Si las predicciones de Stephen Hawking son acertadas, nos quedan unos 600 años para dedicarlos a dividir, juntar, agrupar, segregar Países y territorios; para conjurar banderas que nos identifiquen no vaya a ser que la mezcla nos estropee el traje de los domingos; para dilapidar, en definitiva, un tiempo maravilloso e irrecuperable en convertir en realidad la predicción.
No es la opinión de un futurólogo, ni una profecía barata. El físico teórico británico aconseja “ir audazmente dónde nadie ha ido antes” si lo que se pretende es mantener la especie durante otro millón de años. Y de ahí su “llamamiento a los inversores para que respalden los planes de viajar a la estrella más cercana fuera de nuestro sistema solar, con la esperanza de que un planeta habitable pueda estar orbitando” “Hawking apoya a Breakthrough Starshot,una empresa que se propuso alcanzar este sistema dentro de dos décadas usando un pequeño avión que podría viajar a la velocidad de la luz. "La nanocraft podría llegar a Marte en menos de una hora, o llegar a Plutón en días, pasar Voyager en menos de una semana y llegar a Alpha Centauri en poco más de 20 años". Si tiene éxito, una generación podría ver cómo esa sonda llega a la estrella”.
Personalmente me alivia que alguien dedique su tiempo al mañana más lejano porque si todos nos limitáramos a gestionar el presente o el futuro más inmediato no habría avances tecnológicos y dormiríamos todavía en cavernas. Es como si alguien nos hubiera diseñado tan distintos expresamente, como si fuésemos robots de ultima generación (es más, de una generación inédita), con funciones y capacidades completamente distintas entre unos y otros: la creatividad artística, el razonamiento filosófico, la brillantez científica… y ese terrible instinto de supervivencia que es el que al fin de cuentas nos va a destruir, porque a lo largo de la historia, cualquier justificación de un acto bélico ha tenido como punto de partida la protección de unos frente a otros.