Dicen que las medias verdades son peores que las mentiras enteras. Ahora toca, no sólo en Canarias, sino a nivel global, hablar de la turismofobia, casi como asunto exclusivo, si no fuera por la actualidad dramática de las terribles noticas que nos llegan de las guerras declaradas en varias partes del mundo. Todas detestables e inhumanas.
Ir contra el turismo en general es una moda, lo que toca, pero también podría ser una especie de engaño bien planificado. Bajo el pretexto de proteger nuestros núcleos urbanos, espacios naturales o la propia identidad local, se esconden intereses políticos e ideológicos, exagerando los problemas e ignorando los beneficios, para crear una confrontación entre residentes y visitantes.
Culpabilizar sólo al turista en lugar de exigir a las administraciones públicas una gestión inteligente de los flujos de personas, infraestructuras y normativa urbanística es fácil y cobarde. La turismofobia, más que una defensa es una coartada populista para imponer agendas doctrinarias, con el fin de obtener réditos políticos, a costa de una de las principales fuentes de riqueza de cualquier territorio
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