La situación en el seno del PSOE es de guerra total. Tras el desastroso resultado cosechado en las elecciones autonómicas del pasado domingo 25-S en Galicia y Euskadi, la respuesta del secretario general, Pedro Sánchez, ha sido la huida hacia delante y en lugar de asumir su responsabilidad y dimitir, ha optado por convocar un congreso y forzar unas primarias para así, con el respaldo de la militancia, doblegar a los críticos e intentar formar gobierno pactando con otras fuerzas políticas. Ante este órdago, 17 miembros del comité federal presentaron el miércoles su dimisión de este órgano para provocar el cese de Pedro Sánchez y su sustitución por una gestora, pero el secretario de organización del PSOE, César Luena, niega la mayor y pretende reunir al comité federal sin los miembros dimitidos para que convoque un congreso extraordinario, pese a que se escuchan voces que argumentan que ya no hay ejecutiva del PSOE y que ni Sánchez es secretario general y Luena el secretario de organización. Como se puede ver, la guerra es total y fratricida en las filas socialistas. El partido está roto en dos y no hay posibilidad de reconciliación.
A la espera de cómo se desarrollan los acontecimientos, hay que admitir que Pedro Sánchez está llevando al partido líder de la oposición a una situación de ruptura interna nunca vista en las filas socialistas. Sánchez quiere ampararse en la militancia para no permitir un gobierno de Mariano Rajoy, legítimo vencedor de las elecciones. Pero no alcanza a comprender que pese a que pueda tener la militancia de su lado (cosa que está por ver), el PSOE no tiene de su lado al electorado y pierde apoyos elección tras elección. Así las cosas, plantear como él ha hecho, que Susana Díaz (la líder andaluza) debe manifestar si apoya un gobierno de Rajoy es torticero porque lo que él debe aclarar -y lo que muchos barones territoriales no quieren de ningún modo- es que Pedro Sánchez pacte con nacionalistas e independentistas para ser investido presidente del Gobierno con tan solo 85 diputados propios. Esta circunstancia pondría al PSOE en manos de los independentistas que ayer mismo y en el Parlamento de Catalunya, han anunciado un referéndum de autodeterminación unilateral dentro de un año.
Hay una parte del PSOE al que le da igual pactar con independentistas y otra parte a la que no le da igual y que prefieren permitir la investidura de Rajoy antes que admitir referéndums de autodeterminación o cualquier otra contrapartida que suponga facilitar la ruptura del marco constitucional. Esto es lo que debe dirimir el PSOE y ante una eventual -y cada vez más cercana- repetición de las elecciones generales, el PSOE las afrontará completamente roto y sin líder legitimado, lo que garantiza un nuevo descalabro que esta vez coloque al partido al borde de la irrelevancia política. Y todo gracias a Pedro Sanchez y a su poca altura de miras, más preocupado en sí mismo que en España.