La fortuna de escribir en un medio que no conoce fronteras proporciona, a veces, respuestas gratísimas.
Esta vez, la satisfacción me llegó a través de una carta, donde una lectora fiel, que todavía no se ha cansado de mis “homilías” semanales, me regaló un artículo.
Lo mejor del caso es que el presente venía envuelto en delicadeza, como si en vez de ser lo que era, un regalo, hubiese sido una petición de favor.
En su texto explicaba algo cercano a su patria chica, el lugar donde vive, trabaja, y observa, y me participaba de un hecho con la finalidad de ver si se podía publicar.
Tardé muy poco en responder afirmativamente, porque mientras leía pensaba que las buenas nuevas deben compartirse.
Lo que sigue no es mío, es de la lectora fiel cuyo nombre no estoy autorizado a dar, aunque me encantaría. Solo diré que empieza con N, termina con A, tiene 3 sílabas y escribe con el entusiasmo que proporciona la juventud y las ganas de mejorar las cosas, en un momento en que parece que todo amenaza con romperse.
El texto comienza con una pregunta, a la que seguidamente da respuesta.
“¿Quién es Marta?
Marta es una mujer oriunda de la ciudad de Las Parejas (Provincia de Santa Fe, República Argentina) quien hace cinco años recibió la noticia de que iba a tener que enfrentarse a una enfermedad grave, de esas que no se saben cómo llegan y tardan en marcharse, pero su destino era vencerla y seguir adelante.
Quizás, sin saberlo en ese momento, unas de sus misiones en esta vida estaba por comenzar.
Con el tiempo consiguió recuperarse, y, en agradecimiento, comenzó a ocuparse de los demás, buscando la forma de ayudar a quienes más lo necesitan.
De tal modo, y sensible a las carencias de su entorno, instaló una especie de “restaurante” con el objeto de brindar a los chicos del barrio una merienda diaria, un modo amoroso de ayudar a quienes, por razones económicas o dificultad de acceso a sus hogares, carecían de esa posibilidad.
Poco a poco fue acondicionando su cocina, también su casa, para poder preparar los alimentos a más de
20 infantes y adolescentes, que regresaban a sus hogares, tras la merienda, con raciones para sus familias.
Cinco años después de la “inauguración” del establecimiento, sigue luchando, sustentando, incluso incrementando su labor social, tarea nada fácil en la República Argentina, donde el precio de las cosas aumenta día a día y cada vez son más los necesitados.
No obstante, es capaz de obrar milagros. Su alma generosa, entrega y empatía hacia los demás,
es mucho más fuerte, poderosa, que los acontecimientos que atraviesan el país, afectándole su labor.
Contando con la ayuda de otras personas, donantes, empresas de la ciudad, puede seguir apostando en un proyecto que crece día a día.
A partir de este año va a poder contar con un espacio propio. Los fogones de su casa, que se estaban quedando pequeños, van a poder descansar porque una familia, marcada con la etiqueta de “especial”, nunca tocada por el prestigio del reconocimiento e interesada por la labor de nuestra protagonista, quiso contribuir a la causa de la grandeza aportando una vivienda.
Marta, preocupada por el bienestar de los niños y adolescentes, se moviliza para conseguirles acceso a
distintos eventos culturales que se desarrollan en la localidad, como por ejemplo solicitar y conseguir en unos de los clubes de la ciudad, la temporada gratuita en la piscina de verano, para que los mismos puedan disfrutar de aire libre, de las risas, y de la amistad, contando con un espacio de recreo, tan importante para el ser humano en todas sus edades, más aún durante la infancia.
Seguro que cuando crezcan, con todo el porvenir difícil por delante, van a recordar y guardar en sus corazones las meriendas de Marta, los días compartidos, las tardes de salpicaduras, los amigos, el club, todas esas cosas que se marcan en la niñez.
Como si lo supiese, seguro que lo sabe, Marta ofrece amor, contención, ayuda, afecto y caricias para enfrentar la dificultad, complementando lo que falta, porque en esa etapa de la vida se está gestando el adulto que va a llegar."
La carta concluye con un agradecimiento y varios propósitos: “Para terminar, debería agradecer a todas las personas que, como Marta, luchan por un mundo socialmente más justo.
Si el planeta estuviese habitado por tantos corazones cómo los de ella no existirían merenderos, comedores, porque sin dudas se podría llegar a la igualdad social, todas las personas podrían satisfacer las necesidades básicas, evitar que en el siglo XXI gran parte de la población no pueda vivir dignamente, mientras que la riqueza excesiva se acumula en algunos sectores.
Eso habla de nuestro fracaso como sociedad, pero la finalidad de este escrito no es quedarnos con lo malo. Debemos seguir soñando, con la esperanza de que algún día el planeta va a estar habitado en su gran mayoría por corazones cómo los de Marta y tantas otras personas que, día a día, hacen de este mundo un lugar mejor.”
Por una vez debo aplacar mis ansias “explicatorias” firmando con mi nombre los postulados de mi lectora, que comparto en su totalidad.