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¿Merecemos una muerte digna?

jueves 24 de agosto de 2023, 07:00h

Hace dos días tuve que ir a un funeral del padre de un cliente y como todo lo que me ocurre en mi día a día, me hizo reflexionar muchísimo.

La entereza de la familia y su tranquilidad me hizo ver el calvario que llevaban y la importancia de poder tener una muerte digna.

El Padre, no un hombre excesivamente mayor, llevaba 8 años de una tortuosa enfermedad, que lo había ido consumiendo poco a poco.

Tras el agotamiento del difunto y de toda la familia, por fin, podía descansar en paz y sus seres queridos también.

Cuando se posterga la muerte de una persona, porque la ciencia alarga la vida de una persona que sufre mucho, teniendo en los últimos años o meses una calidad funesta, ¿podemos llamarle a eso vida?

Desde mi punto de vista no, como cabalista que soy, sé que la vida o la muerte no se pueden forzar, nacemos cuando tenemos que hacerlo y morimos cuando nos toca, pero realmente la medicina ha hecho que ambos procesos no sean tan claros y alargamos vidas que no tienen sentido, o hacemos que nazcan personas que, tal vez no deberían de hacer nacido.

No quiero entrar en esa segunda polémica porque bastante tenemos con hablar de la primera.

Queridos lectores, mi pregunta de esta semana es, ¿hasta cuándo debemos sufrir para ser conejillo de indias de la ciencia? ¿Qué nos hace querer vivir independientemente de las circunstancias y de nuestro estado físico? ¿Por qué no agarramos a la vida incluso sabiendo que eso no es forma de vivir, o tal vez sí lo es?

Por mi trabajo como acompañante en la vida de muchas personas, me he encontrado con todo tipo de perfiles, de personas que religiosas, ateas, agnósticas…

No obstante, es curioso que, en el momento de la muerte, independientemente de nuestras creencias, casi todo el mundo se agarra a poder vivir más y más.

Tal vez sea el miedo a lo desconocido, el no saber hacia donde vamos o si vamos a algún sitio, pero también es cierto que, cuando la persona es creyente, independientemente de la religión que profese, la muerte suele ser más sencilla, no tan dramática y más dulce.

Es cierto que vivir una vida sin grandes remordimientos, sin asignaturas que cumplir y sin grandes traumas, también nos hace aceptar mejor ese momento.

También es bien cierto que, no hay manuales y que cuando nos llega el momento, en término general, lo vivimos totalmente distinto a como habíamos pensado. Nuestra mente hace que nos aproximemos a ese momento de una manera más tranquila o menos, con relación a, como nos sentimos en nuestra existencia, con cómo hemos vivido nuestros últimos años, o de las asignaturas que parece que dejamos pendientes.

Desde la cábala sabemos que traemos esas asignaturas para aprobar en esta existencia, pero ¿qué ocurre cuando se acerca el momento final y no hemos aprobado el examen, nos sentimos incómodos y desorientados o sabemos que es el momento claramente de partir?

He tenido la fortuna de acompañar a varias personas en ese proceso y cuando alguien había hecho bien los deberes, o sentía que había llegado su hora, se relajaba y decidía irse.

Como me dijo mi abuela al llegar a los 97 años: “ya me quiero ir, ya estoy cansada” y se metió en la cama y en una semana se fue, pero curiosamente, 15 años atrás me había dicho en su lengua natal: “cuando reciba una carta del otro mundo y me digan qué hay allí querré irme”.

Y cuando recibió esa carta, calmadamente me dijo “ha llegado mi hora” y se fue en calma, tranquila, sabiendo que todo ya estaba hecho y que no había más tiempo.

Yo desde aquí, espero que mi carta tarde mucho en llegar, pero cuando la calidad de mi existencia sea insoportable y mi cuerpo ya parezca abandonar a mi alma, espero tener la entereza de poder renunciar voluntariamente a una sin sentido y tener la posibilidad de vivir una muerte con digna.

¿Y tú, querido amigo lector, cómo imaginas tu partida?

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