Cuando era joven iba al cine, especialmente si había problemas a mi alrededor. Si los problemas eran importantes me salía al descanso. Quizá esta no era buena solución porque la tendencia era huir de enfrentarlos directamente. Puede ser que esto contribuyera a formar una actitud conformista o a la comodidad del que se dedica a procrastinar. No sé. Debería armarme de valor y acostumbrarme a aplicar adjetivos que convenzan, como indicios sólidos, crecimientos robustos o reacciones contundentes. Con un poco más de solidez, de robustez y de contundencia me habría ido mejor en la vida.
Esta tarde me dijeron que disfruto de un equilibrio sereno conmigo mismo. Tal vez sea verdad aunque echo de menos algunas carencias. A veces pienso que esas carencias son debidas a necesidades que me fabrico falsamente. Mi ex tiene tres gatos y me aconseja que me busque un perro. No sé da cuenta de que hay cosas que no se le pueden decir a las mascotas sin correr el riesgo de reconocerte loco en un momento de intimidad. Ni con un perro ni con un gato puedes discutir, ni confrontar una opinión.
Hoy, por ejemplo, me dijo el oculista que tengo algo en la mácula y me ha dado hora para diciembre. Son cosas de la edad y hay que ver cómo se desarrolla. ¿Lo podría hablar con el perro, en el caso de que lo tuviera? Creo que no. Así que le he dicho a mi ex que menos mal que se lo puedo comentar a ella porque con los inanimados resultaría incomprendido. En esto consiste paliar la soledad. Saber que puedes llamar o poner un wasap y que alguien, en el otro lado, esté dispuesto a entenderte. No es mala cosa está. Me he quedado pensando en lo sólido, en lo robusto y en lo contundente y pienso que son cosas que no me dejarían tranquilo.
Prefiero escribir o leer, sentado tranquilamente en mi sillón preferido. Me veo con mis amigos una vez a la semana. Me tomo un café, o dos, y matamos el tiempo haciendo un repaso de las cosas que sabemos. El resto de los días voy a merendar a mi antigua casa, vemos la tele y discutimos, para variar, después de echar a los gatos. Hablo con mi hijo los fines de semana y comentamos sobre baloncesto. Cuando era pequeño íbamos a ver al Canarias al Ríos Tejera. Mi hijo es una persona muy inteligente. Por eso ha descubierto el territorio donde mejor nos entendemos, sabiendo que nos queremos mucho. Ese ámbito misterioso que ocultamos para que todo vaya bien, sin invadirnos.
Con todos nos sucede igual. Por eso no necesito gatos ni perros. Solo me falta despreocuparme de los temas políticos y así conseguiría ser tan feliz como ella cree que soy. Tampoco estaría de más que algún editor se interesara por una de mis novelas.