Cuando uno se va haciendo mayor, dicen que vamos perdiendo nivel de audición. La prueba de ello es la gran cantidad de empresas dedicadas a proveer el mejor sistema de audífonos. No sé si es por casualidad o por obra y gracia de los mecanismos del “marketing”, pero todas ellas aseguran que disponen del mejor y más económico de los sistemas y además los menos visibles, como si eso fuera una afrenta o un motivo más para ir aumentando nuestros propios complejos. Yo estoy, por el momento exento de esos artilugios, pero si conozco a gente que los usa. Y, ¿me creerán si les digo que, en alguna ocasión, me dan algo de envidia no tener que usarlos? Una de las personas que he visto usar el sistema de ayuda a la audición, es un gran amigo que cuando lo estrenó me explicó su funcionamiento y resulta que tenía una aplicación con la que, desde su móvil, podía controlar sus distintas posiciones de uso. Me acuerdo, sobre todo, de las dos posiciones que me hacen tenerle ese puntito de envidia: “conectado”, “desconectado”. Cuando nos hacían asistir a ese tipo de reuniones que solemos considerar como auténticos ladrillos o adormideras; él, sin cortarse un pelo, cogía su móvil y “tócali li botoni”. Ponía cabeza de estar atento, se enfundaba sus gafas de sol y el resto ya se lo pueden imaginar. Que había momentos de preguntas y respuestas de la concurrencia -en el tipo de reuniones que estoy acordándome, habían bastantes-, su compañero, yo, le daba un toque prudencial con el codo y volvía a conectarse para participar. Terminada la majadería de las preguntas, volvía a su hibernación. ¡Envidia cochina!
He recordado este tema porque actualmente y por circunstancias sobrevenidas, vivo en mi antiguo barrio de Santa Cruz: Barrio del Toscal. La calle donde tengo mi domicilio es una de esas calles a las que se les llama arterias, por cruzar parte de la ciudad de un lado a otro. Calle bonita, con sus arbolitos, sus aceras y por supuesto sus semáforos. Hasta ahí todo perfecto. Pero lo que también tiene, es ruido Ya es conocido que hay empresas que hacen su agosto con el ruido que producen otros. La venta de ventanas de doble acristalamiento con rotura “del no sé qué”, debe ser una constante en la ciudad, pues se ve favorecida por dos conceptos básicos: Por un lado está el uso de equipos de música en algunos vehículos que para sí lo quisieran las mejores discotecas del lugar -chumba, chumba, chumba-. Y, por otro lado, la escasez de personal que debe existir en la policía municipal. Quiero pensar, que se trata de una plantilla reducida lo que impide controlar ese ruido ensordecedor que se produce en cada momento en los que determinados semáforos cambian su color y se entretienen en el rojo -“chumba, chumba, y re que te chumba”-. Podría ser que quienes trabajan en el turno de noche fueran agentes que tienen problemas de audición y usaran el sistema de mi amigo para desconectar; puesto que de actuar con algo de rigor, ya esa práctica de quienes les importa un auténtico bledo el descanso nocturno, se estaría erradicando o al menos disminuyendo. Un par de controles sonoros durante varios meses seguidos, en distintos puntos de la urbe, creo que ayudaría a calmar las ganas, de más de un vecino, de bajar provisto de un megáfono y pedirle con “aquella” educación, que acaben con el martirio musical. Casi nos tenemos aprendida muchas letras de los “merengues”, “bachatas”, “Hip-hop”, “Reggaetón”, etcétera, etcétera; que cada noche, salen de algunos vehículos y entran por las ventanas de quienes tratan de descansar.
También podría ser que el número de policías fuera el adecuado y que ninguno de sus miembros tenga problemas de audición o sí que tengan sus audífonos funcionando a pleno rendimiento; en cuyo caso, cabría dirigir la mirada hacia el propio consistorio y preguntarle si su personal cuenta con las herramientas necesarias para controlar el nivel de ruido, y si sobrepasa lo permitido en las Ordenanzas Municipales en esa materia -BOP de 19 de marzo de 1995- Porque digo yo que si no las tuvieran o si estuvieran averiadas, ¡qué narices se puede hacer! Los agentes de policía, solo podrían ponerse el dedito índice en la boca y rogar que bajen el volumen de sus tremendos “bafles”. Según he podido leer, en esas ordenanzas que cito, hasta el ruido producido por escapes tuneados -escapes libres- para convertir un utilitario en un auténtico vehículo de carrera, han de ser controlados y sancionados si fuera menester. Pero, ¡por Dios! si una simple bocina está penalizada, ¿cómo no va a estar lo que se vive casi cada noche en muchas calles de esta bendita ciudad?
Tal vez la solución estaría en gastarse una pasta gansa en blindar las ventanas para evitar que, “los animadores” que creen estar haciendo un bien público, vean cumplido su objetivo de que escuchemos su elección musical. Tal vez, al Ayuntamiento, le salga más barato indemnizar a quienes vivimos cerca de algún semáforo sufriendo este ruido infernal y se decida a subvencionar el apaño. ¿Podría ser esa la solución? Creo que le va a salir más barato lo de poner fin a tanta discoteca y vehículos con escapes ruidosos ambulantes, pero la ciudadanía seguro que está abierta a todas las soluciones. Obviamente, el seguir soportando el escándalo que unos y otros producen, no es de recibo.
Fíjense que se llega casi a entender el ruido que producen los camiones de recogida de basura; aun cuando, ahora con lo del reciclaje, se entretienen un poco más en su cometido. Se comprende, casi con la misma capacidad, el ruido que producen los camiones que limpian las calles con sus chorros a presión y el rotar de sus cepillos. Se agradecía lo antiguo con sus hojas de palma, pero se entiende que el progreso también ha de beneficiar a la gente que se ocupa de ese menester. Pero en el caso de estos otros ruidos, la comprensión viene de la mano de lo esporádico. Desgraciadamente, los evitables, se producen casi cada noche y seguramente con la misma gente protagonista. Van con las ventanillas de sus vehículos abiertas de par en par para que el mundo entero sepa que por la calle va un “rompe-calma”. El hábitat en el que se encuentra más feliz este tipo de personaje, es el semáforo y cuando está en rojo, se le siente disfrutar. ¡Gozar! Esa persona sabe que está hiriendo los tímpanos de sus convecinos y convecinas, pero eso seguramente lo traducirá en una creencia en que la gente está apreciando su esfuerzo en meternos en la cultura musical. ¡En su jodida cultura musical! Perdón, pero se me escapó lo de cultura musical.
Una sugerencia para quien controla las arcas del Ayuntamiento: esos equipos que cargan sus coches deben ser carísimos; por lo que una salerosa sanción por pasarse de decibelios, no creo que les haga mucho daño y se sentirán a gusto pagando la posible multa por incumplir las Ordenanzas que he comentado en líneas anteriores. Es cuestión de probar, y quien sabe, a lo mejor conseguimos reunir para construir un “Ruidómetro” a modo de Sambódromo, donde puedan dar vueltas y más vueltas con sus equipos musicales y hacer competición entre ellos para ver quien tiene el equipo más grande y más potente.
Pero, por favor, señores policías luchen por conseguir que puedan dormir quienes suelen tener esa costumbre, al menos, en las horas nocturnas. Señores del Ayuntamiento, que tengan los equipos necesarios para conseguir el sano objetivo del descanso vecinal. Y al conductor musical: ¿Por qué no se callan?