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Los incendios mediaticos

Por Julio Fajardo Sánchez
jueves 21 de agosto de 2025, 13:35h

Los incendios repiten el mismo modelo de utilización política que las inundaciones de Valencia, provocando que la gente se harte de este discurso inútil que no lleva a la solución de los problemas. Tanto los estrategas de Moncloa como los de Génova se equivocan si creen que van a obtener renta electoral con eso. Se culpa al viento, al calor y a otras cosas que no controlamos, para tratar de imponer un supremacismo ideológico que no nos conduce a ninguna parte.

Cuando algo se quema o se inunda siempre hay un culpable, pero ese señalamiento jamás produce los efectos electorales deseados. Las encuestas de Valencia no advierten de un desgaste de los actuales administradores de esa Autonomía, igual que las campañas del Prestige o la invasión de pellets en las costas gallegas provocó las mayorías absolutas del PP. Margarita Robles ha dicho que el fuego se apaga si cambia el tiempo. En ocasiones esta también sucede cuando ya no quede nada que quemar. Los animalistas se quejan de que nadie hable de los animales quemados. Hay quienes hablan de los lobos y los osos de los bosques de las regiones del norte y otros lloran por la pérdida de cerezas en el valle del Jerte. Se dice que la culpa es de la desprotección y, al mismo tiempo, de los efectos de la excesiva protección.

Se quema el mundo rural, la España vaciada, el refugio romántico para los que huyen de las ciudades y tienen la suerte de teletrabajar. Mientras tanto, los negacionistas se reúnen en las barras de los bares para culpar a la política woke de todo lo que ocurre. Una oleada de fracaso asola a Europa, y España no se libra de la catástrofe. Algunos dicen que se han pasado veinte pueblos y ahora están pagando las consecuencias.

Es muy fácil ver a los incendios desde los despachos, y a las crecidas de los ríos desde las plataformas de marfil de los planificadores. La culpa de todo la tiene el cambio climático. No digo que no, pero algo más que eso tendrá que haber, digo yo. En fin, seguimos con lo mismo. Para qué cambiar. Todo se arregla con un pacto de Estado, como la vivienda, pero de algún sitio habrá que sacar el dinero. Europa no es un saco sin fondo y nosotros no tenemos ni siquiera la capacidad de aprobar unos presupuestos.

Decían de un político de la restauración que era como las bombas: no hacía daño sino donde caía. En táctica militar, el mejor refugio para un soldado es el cráter que deja la explosión de un proyectil, porque es muy poco probable que otro vaya a caer en el mismo sitio. Con la tierra quemada sucede igual: es imposible que vuelva a quemarse. Pero la política sigue cautiva de los argumentos innecesarios, y continúa desplegando las mismas tácticas que no le funcionaron en otras ocasiones. Un fuego apaga a otro fuego, igual que una noticia desfavorable o un escándalo, que la prensa se encarga de introducir en el olvido. Ya nadie se acuerda de cómo empezó todo esto. Se aprueban leyes de memoria pero se ejercen estrategias de desmemoria.

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