Está acabando agosto y empiezan las fiestas de San Bartolomé. Ahora tienen una batucada que sirve tanto para un pregón como para una manifestación. Me gusta el cura. Canta en la misa todas las canciones que ensaya con las chicas de la catequesis. Debajo del alba y la casulla verde lleva unos vaqueros y unas Adidas. En la plaza han estado probando el equipo de sonido y esta noche habrá baile. Yo no me acabo de integrar en los festejos. Ya no estoy para trotes, así que me pondré a ver la Sexta Noche. No sé a quiénes traen, pero en cualquier caso se comerán el hígado unos a otros.
Me imagino que toca hablar de los incendios. Dicen que los pirómanos son solo un 2%. No sé. Nunca he entendido esto. Los pirómanos viven todos en la España vaciada. No me imagino yo a un ciudadano de Madrid o de Barcelona, cogiendo el AVE para pegarle fuego a un bosque de Zamora. No lo veo. Y luego está lo del cambio climático, que no se compagina con el números de incendiarios detenidos. Con esto de apagar el fuego se crean muchas vocaciones en los niños, que parece que todos contestan que quieren ser bomberos cuando les preguntan qué serían de mayores.
La batucada hace un momento que dejo de sonar. El baile comenzará más tarde. Llevo casi 30 años viviendo en este barrio. He visto construir los centros comerciales y un gran número de adosados. Eso quiere decir que ha venido mucha gente de fuera. San Bartolomé los acoge a todos, o la princesa Iraya, como prefieran.
Realmente crecemos poco a poco, lo que quiere decir de forma sostenible. Cuando estaba en Urbanismo, y Joaquín Casariego y Elsa, su viuda tan amable conmigo, estaban haciendo el plan general, veníamos a la Asociación para explicarles el contenido a los vecinos. Hace poco presenté un libro contando esto. Han pasado muchos años y tengo oportunidad de hacer el repaso. He hecho muchas cosas y he escrito muchos libros. También, desde mi rincón, envío artículos a los periódicos. No es que pretenda algo con eso, pero me niego a desaparecer. No a todos les gusta, pero la vida es así, como en la Sexta Noche, menos cuando le toca decir algo a Ramoncín.
Ya empezó el programa. Tengo el sonido de la tele apagado y una sindicalista teñida de rubio y un bronceado de agosto habla de incendios. Como si yo me pongo a hablar de bitcoins, que no entiendo ni papa. Se me está acabando el espacio que dedico al artículo y digo viva San Bartolomé. Mañana a mediodía tiraran voladores y probablemente saquen al santo a la carretera. No es muy grande y es fácil de llevar. Vendrá la banda de tambores y cornetas, que ya han crecido más de la cuenta, pero se renuevan con niños. La vida sigue, sin inteligencia artificial ni nada que la distorsione. Qué sea por muchos años.