Ante todo, y para ser honrados, tengo que decir que estás líneas no las escribo desde una posición totalmente objetiva. A mi familia, se han ido uniendo miembros de raza negra y eso, se quiera o no, marca bastante un posicionamiento personal sobre los últimos acontecimientos que han generado controversia tanto en el mundo deportivo, como en la sociedad en general.
El llamar negro a una persona, nunca se deberá entender como un insulto. Eso me lo enseñó un gran amigo mío, a quien conocí cuando me dedicaba al mundo del turismo. Él un auténtico hombretón de la tribu de los “Bantú” de Camerún, amenizaba nuestras noches para que la clientela tuviera sus momentos musicales en una de nuestras terrazas. Su nombre Enmanuel DiManú DiPanda, pero todos le conocíamos por Manolo. La amistad que alcancé con él fue de tal nivel, que en algún momento, nos preparó pasados los años y para un grupo de amigos, un cuscús camerunés al que, en su tierra, llamaban “”fufú”. En un momento y en una conversación determinada, le pregunté si se molestaba cuando le llamaban “negro”. Me interesé en saber si preferiría que se hablara de gente de color para hablar de su raza. Su respuesta fue tajante y me sirvió para toda la vida. Pero ¿de qué color me hablas? Negro, le contesté. Pues entonces, no discutamos si tienen en cuenta el color de mi piel. ¡Amén!
Después de esa gran lección, ha llovido mucho y como he escrito al principio, en mi familia hemos tenido la inmensa fortuna de ver como llegaba otra gran amistad que, más tarde, traería al mundo a mi ahijado y a su hermana. Dos hermosos ejemplares de una negrura caribeña; pues su madre, mi comadre desde entonces, vino desde la isla de Martinica. Tuve la suerte de conocer no hace mucho a su inmensa familia que eligieron nuestra isla para hacer un reencuentro familiar. En ella venían gente de raza negra y de raza blanca, pero para mí y para todos quienes disfrutamos de aquella bonita reunión, todos éramos del mismo color: ¡el color de la familia y la hermandad!
Con estos mimbres he podido ir configurando una cesta donde voy metiendo mi sentimiento sobre la gente de raza negra, de raza blanca y de otras razas. Soy tan exigente a la hora de ir llenándola, que no permito que nadie, ni siquiera de broma -hay bromas que resultan muy pesadas aunque vengan de gente a la que aprecias-, intente meter la mínima palabra que contenga, mínimamente, un tinte racista. “Negrata”, “mono” “gorila” y demás majaderías, están descartadas de mi lenguaje y por supuesto intento evitar lo más posible a quien las pronuncia, No siempre lo consigo, pero le pongo empeño.
Esta declaración de principio no quiere decir, ni de lejos, que cualquier cosa que haga una persona de raza negra, cuente con mi total aprobación. ¡Claro que no! Lo único que trato de exponer es que la raza de una persona no puede ni debe ser tenida en cuenta cuando se trata de juzgar, valorar o simplemente analizar cualquier actitud o actividad. De la misma manera que si a Denzel Washintong no se le dice: ¡qué bueno es, el mono éste!; si cometiera un error de los criticables, no se le debería decir lo contrario con el mismo insulto.
Y, todo esto viene a colación por lo que estamos viendo últimamente en el mundo del deporte como colofón a una situación que ya se veía venir que iba a estallar. El caso del jugador del Real Madrid y de la selección Brasileña, Vinicius José Paixao de Oliveira, más conocido como Vinicius Junior, estaba claro que no terminaría del todo bien. Sabemos quiénes apreciamos su talento deportivo que el jugador tiene también su puntito a mejorar -se lee que tanto la directiva como el cuerpo técnico del club al que se debe, lo intentan-; está claro que su carácter lleva sangre de toro entre sus componentes y sabemos, también, que si cualquiera de nosotros estuviera en su pellejo y cada vez que protestáramos una jugada, la afición del equipo contrario se ensañara con nuestra actitud, no aguantaríamos mucho tampoco. Tengo claro -él debería ser el primero en saberlo- que una sonrisa que se dibuje en la comisura de sus labios cuando a “Vini”, el árbitro no le da la razón, se puede interpretar como un gesto irónicamente provocador. Y, si esa forma de proceder puede hacer que suenen silbidos y abucheos, no está ni medianamente bien, que, como jugador, se meta con el público que le increpa. Hasta ahí llego y el jugador debería llegar al mismo punto, si fuera capaz de analizar la situación desde la tranquilidad. Son situaciones “incendiarias” que creo debería evitar. Pero si además del ruido de silbidos producido por una afición que se ha sentido aludida, se emiten insultos con calificativos que rozan o entran de lleno en lo xenófobo y/o racista, ya entraríamos en otro acto muy lejos de lo deportivo... Decirle a una persona: “vete a tu puto país” pudiera ser xenófobo y llamar mono a un ser humano, -cuando no se dice alabando lo agraciado físicamente que pudiera ser-, es insultar con tintes racistas. ¡Por mucho que se intente disimular, seguirá siendo racismo!
El otro día discutí, hasta cansarme -y me cansé- con un amigo por WS. Él argumentaba que solo se le llamaba de esa manera a Vini Jr, por cómo se comportaba é,l en el campo. Que a nadie más se le trataba igual. Está claro que cuando solo se lee lo que interesa, se puede maquillar la realidad. Y, si estoy equivocado que hablen con los deportistas que se mencionan en un artículo de Esteban Ibarra en El mundo digital. Deportistas como Tafarell (ex jugador del Rayo), que soportó los insultos desde que llegó a nuestro fútbol siendo aún un niño ¡un niño negro!; Mamadou Basirou (árbitro) -no reproduciré las frases que le dedicaron, según sentencia firme, por no resultar agradable-; Dani Alves -ocurrencia la de comerse el plátano que le arrojaron en un partido-. Y hay más.
Jugadores provocadores y poco conformistas con las decisiones arbitrales y con las protestas del público, han habido bastantes en nuestro fútbol -Maradona, Piqué, Stoichkov…- y todos ellos fueron en su momento agredidos verbalmente por el público contra el que ellos interactuaban. Les dijeron de todo lo habido y por haber -insultos puros y duros- e incluso, frases delictivas como la que se llevó Mijatovich; pero a ninguno de ellos se les dijo: mono, mono de mierda, o vete a tu selva. El motivo está en lo que baso mi artículo: ninguno de ellos necesitaba de esa asquerosa forma de dirigirse a un ser humano porque tenían otro color de piel distinta a la negra. Lo curioso de todo esto, está en que, quien lo ha llamado así o ha defendido que se le pueda llamar de esa manera, normalmente suele ser quién tiran de frases como: “yo tengo amigos negros”.
Vinicius, has dejado una sentencia y una recomendación en el aire: España es racista y se debería valorar elegir a España para el evento deportivo de 2030, si se continuara con esa práctica. En tal sentido, Vini, solo puedo decirte que en este país, somos más de cuarenta millones de seres viviendo. Cuando te refieres a España como país racista, ¿te refieres a los cuarenta millones? Este sería un buen ejercicio de reflexión por tu parte. Puede ser que haya gente que naden bien en el caldo nauseabundo del racismo; pero al resto y somos mayoría, nos produce asco. Estaría bien leer tu respeto, no “mezclando Churras con Merinas”. Quien te llama “mono” es el racista. Los demás, no.