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Ese polvo blanco

Por Francesca Jaume
lunes 15 de abril de 2019, 03:00h

Venga, no me negaréis que no se os pone una sonrisa en la cara cuando pensáis en ese momento de placer.

Ahora que se acercan días de fiesta, es casi como una necesidad. Sin ello no seríamos nosotros mismos. En la vida hay demasiados sinsabores como para renunciar a esos momentos de evasión de la realidad sumidos en un halo de felicidad.

Aunque hay que ir con cuidado con la cantidad. La báscula de precisión nos permite saber la cantidad exacta que nos meteremos entre pecho y espalda. Un exceso nos puede complicar la salud, pero un defecto nos amarga el momento porque nos resulta insuficiente.

Los médicos nos lo advierten: si en situación natural ya es malo para nuestro cuerpo, qué debe de ser esto que nos venden que consiguen que en sea más blanco que la nieve, más fino que la harina y más liviano que una pluma de oca.

Sabemos que crea adicción, y que muy probablemente después de tomar vamos a querer más y más. Intentamos autoconvencemos -sin estar muy convencidos-, de que no pasará nada y que sabremos aguantarnos la próxima vez que se nos ponga la ocasión por delante. Y sin embargo, sucumbimos como era de prever.

Somos de naturaleza débil. Por mucho que nos digan, sabemos que sólo se vive una vez, y que sin el azúcar glass nuestros queridos crespells no serían lo mismo.

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