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Pastillas para dormir: el silencioso auge de los hipnosedantes entre adolescentes
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Pastillas para dormir: el silencioso auge de los hipnosedantes entre adolescentes

Por Rafa Gil
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rgilmallorcadiariocom/4/4/19
domingo 27 de julio de 2025, 12:14h
El consumo de ansiolíticos e hipnosedantes se dispara entre menores de edad en España, especialmente entre las chicas. Bajo una aparente prescripción médica se esconde una estrategia social de anestesia emocional que sustituye el cuidado por el silencio farmacológico.

La ansiedad ya no se esconde bajo la almohada, tampoco el insomnio ni el malestar emocional adolescente. En demasiados hogares baleares, estos problemas se enfrentan con una receta médica en la mano y una pastilla en la lengua. Los datos lo confirman, según la Fundación FAD Juventud, uno de cada cinco estudiantes entre 14 y 18 años ha consumido hipnosedantes en algún momento. Una de cada cuatro chicas. La mayoría lo hace bajo prescripción, pero cada vez más lo hacen sin ella, como quien abre el botiquín familiar en busca de consuelo exprés.

El fenómeno, silencioso pero persistente, tiene nombre técnico —medicalización del sufrimiento— y un rostro reconocible. El de los adolescentes que lidian con la vida moderna dopados con fármacos que, aunque legales, no están exentos de riesgo. “No podemos seguir normalizando que la respuesta al dolor emocional pase por una receta”, advierte Beatriz Martín Padura, directora de Fad Juventud, la organización que ha puesto cifras, contexto y alarma a esta tendencia.

“No buscan soluciones a largo plazo, sino efectos inmediatos. Pero el insomnio no se resuelve con una receta”. Además, añade que estamos creando “una falsa expectativa de que el malestar, la ansiedad o incluso la tristeza pueden resolverse de forma externa, sin reflexión. Lo que deberíamos enseñarles es a mirar hacia adentro”.

UN MALESTAR QUE SE CRONIFICA…Y SE RECETA

Según la última encuesta ESTUDES, el 19,6 por ciento de los estudiantes de secundaria ha probado alguna vez estos medicamentos —que incluyen benzodiacepinas como el diazepam o el lorazepam— y casi un 15 por ciento lo ha hecho en el último año. El 8,2 por ciento, incluso, los ha consumido en los últimos 30 días. Unos datos que confirman que no se trata de un desliz adolescente ni de una moda puntual.

La comparación con la población adulta es reveladora. Mientras que el 12,3 por ciento de los españoles ha consumido hipnosedantes en el último año, la cifra se dispara en menores de edad. Algo no cuadra. O mejor dicho, algo se desborda.

“Estamos enseñando a las nuevas generaciones a callar el malestar en lugar de comprenderlo. A silenciarlo con química”, señalan desde Fad Juventud. En uno de cada diez casos, ni siquiera hay receta médica. “Eso nos habla de una banalización del uso de estos fármacos”, alerta Recasens, que describe una escena cada vez más común en consulta. “Pacientes que piden hipnosedantes, algo para dormir, sin revisar hábitos, rutinas o causas. Solo quieren una solución inmediata”.

CHICAS, DOBLEMENTE MEDICADAS

La brecha de género es quizás el dato más inquietante del informe. El 26,1 por ciento de las adolescentes ha tomado alguna vez hipnosedantes. En chicos, el dato se queda en el 13,3 por ciento. Una diferencia que no deja de crecer y que no se explica sólo por un mayor malestar emocional entre ellas. El diagnóstico, según el grupo de trabajo de género del Consejo Español de Drogodependencias y Adicciones, apunta a una estructura social que responde a la sobrecarga emocional de las chicas —cuidadoras, responsables, expuestas a mayor presión estética y académica— con un fármaco.

PANTALLAS, BEBIDAS Y PASTILLAS

Entre los detonantes del insomnio adolescente, el doctor Recasens apunta sin dudar a dos grandes responsables. El abuso de pantallas y el consumo de bebidas energéticas son las señaladas. “Antes uno se dormía viendo la tele. Ahora lo último que ven es TikTok, Instagram o YouTube desde la cama. Eso altera completamente el ritmo circadiano. El cerebro no desconecta”.

A esto se suma una normalización peligrosa del consumo de productos con cafeína. “Estamos permitiendo que menores compren y consuman bebidas energéticas como si fueran refrescos, cuando en realidad equivalen a tazas de café concentrado. Nadie daría eso a un niño de 10 años, pero lo estamos aceptando sin cuestionarlo”.

LA SALIDA RÁPIDA Y PELIGROSA

El relato que surge no es el de una juventud rebelde, sino el de una sociedad que no escucha. “Antes de medicar, deberíamos garantizar espacios de acompañamiento, escucha y prevención. No todo necesita una pastilla”, insiste Martín Padura. Pero en muchos hogares —y también en muchas consultas médicas sobrecargadas— la pastilla es el recurso más fácil, rápido y accesible.

Dormir bien no es un derecho que se compra en blíster”, recuerda el portavoz del Colegio de Médicos. Y advierte que algunos de estos fármacos hipnosedantes no solo generan dependencia, sino también tolerancia. Se necesita más dosis para el mismo efecto. No deberían estar en todos los botiquines familiares como si fueran paracetamol”.

MELATONINA Y FALSA SEGURIDAD

La pregunta de fondo, incómoda pero necesaria, es si estamos construyendo una generación de adolescentes dependientes no de una sustancia ilegal, sino de una cultura del alivio inmediato. Una generación que aprende antes a calmarse con químicos que a entenderse con palabras.

“La gente no está dispuesta a revisar su estilo de vida, solo quiere una solución rápida”, explica Recasens. “Pero el insomnio no se soluciona con atajos. Hay que descartar causas físicas, revisar hábitos, evitar el uso de pantallas y modificar rutinas. Solo en casos concretos, y con supervisión médica, se debería recurrir a un fármaco”.

Uno de los productos más consumidos en los últimos años, especialmente entre jóvenes, es la melatonina. “Es una sustancia que el cuerpo produce de forma natural, pero muchas personas la toman en dosis no controladas y sin criterio. Y eso también puede ser contraproducente”, explica Recasens. “La melatonina no genera dependencia, pero tampoco es una solución mágica. Y los productos homeopáticos que la contienen no están regulados con el mismo rigor que un medicamento”.

UN MODELO DE SALUD AGOTADO

El mensaje a las familias debe ser el de “no banalizar el uso de fármacos para dormir”. Si hay insomnio, que el menor “vaya al médico”. Que se revise su historia de sueño, sus hábitos, su entorno. Y que no se confíe el descanso “al contenido de una cápsula”.

Porque el bienestar no se receta, se construye diariamente. La pastilla puede aliviar. Pero también puede silenciar. Y a veces, lo que más urge no es calmar el síntoma, sino escuchar lo que grita detrás.

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