OPINION

La Navidad trae recuerdos a la mesa

José Luis Azzollini García | Lunes 15 de diciembre de 2025

Tengo que reconocer que el artículo de la semana pasada me dejó un regusto amargo, por mezclar, una vez más, “churras con merinas”. El polvillo de la política -ya lo decía el consejo de la canción canaria- se cuela por donde quiera. Pero, La Navidad, es mucho más que eso. La Navidad es tiempo de villancicos y de recuerdos. La Navidad ha de vivirse desde el corazón, para que cuando pasen las fechas, no nos quede sino el sabor a polvorones, turrones, mazapanes y el recuerdo de lo vivido en el pasado y en el presente, pensando en que, lo que hagamos a partir de estas fechas, dejará en la mente, ese recuerdo imborrable de “lo nuestro”.

A principios de mes, tuve la ocasión de asistir a una misa que se concelebró en la Iglesia de La Concepción de La Laguna. Una bonita y multitudinaria misa que contó en esta ocasión -parece que no es la primera vez- con la presencia de un grupo de cantores y tocadores de La Palma que, desde la Iglesia de San Francisco de aquella isla, se desplazó a Tenerife para traernos sus mejores villancicos. Está claro que el entorno, las fiestas en las que estamos inmersos y su buen hacer cantando a “Lo Divino”, no tardaron en hacer que más de una lágrima rodara mejilla abajo, hasta conseguir que una acongoja se apoderara de nuestras respectivas gargantas. En cada letra, en cada tono, se recogían recuerdos de la Navidad presente, pero sobre todo, de la que cada cual vivió en el pasado.

La Navidad, es realmente eso: Un momento para el recogimiento y los bonitos recuerdos. Recuerdos que nos llegan sin querer, ni ir a buscarlos. ¡Vienen solos! Entran en nuestras respectivas casas sin avisar; sin llamar a la puerta. Y es así porque, en cada casa, los recuerdos son parte de la vivienda. Están en los cuadros, en las vivencias, y en cada uno de los rincones del corazón de quienes vivimos en ellas.

Mi mujer viene de una familia numerosa, donde el ajetreo de toda aquella tropa no dejaba hueco para el aburrimiento. La mesa en la Cena de la Nochebuena y la comida de Navidad, eran realmente especiales según me cuenta mi esposa. Doña Nímar, su madre, con algo de ayuda de quienes conformaban su gran familia, iba dando poco a poco forma al delicioso menú que se elaboraba en aquella cocina. Un menú donde no podía faltar su sopa de picadillo, el “fricasé” de gallina y/o la pata asada con los ingredientes que don Francisco, mi suegro, traía a su casa con todo el esfuerzo económico del que era capaz. La elaboración de aquella sopa sigue estando, en la actualidad, presente en la mesa de mi casa; con lo que mis suegros y la totalidad de la familia que ellos formaron, aunque hace años que algunos se fueron, sigue estando presente.

En aquella mesa, se disfrutaba de unos momentos entrañables que aún hoy permanecen en quienes se encuentran entre los vivos. Pero tal y como vengo comentando, quienes ya se nos han ido, siempre estarán presente en cada cena de Nochebuena y comidas de Navidad. Mis cuñadas y cuñado que también marcharon, vienen a visitarnos de una manera o de otra, de vez en cuando; aunque, por estas fechas, nos permiten disfrutar un poco más de tiempo de su recuerdo. La alegría y golpes de Nieves, la bondad y ocurrencias de Nímar o lo buena gente y generosidad de Luis, son cualidades de mis cuñados, que perduran y estarán siempre en nuestros corazones. En cada casa de quien lee este escrito, estoy seguro que también tendrán el recuerdo de sus seres queridos cerca del corazón; y, guiados por esa llamada de la Navidad, también se sentarán a sus respectivas mesas.

En el caso del entorno familiar donde me crie, no éramos tantos como en el caso de mi esposa, pero también hoy en día les recordamos con la misma intensidad. En mi casa, mi madre, Fife y mi tía Anita -tía abuela que vivió con nosotros hasta que nos dejó-, elaboraban un menú exquisito donde lo más recordado era la sabrosa ensaladilla para acompañar al cabrito en salsa. Tanto la echamos de menos que, en la actualidad, ese suculento plato no puede faltar, tampoco, en la mesa de casa. Recuerdo que era una ensaladilla donde se incorporaban sabores de la gallina con la que hacía el caldo del primer plato, además de la mostaza y algunos ingredientes más que mi señora ha sabido retener para que el día de Nochebuena y Navidad ellas, que ya nos dejaron, sigan estando en nuestra mesa y nuestros recuerdos. Mi madre, además de ser una gran mujer responsable del papel que la vida le otorgó como madre y padre, era una gran cocinera; a Tía Anita, le correspondía aportar su ternura además de ir adelantando algo la elaboración hasta que la “jefa” llegara del trabajo y se pusiera al “piano” -concepto familiar, acuñado por la tía Ana, para referirse a la labores en la cocina-. ¡Aún recuerdo su carita bondadosa! y la de “satisfacción” de mamá, observando como un año más su comida era un éxito.

Hoy en día, la familia se ha ido formando entorno a la mesa de mi casa o la de mi hermana Betty. Dos de nuestros hijos y mi sobrina, tratan de hacerse camino lejos de casa; pero, en estas fechas entrañables, siempre encuentran por fortuna, un hueco en sus agendas para compartir mesa con quienes seguimos en Tenerife. Nos reunimos, como digo, en una de las dos casas, pero en la mesa, siempre figurarán aquellos platos que nos aportan el combustible para el motor del recuerdo. El recuerdo de nuestra familia palmera y chicharrera siempre se sientan con la nueva familia de mi hermana y la nuestra en la misma mesa. Por la noche, se producen las esperadas y deseadas llamadas de quienes no podemos estar juntos, al tener el mar por medio. En esas llamadas telefónicas, se reproducen igualmente, el gran regalo de La Navidad: un presente que viene envuelto en lágrimas que salen desde lo más profundo del corazón.

Les pido disculpas por personalizar este artículo con lo que vivimos en mi familia; me sentiría plenamente satisfecho si, al haberlo hecho, les he aportado lo necesario para que cada cual pongan sus respectivos nombres, menús y recuerdos que les traiga, a sus respectivas mesas, el verdadero espíritu de La Navidad.

Anuncia nuestro cantar

que ha nacido el redentor

La tierra el cielo y el mar

palpitan llenos de amor…

¡Feliz Navidad!


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