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Paquito, neolepra, la principesa y el arqueólogo

Por Eduardo de la Fuente
domingo 28 de octubre de 2018, 05:00h

No diré que me haya dejado descolocado, ni perplejo, ni asombrado... La estupidez me deja cada vez más indiferente. No hay nada que hacer mientras tenemos una derecha cavernícola —no es que sean poco refinados, es que se han creído lo de la caverna y parece que les da miedo salir —, una ausencia de partido liberal, y una izquierda muy divine, otra sovietizante, otra de más izquierda que las otras dos, y unos indepes dispuestos a cargárselo todo para construir su paraíso de pesadilla.

De este segundo grupo que va del PSOE guay a los pedementecatos y similares voy a rajar un poco en primer lugar. Lo suyo es jeta de hormigón. Resulta que esta semana se han dado los primeros pasos en el Congreso de los diputados para despenalizar el delito de injurias a la Corona. Ahí han estado juntos el PSOE, Podemos y los indepes catalanes y vascos. Al mismo tiempo, el Ejecutivo de Pedro Sánchez —o de su copresidente, el macho alfa de Galapagar— anuncias la reforma del Código Penal para incluir como delito la apología del franquismo y de paso hacerle la puñeta a la Fundación Francisco Franco. Ambos son los penúltimos capítulos de esa forma de hacer política de la izquierda tontuna y el supremacismo nacionalista, algo así como «que le jodan al país y a los problemas de hoy, que aquí lo importante es cargarnos al Rey tirar a Franco del caballo aunque lleve 43 años muerto». Toma ya, justicia social. Veo a algunos compañeros de profesión empalmados como ciervos en la berrea —en esto, la mayoría de veces los lameculos son hombres— porque creen que no se repetirán casos como el de Valtonyc. Olvidan que al rapero cobardica se le condenó además por enaltecimiento del terrorismo y amenazas.

Respecto a lo del franquismo... Yo no voy a defender a Paquito, pero creo que si alguien quiere hacerlo está en su derecho. También hay gilipollas que se pasean con banderas de la hoz y el martillo, símbolos que, como todo el mundo sabe, tanta alegría han traído a la especie humana. Hasta Garzón de Izquierda Hundida se ha fotografiado bajo los caretos de Marx y Lenin, cosa que me parece bastante más grave a tenor de los millones de muertos que lleva a la espalda el comunismo. Si el asunto pasa por joder a la Fundación Francisco Franco, yerran el tiro. La Fundación ha editado valioso material bibliográfico para los estudiosos y los aficionados a la historia como también lo ha hecho, por ejemplo, la Fundación Engels ligada a la UGT. No creo que haya que cerrar ninguna de las dos. Y tengan claro Sánchez, Iglesias y toda la tropa que cuando prohíbes algo lo único que consigues es que genere más interés y crezca. Siempre hablan del peligro del fascismo cundo ellos son las verdaderas máquinas de fabricar fascistas. Hay mucha gente que está hasta los huevos de que les llamen fascistas, franquistas, españolistas, extrema derecha o lo que sea por pensar diferente. Hemos llegado a un estadio en el que comienza a haber personas que les da igual lo que le llamen y que llegan a aceptar la etiqueta porque están cansados de dar explicaciones.

A los que no hay que pedirle explicaciones, porque sería como preguntar a una merluza congelada por una reflexión sobre el pesimismo de la Generación del 98, es a los de la editorial Espejos Literarios. Estos mendrugos, a los que se les debería aplicar la sharia y cortarles las manos para que no perpetraran más aberraciones, han editado La Principesa.... No han tenido mejor idea que coger el clásico de El Principito de Antoine de Saint-Exupéry y reescribirlo en esa neolepra que es el «lenguaje inclusivo» . Miren, yo no soy fan de El Principito, pero joder, como escritor me revuelve las tripas que un hatajo de imbéciles profane el texto ajeno. Si quieren escribir chorradas, al menos que sean suyas. Así se definen estos angelitos normalizadores: «Espejos Literarios es un proyecto que pretende crear una literatura universal más inclusiva mediante la adaptación de obras al género femenino, a otras razas diferentes de la blanca o a otras orientaciones sexuales para que un mayor número de personas puedan identificarse más fácilmente con sus historias».

A ver, si para entender una historia o identificarte con el protagonista tienes que cambiarle el sexo o la raza es que eres gilipollas. ¿Acaso yo, por ser hombre, no puedo conmoverme con Cumbres Borrascosas de Emily Brontë? ¿O porque soy heterosexual no puedo entender el amor de Aquiles por Patroclo? Supongo, que soy blanco, tampoco entiendo Raíces de Alex Haley. Ya tardan los retarded de Espejos Literarios en reescribir Raíces, a ver si me ponen a un Kunta Kinte ario esclavizado por señorones sureños negros como el tizón. «Una alternativa a las obras tradicionales, te preocupas por la literatura y el lenguaje inclusivos, pero no quieres renunciar a las obras maestras», dicen... Menuda pandilla de tarados. Lo de destrozar libros de los demás no tiene perdón de Dios, de Alá, de Yahvé o de Godzilla.

¿A qué me pongo a reescribir el coñazo de El Capital y lo reconvierto en un manifiesto neocon? ¿O me pillo Mein Kampf y lo reescribo con lenguaje inclusivo, así como si Adolfo hubiera sido un jovencito rabino bávaro? Absurdo. ¿Verdad? Pues eso....

Por fortuna quedan personas dispuestas a escribir buenos libros, aún con el riesgo de que una pandilla de iletrados los pueda destrozar en el futuro. Esta semana estamos de enhorabuena porque Roman Piña ha publicado El Arquéologo (Ediciones del Viento). Y digo que estamos de enhorabuena porque apenas empezar a leerlo creo que es el mejor Piña hasta el momento. Y no, no es lisonjera. Ha presentado el libro y ha sido un éxito, un llenazo. Y en esta isla juntar a más de diez personas en la presentación de un libro es una proeza. Sé de lo que hablo. Es un asunto que daría para varias columnas de opinión. Pero esa es otra historia...

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