¿Como puede ser posible que, a día de hoy, a menos de 15 días para las elecciones más importantes en la historia reciente de España y después de la retransmisión televisiva de los avatares políticos de los últimos 6 meses de campaña electoral de los partidos políticos, todavía las encuestas reflejen la existencia de más de un 30% de indecisos?.
Es un dato real, un dato cocinado o es la muestra palpable de que a la sociedad española la política en general, por mucho que se quiera hacer ver lo contrario, le interesa más bien poco?.
Resulta chocante, cuanto menos, que ante la polarización de la campaña electoral entre PODEMOS y PP, ante la más que previsible hecatombe del PSOE, ante la mirada atenta de toda la UE, el electorado no sepa o no quiera definirse respecto de su opción política a menos de 12 días para depositar el voto en las urnas.
Ello nos debe conducir a no pocas reflexiones respecto de lo que significa la política para la opinión pública, y que resulta evidente y urgente modificar la legislación electoral, por cuanto, la normativa actual genera desafección, desconcierto y apatía entre los votantes dado que los resultados obtenidos en las urnas no se traducen, necesariamente, en responsabilidades de gobierno. Es decir, que el que gana, no necesariamente acaba gobernando. Y esto, es una anomalía difícil de explicar tanto aquí como más allá de nuestras fronteras.
Un estudio reciente del sistema electoral español, basado en el sistema d’hont, incidía en que la práctica totalidad de los consultados desconoce sus reglas de funcionamiento y, por tanto, desconocen la fórmula, en virtud de la cual, se asignan los diputados en función de los votos.
Ello nos obliga a replantearnos la necesaria desvinculación de un sistema que genera enormes dudas en su estructura y volcarnos en lo que realmente entendería cualquier ciudadano, como es el sistema anglosajón, que obedece a la regla de las mayorías. El que gana gobierna, sin posibilidades de pactos postelectorales que acaban decantando los gobiernos hacia coaliciones de los partidos perdedores en las urnas.
Pero, además del citado sistema electoral existen otros motivos por los cuales el ejercicio del voto, la llamada fiesta de la democracia, se realiza en función de unas variables distintas de las “ortodoxas”, generando, en no pocas ocasiones, un descuadre en las encuestas previas que, en muchas ocasiones, poco tienen que ver con la realidad posterior.
Al final dicha abstención, según citan los analistas, viene a ser la manifestación del voto oculto de las opciones mayoritarias, que, por varias razones, no son manifestadas a los encuestadores.
No obstante, ya sea voto oculto o ya sea, verdaderamente, indecisión, la realidad es que el voto en muchos casos es impulsivo y fruto del contexto inmerso en lo que ha venido en llamarse “la opinión publicada”, que orienta la opción de voto.
Para finalizar, después del debate a 4 del lunes por la noche quedó bastante claro que España será gestionada por un gobierno liderado por el PP o por PODEMOS.
Los indecisos serán decisivos para conformar un gobierno u otro y de ellos depende que España avance o retroceda, transite por la senda de la recuperación o se asome a la “fiesta” del dinero público no es de nadie.
Las repercusiones de la decisión de ese 30 % del electorado que se manifiesta indeciso son, como nunca antes, decisivas para el futuro de España y los españoles. Esperemos que no se equivoquen.