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No sin ellos

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 27 de julio de 2023, 06:00h

Tengo, en este momento, a mi espalda una imagen del P. Pío de Piedrenchina. En la mayoría de los hoteles de San Giovani Rotondo ocurre lo mismo. Es la figura que convoca a todas las personas peregrinas que vienen a este lugar. Escribo mientras espero que se reúnan los miembros del grupo para subir al Santuario donde está enterrado este Capuchino santo y místico que dejó una estrella de hijos e hijas espirituales que han mantenido de manera extraordinaria su memoria hasta ahora.

Esta tarde volvemos a subir al Santuario. Ayer ya estuvimos. Quisiera compartir con los lectores la paradójica impresión que me llevo. Su celda era muy sencilla, casi pobre, pequeña y muy humilde. El Santuario es una inmensa obra de arquitectura moderna donde caben 5.600 personas. Solo las cartas que recibió durante un año están expuestas en una inmensa pared, cartas que contestaba individualmente -decía la guía que nos las mostró- con la ayuda políglota de su ángel de la guarda. Lo más grande que salió de sus manos y de su intención fue un inmenso hospital para pobres que, en la actualidad, administra el Vaticano manteniendo el ideal primigenio que le dio el padre Pío de cuidado física y espiritualmente a cuantos sufre y carecen de medios.

Paradoja por la magnificencia de su tumba y enterramiento. Sin duda, un exceso de cariño y de delicadeza de quienes han heredado su espiritualidad y carisma franciscano. Pero cuando uno muere ya no es dueño de lo que hacen con nuestros restos. Acaba entonces nuestra capacidad de decidir. Podemos tener intenciones, pero ya serán otros los que tomen las decisiones.

Me llamó la atención una representación escatológica en la que el P. Pío está frente al Señor, en la Gloria, pero con un pie aún en este suelo temporal. La explicación nos recordaba su intención de que no entraría hasta que no lo hicieran todos sus hijos e hijas espirituales. Si aquellos que queremos no disfrutan de lo que deseamos, nosotros tampoco disfrutaremos sin ellos. Este detalle es un monumento a la empatía espiritual que es el aspecto que más me ha llamado la atención de esta figura religiosa del catolicismo contemporáneo. Un “no sin ellos” que repetía y que seguro Dios le habrá escuchado y tenido en cuenta en su inabarcable misericordia.

Esta tarde, relativamente libre en este viaje organizado, estaré allí, de nuevo, poniendo delante de su intercesión a cuantos tengo anudados a mi labor y servicio en todos los sentidos. Así que les llevo conmigo esta tarde a ustedes, pacientes lectores semanales que me hacen el regalo de su fidelidad. Él les conoce bien y sabrá pedir por lo que cada cual necesita aliviar en su vida.

Me llevo, pues, en el corazón esa súplica al Señor que quiero hacer mía: “No sin ellos”. Es de una sencillez y elegancia extraodinaria que nos sitúa en el vagón de cola y como digno capitán que se niega a abandonar el barco hasta que todos los marineros lo abandonen previamente. ¡Qué bueno saber que alguien pide a Dios por nosotros!

Disculpen que este artículo que comparto esté tan empapado en experiencia cristiana y vitalmente afectada por la peregrinación, pero bien vale la pena que comparta con ustedes este detalle, este regalo, que experimento en medio de un calor insoportable en este sur de Italia, junto a la costa del Adriático.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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