Un tsunami es una ola gigantesca producida por un maremoto o una erupción volcánica en el fondo del mar según la RAE, aunque coloquialmente es una cosa que produce trastornos profundos e imprevistos en un entorno determinado.
El virus ha combinado las dos definiciones, ha cogido lo mejor de cada casa. Ha sido una de esas cosas que ha producido trastornos profundos e imprevistos alterando la vida cotidiana de millones de personas en el mundo, además de provocar una ola de dimensiones aún por definir en un entorno determinado, en este caso el económico.
Los cambios en nuestro día a día han sido importantes pero llevaderos y por un espacio de tiempo que aunque se ha hecho largo, ha sido corto. Otro cantar serán las consecuencias de la devastadora ola que se acerca a nuestras islas ante la atónita mirada de unos y la inconsciencia de otros. Miles de personas sin trabajar desde noviembre del año pasado y que con suerte y algo más de planificación, trabajaran a partir de la próxima primavera. Una situación sin precedentes y que cuyo resultado para desgracia de muchos será la dureza y crueldad de la nueva normalidad, la pobreza.
El daño está hecho, la ola se acerca sigilosamente encubierta bajo los encantos del verano, pero llegará y por mucho que venga el Rey a pasear palmito por el paseo marítimo y la calle del Jamón como quien recorre la zona devastada después de la catástrofe, cúbranse que esto no lo arreglamos con una foto de sus majestades.