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La muerte es un tema serio

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 03 de noviembre de 2022, 08:00h

La muerte y el morir, que no es lo mismo exactamente, es un tema serio. Seguro que por esto, por su seriedad y trascendencia, por el misterio en que se encierra, es fácil utilizar el argumento del chiste y del humor para suavizar la dureza con la que se suele masticar esta realidad. Morir es un verbo conjugable. Quien muere podrá conjugarlo en futuro, pero no en pasado. Es un tema serio el tema de la muerte.

La conmemoración de los fieles difuntos que hacemos los cristianos el día 2 de noviembre, envuelta en visita a los cementerios y la decoración de las tumbas de los seres queridos nos recuerda que se trata de un tema importante. La cadena de sucesión que tiene la vida y que nos hace deudores de padres y abuelos, se mantiene en este gesto de recuerdo y memoria socialmente relevante.

La seriedad de este tema es, sin duda, lo que ha hecho que se extienda como la pólvora cultural, el aparente juego con su fealdad disfrazando la vida de muerte y dándole ocasión a la muerte de ser objeto de humor, al menos de susto. Y hemos cambiado aquellas tradiciones de “finados” del “pan por Dios”, en el juego infantil de “truco o trato”. Pero, aun en medio del juego, al que la mayoría deja jugar a sus hijo a la vez que le sustraen de visitar el tanatorio en la muerte de sus abuelos, sigue siendo un tema serio. La muerte es un tema muy serio, porque es definitivo. Porque no admite corrección. Como cuando se entrega un examen y salimos del aula, o como cuando subimos una tarea al campus virtual y nos recuerda el programa si estamos decididos a la entrega definitiva. Es un tema serio, la muerte.

El miedo, a veces la angustia, ante ese paso, es razonable. Los cultos funerarios son una de las huellas de la humanización de la sociedad. Dejamos de ser una manada cuando, en cueva, en pira o en tierra, hicimos algo con el cadáver de nuestros seres queridos. Y la inmensa mayoría de las experiencias culturales antiguas y presentes, barruntan que tras el muro que separa a los vivos de los difuntos, algo se esconde que desconocemos. Y ante esa expectativa, se despierta la esperanza o el vacío trágico.

En cualquier página web en la que busquemos las dimensiones de la condición humana, de una manera o de otra, en una escuela psicosocial u otra, se suelen repetir las cuatro dimensiones siguientes: la física o biológica; la psicológica o mental; la emocional, interpersonal o social; y, por último, la espiritual. Dicho de otro modo menos académico: somos cuerpo, mente, relaciones y apertura a la trascendencia. Y con estas cuatro dimensiones nos enfrentamos al presente y nos enfrentamos al serio tema de la muerte.

La dimensión espiritual es la que apela en nosotros a buscar, encontrar y afinar el sentido de la vida, la razón del existir, la temporalidad y nuestra participación en el devenir de la historia.

Para quienes hemos aceptado el testimonio de Jesús de Nazaret, y de aquellos que le escucharon, le vieron resucitado, y nos dijeron que es posible, incluso aquí, el encuentro espiritual con Él, este serio tema se contempla con esperanza. No importa que experimentemos la angustia del Huerto de los Olivos ante su certeza inevitable, si en el fondo del corazón late la esperanza de la resurrección de la carne.

Es un tema serio la muerte.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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