www.canariasdiario.com

Sonetos 2 - Timidez 0

Por Daniel Molini Dezotti
domingo 04 de junio de 2023, 06:00h

Disfruto de un amigo que tiene una cualidad y un defecto, probablemente tenga muchísimas, me refiero a las cualidades, pero en este momento me interesa sólo explayarme en una: su amor por la literatura.

Escribe bien, admira a poetas y trabaja para transformar sentimientos en belleza.

Me enteré que ocupaba mucha de sus horas de insomnio pensando en fórmulas para transformar paisajes, recuerdos, emociones, a veces luces, a veces tinieblas, en versos de once sílabas.

Si, endecasílabos, madrugada tras madrugada, contando estrofas de cuatro o de tres versos, atrapado en ese alfabeto de signos caprichosos para construir sonetos, desde tiempos en que un tío amadísimo le enseñó a "modelarlos", con la materia que el cariño es capaz de transmutar en pasión.

Nos conocimos en la Facultad de Odontología, cuando ambos enredábamos cabellos largos, él más que yo, y utilizábamos delantales blancos, que se fueron convirtiendo en batas más cortas conforme crecíamos en conocimientos. Al final nos terminamos pareciendo, por lo menos en la forma de vestir, a maestros y colegas.

En el año 1974, cada uno con su diploma debajo del brazo, regresamos a los sitios donde nuestras familias y el futuro profesional nos esperaba, dispuestos a colgar en algún lugar de privilegio el preciado título, un documento con filigranas y escrito con letras gordas, firmado por autoridades que no nos conocían, y a pesar de eso certificaban que sí, que éramos odontólogos, capacitados para ejercer la profesión, al principio con el corazón acelerado.
Lejos de nuestros pueblos de origen, mi amigo abordó un tren, ¿o sería un autobús?, rumbo a San Cristóbal, provincia de Santa Fe, República Argentina, un lugar del que no podría precisar su población, ni la que tenía antes, tampoco la que tiene hoy.

Llegó para quedarse, convirtiéndose . Iba a escribir "... convirtiéndose en una referencia para sus vecinos, alguien trascendente en la localidad, o modelo de comportamiento digno de imitar", pero hubiese mentido.

No estaba allí para testimoniarlo, tampoco ahora, pero él sí, sigue en el mismo lugar, querido, respetado, así que todo lo que podía haber dicho y no dije, se terminó corroborando.

Pasaron 47 años, ¡sí pasaron!, ¡más que rápido volando!, y sin saber nada uno del otro, nos volvimos a encontrar, también con otros compañeros.

Que nadie intente resumir casi medio siglo en un rato de conversación, es imposible, como llegar con el impulso de un estornudo a la constelación de Orión.

Aquella reunión se prolongó en charlas digitales, que todavía continúan, donde cada uno se expresa como quiere, recuerda, critica, se alegra, discrepa. No hay moderadores, y tanto la música, como la literatura, el devenir de la política, el pasado y también el futuro, ¿el futuro?, ¡sí el futuro!, ocupan buenos lugares.

Alguno ya pasó por este lugar de historias impresas, como Oscar y su almanaque. El que traigo hoy, el de las cualidades y defecto se llama Eduardo.

¿Dije que escribía por las madrugadas?, ¿dije que busca versos hasta debajo de las piedras? ¿Y que persigue rimas asonantes? No, eso no lo dije, porque dije que construía sonetos y si lo hubiese dicho habría pecado de redundante.

Alguien podría preguntar que hace con las composiciones, pues nada, las piensa, les da forma en un papel, las tacha, corrige, las lee en voz alta y cuando considera que ya se pueden llamar poemas, los transfiere a otro papel, esta vez utilizando una máquina de escribir legada por sus ancestros.

Y luego, como hacen muchísimos creadores dispersos por el mundo, mucho más ecuánimes e inteligentes que servidor, también menos atrevidos, los archiva en una carpeta hasta que comienzan a amarillear.

De vez en cuando los revisa, piensa que son malos, los vuelve a guardar. Si se levantó con el pie derecho o las ganas triunfan - por un rato- la lucha que mantienen contra el pesimismo, es capaz de mostrar, por ejemplo, uno titulado "La Amistad".

"La amistad es pureza en sentimiento, / algo abstracto, tal vez, que en su pureza / purifica aquel que la profesa / en alma, corazón y pensamiento.

La amistad no es casual / ni algún evento / que de pronto se encuentra o se tropieza. / Es el alma y el tiempo, con justeza / que van dando a tu mente, entendimiento.

Porque mente, despacio, va anotando / los avisos que tu alma transmitía / como se fue, el amigo comportando.

Ya muy tarde comprende la injusticia / que contigo, tu amigo, cometía. /¡Pero el alma ya llora cuando enjuicia!"

De tanto en tanto los ánimos, el empeño del grupo, más que invitarlo le exigen que nos regale otro. Entonces visita el almacén donde duermen, los despierta, saca una foto y la adjunta, con una notita donde pide disculpa, o perdón, o se excusa por la intromisión.

Así sucedió con "Plenitud": "Si reflejas tus ojos en espejo / y el reflejar sostienes tu mirada / sin dudas, sin temor ni avergonzada / por esos ojos que te da el reflejo;

Ya tienes un motivo de festejo / pues tu alma se siente motivada / por la limpieza de ella reflejada / desde lo hondo del ser, desde tan lejos

Que se pierde en la historia de tus genes / en que honra y honor de tus mayores / era el blasón más grande de sus bienes.

Mirada pura, espíritu en calma. / te librarán de penas y dolores / y darán la paz que anhelaba tu alma."

Intentamos convencerlo de que tenía material suficiente para completar un poemario, que debía reunir su producción, ordenarla, y publicarla, no para satisfacer ningún culto al dios del ego, si no porque representaba valores, eran importantes para sus amigos, su familia, su comunidad.

Hasta este punto hablé de virtudes, ¿y el defecto?, su timidez, que me impide decir su apellido: Montel de la Roche.

"Desgraciado ese tiempo que nos cambia / la risa fácil de niñez pasada, / la ilusión juvenil de lo futuro / que el tiempo lo convierten añoranza." Sí, del mismo, Eduardo Montel de la Roche, perdón, se me escapó su identidad.

¿Te ha parecido interesante esta noticia?    Si (0)    No(0)

+
1 comentarios