “numen” y que las virtudes cívicas retornen a sus calles y plazas. Mas esa política y sus políticos no son del agrado de los Juncker y demás sectarios, que la califican de fascista o de extrema derecha. A ellos, los políticos que les encantan son los progresistas que adornan las cúpulas de las parroquias cristianas con la media luna islámica, como en Castellón. Eso sí les “mola”.

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