Ahora en España ha nacido un movimiento que deja en pañales al “Me too”. Se llama “Se acabó” y lo ha fabricado el presidente Sánchez, en funciones, para salir al paso de la imposibilidad de suspender a Rubiales por no disponer de los reglamentos pertinentes. Los jueces del TAD han dicho que la falta del pico no es muy grave y deben tener razón porque todavía no les han llamado machistas. Para zanjar el asunto se ha contrapuesto el “Se acabó” al “No voy a dimitir” y la frase ha corrido por el programa de La Sexta Noche y por los periódicos de esta mañana. No cabe duda de que en el PSOE la comunicación funciona de manera extraordinaria.
La expresión es contundente pero no es original. Está sacada de una canción de María Jiménez y fue utilizada por un concursante de “Pasapalabra” para decir que ya no sabía ninguna más. Vamos, que ya no tenía nada más que decir. Sé que me acusarán de ser de Vox por escribir esto. Cuando la verdad escuece siempre se recurre a ese subterfugio.
El problema del “Se acabó” es que Rubiales sigue ahí para vergüenza de todos. Ya lo dije hace unos días: la cuestión consiste en cómo un tipo como ese llegó a ser presidente de la Federación que representa a España en el mundo del fútbol. Estoy pensando que la puerta de atrás tiene una coladera más grande que la verja de Gibraltar. Alguien ha clamado “Se acabó” cuando la cosa no se ha podido terminar, en parte por culpa de la negligencia del Gobierno que preside. El tema ha ido creciendo de forma imparable. Ya llevamos dos semanas hablando de lo mismo y con diferentes tonos. Desde las primeras prudentes palabras de Iceta y el frío saludo de Sánchez, casi como una cobra, hemos desembocado en un disparate provocado por el sobredimensionamiento.
Yo no elegí a Rubiales, ni era mi amigo, ni presumía de que era uno de los míos. Este personaje me molesta por su comportamiento borde, pero llegué a pensar que eso era normal, que era una plaga que había invadido el país y que, por el momento, era lo que estaba de moda. Me equivoqué. Rubiales es una auténtica cortina de humo que, de paso, viene a sacar a las feministas del Gobierno del atolladero en que las dejó la chapuza del solo sí es sí. Y ahora más, cuando queda en evidencia el que no se le puede echar porque alguien no ha tenido la previsión de actualizar la normativa. ¿Qué es lo que se acabó? ¿Se acabó la propaganda, se acabó el engaño?
Hoy se echan las campanas al vuelo declarando que somos los más feministas del mundo mundial. Lo repiten como loros la tropa de palmeros que inundan la prensa nacional, pero lo cierto es que Rubiales sigue ahí mientras algunos lo equiparan con los miembros de la manada. Nos estamos volviendo locos. Muy jodido debe andar lo de los pactos para que hayamos llegado a esto.
Me gustaría que el eslogan fuera verdad, que por fin acabáramos con esta pesadilla y volviéramos a la sensatez, pero esto no ha hecho más que empezar, no se ha acabado como dice Sánchez. Ahora le tocará a la fiscalía y someterán a Jenni al tormento por el que no quiere pasar. Primero falla un penalti, después le dan un pico que no le gusta y ahora pretenden convertirla en la heroína del “Me too” español, o de este “Se acabó” que los guionistas del presidente se han sacado de una canción de la viuda del Estudiante. Otra vez Curro Jiménez anda suelto por las calles, con esa forma esperpéntica que tiene de aplicar la justicia social.
Tengo que decirlo: el presidente se ha hecho un María Jiménez. Vamos a ver cómo acaba todo esto, porque la frase, por sí misma, no es capaz de darle carpetazo al asunto.