La semana pasada el Tribunal Penal Internacional para Yugoslavia, con sede en La Haya, dictó la sentencia del juicio contra el último de los grandes criminales responsables de atrocidades durante las guerras yugoslavas de los años 90 del siglo pasado y primeros del presente, Ratko Mladic, conocido como el carnicero de los Balcanes, “honor” que comparte con su compinche Radovan Karadzic, a quien también se le aplicado en ocasiones el mismo apelativo.
Se trata del último proceso que quedaba pendiente en el tribunal, que se disolverá en diciembre. Ha sido el último tribunal penal internacional especial, ya que desde 1998 es el Tribunal Penal Internacional (TPI), también con sede en La Haya, el que se encarga de la persecución de los crímenes de genocidio, de guerra y de lesa humanidad. Los casos que queden pendientes de las guerras yugoslavas pasarán al TPI.
Los magistrados han considerado a Mladic culpable de un total de diez cargos de genocidio, crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad, los más conocidos el sitio de Sarajevo y el genocidio de Srebrenica y le han sentenciado a cadena perpetua. Por los mismos cargos el tribunal ya sentenció a Radovan Karadzic, el jefe civil de los serbobosnios, a 40 años. No conozco los pormenores de la sentencia y, por tanto ignoro, la razón de la diferencia entre ambas penas, que en la práctica, dada la edad de ambos, es irrelevante, pero quizás se deba a que Mladic, en su calidad de jefe militar, ha sido considerado el responsable último y directo de las masacres.
En las guerras de Yugoslavia hubo muchos carniceros y criminales, serbios, croatas y bosnios musulmanes, así como también albaneses en el conflicto de Kosovo, pero sin duda la máxima responsabilidad la tuvieron los serbios, contrarios a la desintegración de Yugoslavia y que, una vez constataron que era inevitable, diseñaron un plan de anexión territorial y limpieza étnica de los territorios croatas y bosnios donde había población serbia, cuyo máximo adalid fue el presidente serbio Slobodan Milosevic y cuyos ejecutores fueron líderes civiles y militares de los territorios concernidos.
El propio Mladic actuó primero en Croacia como alto mando del ejército yugoslavo, participando en la campaña de la denominada Eslavonia Occidental, territorio de mayoría serbia en la Dalmacia croata, contribuyendo decisivamente a la victoria militar de los serbios, que proclamaron una república con capital en Knin y expulsaron a los habitantes croatas del territorio. Al cabo de unos años Croacia recuperó toda la zona y entonces fueron los serbios los expulsados. Tras la declaración de independencia de Bosnia-Herzegovina, los serbios del país proclamaron al República Serbia de Bosnia, con Karadzic como presidente y jefe del gobierno y Mladic como jefe militar y los dos y Milosevic diseñaron el plan de conquista y limpieza étnica de los territorios de mayoría serbia y de aquellos que conectaran todos ellos y los de Croacia, a fin de crear la Gran Serbia y a ello se dedicaron con saña y ferocidad.
Sin duda, el entonces presidente de Croacia, Franjo Tudjman, también antiguo general del ejército yugoslavo, tenía asimismo apetencias territoriales. Siempre se ha sospechado que tenía un acuerdo con Milosevic para repartirse Bosnia, apropiándose Croacia de la franja occidental, la Herzegovina, limítrofe con la Dalmacia, de población croata y dejando el resto para Serbia. En ese contexto, algunos militares croatas también cometieron crímenes e intentos de limpieza étnica, aunque no llegaron a los extremos de los serbios.
Tudjman debió haber sido juzgado por el tribunal, pero murió antes de que se iniciara ningún proceso contra él. Alguno de sus colaboradores, como Ante Gotovina, sí ha sido juzgado y condenado. Milosevic sí fue detenido, pero murió en prisión preventiva antes de llegar a ser juzgado. En este sentido es sobrecogedora la imagen de mujeres bosnias musulmanas, madres, hermanas e hijas de los varones asesinados por Mladic y los suyos en Srbrenica, más de ocho mil, en una entrevista en televisión, en la reconocían que rezaban cada día por la salud del carnicero, en la esperanza, claro está, de que no muriera antes de ser juzgado y condenado, como pasó con Milosevic.
El tribunal ha acabado su tarea y lo hecho bien. La condena de los genocidas es una reparación necesaria para las víctimas y un cierto consuelo para los supervivientes, pero quien no acabó bien su tarea fue la comunidad internacional, especialmente la UE, la OTAN y la ONU. La paz de Dayton no ha traído reconciliación ni estabilidad, porque no supuso la detención y el castigo inmediato de los culpables y consolidó de hecho muchas de las ganancias territoriales obtenidas mediante la guerra y la limpieza étnica, con lo que las poblaciones desarraigadas, especialmente los bosnios, no han podido recuperar sus casas y no han obtenido, por tanto, reparación. Por otra parte, ha condenado a los serbobosnios y a los serbios en general a ser los apestados de Europa, lo que, lejos de moverles a hacer examen de conciencia y reconocer sus desmanes, ha reforzado aun mas el sentimiento de sacrificio, de martirio de una gran parte de la población.
Mientras en Serbia y en la república serbia de Bosnia se siga considerando a sus criminales como héroes nacionales por un gran porcentaje de ciudadanos la reconciliación no será posible y los Balcanes yugoslavos seguirán siendo un área de inestabilidad permanente en el sureste de Europa. Y la UE debe actuar con sumo cuidado en lo que respecta a la posible integración de estos países. Eslovenia y Croacia ya forman parte de la Unión, pero eran las dos repúblicas yugoslavas cuyas poblaciones ya eran homologables a los estándares europeos y su asociación, por tanto, ha sido relativamente sencilla, no en vano ambas siempre fueron parte del imperio Austrohúngaro. En cambio, Serbia, Bosnia, Montenegro, Macedonia y Kosovo son países inestables, con graves problemas económicos, sociales y de corrupción y que están muy lejos de los requisitos mínimos para poder entrar en la Unión.
Debemos ayudar y asesorar a estos países para que vayan saliendo del marasmo y puedan acabar integrándose, pero solo cuando estén realmente preparados y tras todo el tiempo que sea necesario. Las prisas son malas consejeras y tenemos el ejemplo de la asociación acelerada de los países del antiguo Pacto de Varsovia, que ha tenido consecuencias nefastas para la cohesión, la estabilidad y la misma esencia de la UE.