No sé si a todo el mundo le pasa lo mismo, pero en mi caso y a medida que voy cumpliendo años, he podido ir constatando que cuando salen los nombres de políticos en las papeletas electorales y/o en la prensa, siempre tengo la sensación de que sean las mismas personas. En muchos casos aparecen sus nombres impresos en los listados de los mismo grupos políticos, pero en otro buen montón de ocasiones, lo hacen en grupos políticos que nada tenían que ver con los originarios. Al final, pasan los años y sigo viendo las mismas caras y los mismos apellidos. En ocasiones cambian algunos nombres, porque una Ley natural que los hace incompatibles con la longevidad perenne, les frena en seco; pero los hijos les sustituirán, por lo que algunos apellidos parece como si estuvieran predestinados a estar siempre en, o cercanos, a las poltronas Por esa razón, me he formulado la pregunta que da título a este artículos: ¿será que no tienen fecha de caducidad?
A mí me cuesta creer en la posibilidad de que tengamos que aceptar “pulpo” como animal de compañía; por mucho que alguien, con cierto grado de originalidad, haya acuñado el dicho. Me incomoda sobremanera el seguir teniendo que votar, sí o sí, por las mismas personas que una y otra vez figuran en listas cerradas con candados de castidad para proteger “el machito” como si de un bien, que no debiera ser “ultrajado”, se tratara. Me extraña que ante tantísimas peticiones de partidos que suelen estar en la oposición, no haya surgido como una medida a llevar en sus programas electorales futuros, el aprobar una modificación de las normas electorales para favorecer la imposición de las listas abiertas. Los que ejercen el gobierno, obviamente no estarán interesados en que se produzca tal cambio, pues con lo que hay, les va de perlas. Y, menos interesados estarán, si repiten una y otra vez en el gobierno.
Existen algunos grupos políticos que tratan de hacernos ver a la mayoría de la población que, en su grupo, si se elige democráticamente a sus representantes. Esa afirmación, está basada en sus Congresos constituyentes. Eso pudiera parecer un buen argumento, si no fuera por… si no fuera por… si no fuera por el propio desarrollo de esas macro reuniones pre-electorales. La idea no es mala, pero ¿Qué se puede deducir cuando escarbas un poco? Pues resulta que, bajo esa corteza que suele presentarse como una coraza lo suficientemente dura como para impedir la penetración de virus desestabilizantes de cualquier tipo y procedencia, suelen aparecer algunos puntos que, como mínimo, deberían ser motivo de un autoanálisis por parte de quien los defiende. Sin ir más lejos, suelen presentarse en primera instancia, de uno a tres candidatos y, cada una de esas personas -que por otra parte, son más vistas que un tebeo-, suelen aparecer defendiendo propuestas a priori divergentes. Posteriormente y por arte de la “magia Potagia” que les ilumina, esas grandes diferencias se convierten en pequeños lunares que desaparecen tras frotar con el “paño limpia posturas” y antes de que se celebre el acto, habrá un solo nombre como candidato a liderar el partido y las elecciones en la circunscripción correspondiente. Todo lo más puede que lleguen dos finalistas, pero desde lejos, se ve a las claras, quien quedará como único candidato. Eso es lo más parecido a un simulacro de lista abierta. Aunque lo de abierta, solo sea de puertas hacia dentro. Cuando esa persona deje de aparecer como “in pectore” y, elegido, configure su equipo para presentarse a las elecciones en las que le toque “competir”, tirará de la gente que considere oportuno, que desgraciadamente, volverán a ser sacados del grupo de los mismos de siempre.
Hay partidos que no optan por la celebración de congresos para elegir a sus candidatos, pues suelen tirar del dicho: “el que manda, manda” y, “al jefe se le respeta, aunque tenga peluca”. ¿Es justa esta otra forma de actuar? Yo diría que ni más justa ni menos que la anterior; pero en ésta sabremos que, quien salga elegido, no será fruto de “paripé” alguno. En lo que a mi concierne, no me gusta ni la una, ni la otra. Y, mucho menos, me gustan las que se nos presentan como si fueran del primer grupo aun cuando se use el segundo de los sistemas expuestos para elegir a sus candidatos. En este caso, los hilos no se ven, pero existir, existen. El resultado de unos y otros métodos para elegir a quienes nos representarán, nos deja claro que la respuesta a la pregunta del título, se sustanciará con un NO rotundo. Es más, salvando lo que digan las encuestas públicas o privadas -en las primeras se sabe, de antemano, lo que dirán y las segundas… las segundas… ¡vaya, qué coincidencia! (gracias Les Luthiers, por ese gag)-, sabremos quién o quienes, saldrán elegidos y quienes… ¿desaparecerán? Aquí no desaparece nadie: quien no salga elegido en las elecciones, tendrá que ocupar una dirección general, una subsecretaría, una jefatura con mando en plaza, o un puestito en el cuerpo de asesoría de algún jefe, cuya corta capacidad técnica, lo demande. La cuestión es que todos los que eran, han de seguir siéndolo; y los nuevos, han actuar como becarios, por mucho que, en todos los partidos, se hable de luchar para que las nuevas generaciones vayan rejuveneciendo la política. Todo lo que se dice con autoridad, ha de olvidarse con solvencia. Así ha sido y no hay motivos para cambiar. ¿No se está de acuerdo? Haber elegido susto, pues “Tragaderas”, ya está elegido.
Lo yogures, caducan; pero incluso en ese alimento, la fecha de caducidad es orientativa y cuando lees la fecha en el lineal del súper, siempre estás seguro de que te los comerás antes de que llegue la fecha en la que has de tirarlos a la basura. Cuando los lees en tu nevera, ya han pasado dos semanas de la fecha en la que tenías que habértelo zampado pero, te dices: estas fechas no son sino puras recomendaciones, así que lo coges, lo abres, y te lo vas comiendo… el regusto algo ácido, es cosa del producto, al fin y al cabo no es más que un yogurt. La diarrea posterior, la achacas al filete que te han servido durante la cena. Algo parecido, te pasará, con lo que votas; pero la gastroenteritis, en este otro caso, tendrás que mentalizarte que podrá tener una duración de unos cuatro años. Y, todo, por no respetar la fecha de caducidad.
Estarán conformes que, analizando lo de la caducidad desde el punto de vista de la reflexión del párrafo anterior, tal vez sería bueno que al mundo de la política, se le colocara esa pequeña etiqueta con la fecha obligatoria de uso. De esa manera, veríamos como se irían renovando los partidos políticos, sus dirigentes y las propuestas que ellos y ellas nos trajeran. Pero, todo proceso para instaurar la etiqueta con la fecha de caducidad política, tendrá que pasar por una gran revolución en la política de nuestro país; donde las listas que conformen cada candidatura, sea elegida por la población a la que van a tener que atender como servidores públicos. Este artículo, caducará a los quince segundos de haberlo leído, salvo que se decida otra cosa. Es lo que tiene el no haber sido escrito por un político, por el político, por el mismo político, por el mismo político que, ni tiene fecha de caducidad, ni querrá tenerla.