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No todos los caminos conducen a Roma

Por Julio Fajardo Sánchez
viernes 25 de abril de 2025, 16:08h

Por qué Sánchez no va a Roma. Napoleonchu, su fiel escudero, dice que es una cuestión de protocolo y que no es costumbre que el Jefe del Estado y el presidente del Gobierno coincidan en estos actos. Miente el ministro como es habitual en cualquier miembro del Ejecutivo, sea de plantilla, sea coaligado o sea medio pensionista, porque las hemerotecas están ahí para demostrar lo contrario, a menos que se haya instalado una norma de última generación a partir del funeral de Valencia o la reinauguración de Notre Dame.

España no es un país presentable en Europa, al menos navega a contracorriente en los usos de la política de la Unión, como ha quedado demostrado en acontecimientos recientes marcados por la unilateralidad. Da la sensación que la división en bloques se ha extendido más allá de nuestras fronteras, donde nos hemos convertido en una excepción a la hora de exhibir pactos, llamemos progresistas. Todo lo que aquí sucede es de puertas adentro y nadie es capaz de homologar esa situación actuando solo con los excesos de la propaganda local. China, Venezuela, Palestina son ejemplos de nuestra pertenencia a contrapelo en el ámbito occidental.

Sánchez no va a Roma porque no quiere exponerse al rechazo de sus socios, sin darse cuenta de que con su actitud solo consigue aumentar el aislamiento de nuestro país con las instituciones tradicionalmente democráticas. Por eso no va a Roma y prefiere Pekín antes que alinearse con una fachosfera que convive y que se asocia en otros lugares. Sánchez no va a Roma porque quiere fijar los límites donde se mueven sus ambiciones políticas, como si estuviera preparando una salida que significara el divorcio con el mundo al que siempre hemos pertenecido y que durante tantos años deseamos pertenecer. Sánchez no va a Roma para poder seguir diciendo que los viejos de su partido están fuera de lugar, pasados de moda, después de la revisión a la transición democrática llevada a cabo por Zapatero. Sánchez no va a Roma por todas estas cosas y por algunas más que se me escapan, aunque de algo estoy seguro: sus seguidores fanatizados aplaudirán su decisión y otros lo lamentarán el día que se den cuenta dónde los está metiendo realmente, o de dónde los está sacando, que viene a ser lo mismo.

He notado un cierto giro en la prensa que ya no está por justificar según qué cosas. Juliana habla de esto hoy, y la denuncia de 400 contratos de suministros militares con Israel, tanto en El País como en La Vanguardia, sus feudos informativos habituales, así lo indica. El problema es que el recrudecimiento de estas cuestiones nos conduce a un mayor estado de incertidumbre y a la posibilidad de reacciones imprevisibles y peligrosas. Esto me resulta más preocupante que las imputaciones judiciales y que los casos de corrupción, porque si entramos en un proceso involutivo es difícil salir. Por eso me inquieta que Sánchez no vaya a Roma a despedir a un papa al que dice que tanto quería.

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