Decía la ONU en 2016 que un 70% de los habitantes del planeta vivirá en ciudades para el año 2050. En 2030 estimaba que iba a ser de un 60%.
A buen seguro que esos porcentajes se alcanzarán antes por la maquinaria puesta en marcha en los últimos años.
Dos son los ejes que están acelerando el proceso de éxodo rural 2.0.
Por un lado, una batería de normativa verde contra ganaderos y agricultores con la excusa del cambio climático, culpando a los pedos de las vacas o la contaminación del suelo por nitratos.
Han sido importantes, aunque silenciadas por las televisiones, las movilizaciones de los ganaderos y agricultores holandeses o neerlandeses. Hay que recordar que Países Bajos es el segundo país exportador de productos agrícolas del mundo. También han sido importantes las manifestaciones de los granjeros alemanes. Motivado por esa nueva ola de leyes, el campo se está muriendo y sus pequeños negocios con ellos.
La revista The Economist, portavoz de las élites, apoya la ofensiva por el flanco y ha tuiteado hace dos días un artículo de 2019 en el que recordaba que “las vacas emiten 31 veces más CO2 por caloría de alimento que el tofu y que, al cocinar tantas vacas, también nos estamos cocinando a nosotros mismos. Renunciar a los bistecs puede ser una de las formas más eficientes de reducir nuestra huella de carbono”. Sutil ¿eh?.
Además de importantes restricciones para llevar a cabo su actividad, el sector agroalimentario se encuentra con una campaña de marketing para desincentivar la demanda de sus productos. Encima el gobierno holandés incentiva económicamente a los granjeros para que abandonen su negocio y sus tierras. El resultado es claro. Cuando pase el desencanto, los granjeros y agricultores se resignarán y partirán hacia la ciudad a probar suerte y empezar de cero.
Por otro lado, las grandes fortunas están comprando esos terrenos abandonados a precio de saldo o, como hace Blackrock en Estados Unidos, aun sin haber sido abandonados, ofrecen importantes sobreprecios a los propietarios de inmuebles fuera de las ciudades. Así compra barrios enteros de la periferia para después comprarlos y dejarlos vacíos.
La concentración de las tierras en pocas manos es evidente. Se estima que, en Estados Unidos, el 1% de los propietarios poseen el 70% de las tierras. Bill Gates, con 269 mil hectáreas de tierra en sus manos, es el mayor terrateniente de Estados Unidos con terrenos en al menos 20 estados que ocupan una superficie como la de Hong Kong. Jeff Bezos, propietario de Amazon, se encuentra en la posición 25 y sigue comprando tierras.
Pero ¿responde todo esto a una intencionalidad? Juzguen ustedes.
A punto de desaparecer el dinero físico e implantar el dinero digital de los bancos centrales, cuya intencionalidad fue confesada por Lagarde y no es otra que controlar los comportamientos de las personas. Entonces qué mejor que tenerlos juntos en ciudades y no desperdigados por el campo.
En grandes ciudades 5G hiperconectadas se fomentará la automatización y la sensorización para hacerlas más sostenibles, pero también se facilitarán los juegos online y el acceso al metaverso como medidas narcóticas para la población.
La hiperconectividad fomentará que las ciudades se llenen de cámaras que velarán por nuestra seguridad y se convertirán en la antesala de medidas de crédito social con el reconocimiento facial 24x7. Una población concentrada en urbes, distraída por la televisión y las redes sociales, que asuma lo que se le eche o que aplauda aunque se les encierre es el sueño húmedo del Gran Hermano.
Más tarde vendrán, las ciudades de 15 minutos y la población aún estará más concentrada y controlada. Ciudades inteligentes que pueden convertirse en prisiones invisibles y que se abastecerán de los alimentos que los nuevos terratenientes hayan cultivado para ellas en sus tierras recién adquiridas.
Es la técnica del pastor: Generar estímulos externos negativos para conseguir que el rebaño esté concentrado. Con el lobo a distancia, un rebaño distraído y con alimento no se rebelará. Estará comentando el vestido de la Infanta o el partido del domingo. El alimento provendrá de la tierra que se vieron obligados a abandonar. Falta controlar el negocio del agua.
El lobo que justifica hoy todas esas medidas cambia de nombre: coronavirus o cambio climático. Lo importante es que las ovejas estén en el redil y aunque no posean nada, sean felices. Y que generen negocio rentable al pastor.