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Las personas son tan iguales como diversas

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 09 de febrero de 2023, 05:00h

Cuando Tomás de Aquino citaba a Aristóteles no solía decir su nombre, sino indicar que el pensamiento que citaba era “del Filósofo”. Tal era la consideración que este dominico medieval tenía del filósofo griego y pagano. Llama la atención que un Fraile medieval valorara de esta manera tan extraordinaria de un filósofo no cristiano. El “filósofo”.

Para Aristóteles, “la virtud es una disposición voluntaria adquirida, que consiste en un término medio entre dos extremos malos, el uno por exceso y el otro por defecto”. El equilibrio entre extremos es la búsqueda debida. No siempre se trata de la mera equidistancia, porque en ocasiones hay que radicalizar posturas cuando está en juego valores y derechos fundamentales de las personas. Pero huir de los extremos viciados es la regla de oro de la decisión virtuosa.

Gracias a Dios asistimos a un movimiento social de búsqueda de la igualdad. Se promueve que las empresas y entidades posean un Plan de Igualdad. Que entre hombres y mujeres no haya discriminación alguna y que se dé una clara y firme decisión de promoción de la igualdad entre hombres y mujeres. Bendito sea Dios que nos hizo hombres y mujeres, y que nos hizo, a ambos, a su imagen y semejanza.

A la vez, y buscando también los derechos de las personas, se promueve la diversidad y la inclusión en la vida social independientemente de las diferencias de cada persona. Y ese reconocimiento es vital; porque somos tan iguales como diferentes. Tan extremo y viciado es el igualitarismo como la segregación. Extremos viciosos de una virtuosa acción social que pretende la vida social sana y equilibrada.

Nadie es igual que yo. Yo no soy igual a nadie. Nadie es superior a nadie. Cada uno es peculiar, distinto, diverso, peculiar. Las diferencias son dignas de ser respetadas, como es digna de ser respetada la igualdad de derechos y deberes en medio de la sociedad. Somos iguales y somos distintos. Y cuanto tenemos de iguales nos fortalece, y cuanto tenemos de distintos nos fortalece.

Parafraseando el libro del Génesis se suele decir que Dios nos ha hecho en “serio”, no en “serie”. Un pensamiento único y una mentalidad indistinta la prefiere el mercado, pero si en el centro de nuestra preocupación está la persona, las diferencias no son el problema.

La mentalidad totalitaria es alérgica a la diversidad, porque es incapaz de buen diálogo, profundo y riguroso; como quienes se enriquecen en las aguas turbulentas de la dispersión y disgregación es alérgica al marco de igualdad fundamental entre las personas.

Las personas son tan iguales como diversas. Ya decía Heráclito que nos bañamos dos veces en el mismo río.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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