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La vieja y envejecida Europa

Por Juan Pedro Rivero González
jueves 01 de agosto de 2024, 06:00h

Cada vez es más evidente la globalización de la cultura como consecuencia de los medios de comunicación. Las redes sociales nos ofrecen un acceso casi inmediato a lo que ocurre en cualquier rincón, pero, a la vez, nos igualan por la vía de la conquista de nuestros sentidos. Se difuminan nuestras pecualiridades culturales diluidas en una cultura globalizada. Ya teníamos la tentación de imaginar que occidente y su forma de pensar y de sentir era todo y lo único, olvidando que hay otras formas de acceder a la realidad. Y cuanto de original y bueno tenía la vieja forma occidental de abordar lo real, con el rigor de un pensamiento grecolatino, con una organización social sobre cimientos jurídicos romanos y germanicos, con una apertura trascendente judeocristiana, se ha acomplejado de tal forma que ha perdido la firmeza de su originalidad bajo la égida de un pensamiento único e ideológicamente edificado sobre una libertad sin verdad. “Ha muerto lo verdadero, haz lo que te parezca mejor”.

La vejez es símbolo de sabiduría acumulada por la experiencia de la vida. Pero una actitud envejecida es símbolo de pérdida de identidad, de complejo torcido y ensuciado por la cómoda actitud de no guardar lugar para la memoria de lo oportuno. La vieja europa, que tuvo la oportunidad de sumar experiencias de múltiples pueblos y alcanzar un desarrollo social y científico extraordinario, se ha envejecido por esa enfermedad espiritual que anula en la identidad los valores que consolidó por el encuentro con otras culturas. Europa exporta miseria cultural olvidando que fue cuna del arte y la literatura. Se contenta con las migajas de la libertad, olvidando que fue capaz de descubrir la imprenta, la máquina de vapor y la tabla periódica. Ha perdido el oído y ya no distingue entre la música y los aullidos. Promueve la diversidad olvidando los vínculos y la extraordinaria cultura del encuentro en la que nació.

El arte nos informa y nos enseña dónde está lo bello. La ciencia y la filosofía nos muestra el valor de la búsqueda de la verdad, siempre insuficiente y progresivamente descubierta. La fraternidad humana y el cuidado del medioambiente nos muestra que somos parte de lo uno-comunión de lo real. Pero cuando no somos capaces de descubrir el bien y la belleza de las cosas reales, la realidad se deforma y desvanece mostrando la caricatura de lo feo como evocación de sentido. Al no haber sentido y firmeza, al autodefinirnos como absolutos absolutamente, al perder el vínculo con lo realmente Absoluto, hemos envejecido como sociedad y ya no tenemos nada verdadero y bueno que exportar incapaces de aprender. Es terrible esta vejez envejecida en la que habita nuestra cultura.

Pero no todo está perdido. Ni mucho menos; no debemos perder la esperanza. Un símbolo de esta esperanza cultural lo descubro en la despedida de Rafa Nadal de la pista central de París tras perder su partido individual. Perdió y fue aplaudido como su hubiera ganado. Porque detrás está la memoria de una vida dedicada y exitosa como fruto de un esfuerzo por llegar hasta el límite de lo humana y deportivamente posible . Hay esperanza porque aun reconocemos que lo valioso no siempre es lo más caro ni lo más fuerte. Hay esperanza porque de desgrana el perdón como posibilidad social después de una desagradable blasfemia. Hay esperanza para una vejez envejecida que anhela rejuvenecer sus cimientos.

Juan Pedro Rivero González

Delegado de Cáritas diocesana de Tenerife

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