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Santa Rita

Rita Barberá es inocente hasta que se demuestre lo contrario. Vale para ella, vale para todos los de antes, y para todos los que vengan. Hasta que se demuestre lo contrario. Lo dicen en el PP y lo dicen ahora en el PSOE con el caso de los ERE. Y no les falta razón.

En el caso de Barberá estamos asistiendo a un espectáculo mayúsculo y a la vez lamentable. La otrora tan admirada alcaldesa de Valencia (y con carnet número 3 del PP) se ha enrocado en su escaño del Senado y de ahí no la van a mover ni con agua puesta al 'caloret'. Rita Barberá ya debería estar fuera de cualquier institución. La sociedad española está tan dolida y asqueada por la corrupción que lo mínimo exigible ahora son gestos claros, contundentes y rotundos. Hay que hacer política y hay que hacer gestos.

Y hay una cosa que está encima de la política y de los gestos: la dignidad y la decencia. Si eres senadora por designación autonómica y todos los partidos del Parlamento Autonómico que te nombró pide a la vez que renuncies, sólo tienes un camino. el contrario al adoptado por doña Rita.

Al PP le ha faltado ascendencia sobre la exalcaldesa para convencerla de que debía dejarlo todo, con lo que Barberá aparece ahora como quien ha ganado el pulso a su ya ex partido. Y a Barberá le ha faltado el gesto muy decente de marcharse a su casa. Por muy inocente que sea. Seguro que es consciente -y eso es lo peor- de que su decisión de aferrarse al escaño del Senado no hace otra cosa que maximizar el escándalo. Puede que hasta le divierta.

Se maximiza el escándalo y se maximiza su nómina, que sube automáticamente en 2.300 euros al mes al pasar al Grupo Mixto. Y esto puede durar mucho tiempo porque, aunque tengamos terceras elecciones, Barberá es Senadora designada por el Prlament Valencià, lo que la mantendrá perenne pase lo que pase con la investidura en el Congreso.

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