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La carta del abuelo

Por Daniel Molini Dezotti
sábado 19 de julio de 2025, 06:00h

Tardó dos años el abuelo para decidir que haría con la carta, el momento justo de terminar las correcciones, incorporar una fe de erratas, firmarla y entregársela a su nieto mayor.

En el encabezamiento, como se hacía antes, respetando los cánones de la mayoría de corresponsales, aparece una fecha y un lugar: “Santa Fe, octubre de 2010.”

El papel, donde termina la tinta de la máquina de escribir, ¿Olivetti?. ¿Remington?, dejó un espacio en blanco, dispuesto a recibir el momento de la firma definitiva, que aparece con iniciales manuscritas, encima de otra fecha: 25/05/2012, consagrando el fin, ya definitivo e irreversible, del mensaje.

El sobre, de esos que ya no se ven, marrones, del tipo que se utilizaba para envolver cosas importantes, portaba un manual de instrucciones: ”Juan Pablo, este mensaje deberá ser abierto el 31 de mayo del año 2025, en presencia de todos mis nietos y bisnietos. Notar que ese día cumpliría yo 100 años."

La familia, de gente paciente y disciplinada, hizo posible que los plazos no fueran transgredidos. No me imagino yo, esperar 13 años para abrir la correspondencia de alguien querido, teniéndola tan cerca, en un lugar consagrado a la espera y no a la revelación.

Lo cierto es que, respetando la memoria y los deseos de los mayores, el día señalado, el nieto mayor, rasgó el sobre para leer a su familia, ramas del mismo árbol, las reflexiones de alguien que ya no estaba, pero que en ese momento se hizo presente: el abuelo.

Puedo imaginar el momento, gracias a una de las personas que participó en la ceremonia, no nieto, sino hijo del redactor, quien explica que fue algo muy emocionante, muy sentido.

Pasados unos días, también yo tuve la fortuna de leer la misiva, y no estaría escribiendo sobre ese acontecimiento íntimo y familiar, si no me hubiese sorprendido tanto lo que allí se expuso, con todo el cariño del mundo.

Tras un ejercicio de memoria prolijo, donde narra su niñez y adolescencia, crianza, necesidades, costumbres y educación, el abuelo confiesa sufrimientos y ausencias. También enfermedades, compartidas con 15 hermanos, pero no se queja, al contrario, los analiza con sapiencia, actualizando tiempos de carencias, de políticas erráticas, donde las guerras mundiales y las plagas se ensañaban con los más vulnerables.

Años en que la “langosta devoraba hasta la corteza de los árboles” donde la necesidad de trabajar para poder comer era tanta que a muy corta edad debían aplicarse a labores del campo.

De joven recogiendo maíz, estibando cereales, hasta que ingresó en los ferrocarriles, acción que posibilitó formar, posteriormente, una familia, con hijos que tanto a él como a su compañera de toda la vida los llenaron de orgullo.

Y es en este punto donde llega el momento que me llamó la atención, al ver las letras, de un señor de 75 años, que hace 15 aseguraba lo siguiente.

“Para la fecha de apertura de este mensaje, ustedes, los que se encuentran en el portal de acceso a un brillante porvenir, y que para el 31/5/2.025 serán hombres maduros, en el momento justo del desarrollo intelectual acompañado por la experiencia, no podrán escapar al compromiso del deber por una vida mejor, más feliz y más equitativa para todos.

Cuiden mucho a sus ancianos, la experiencia me dice que cada gesto, cada caricia de sus hijos son equivalentes a más años de vida y que vale la pena seguir viviendo.

Próximamente, cumpliremos 60 años junto a la abuela. No sé cómo haré para agradecerle tantas atenciones recibidas, no se imaginan cuántos los quiere.

Para terminar: nosotros, que nacimos en la época de la radio galena, mucho antes de la televisión, de la penicilina, de las fotocopias, de los lentes de contacto, de la píldora, ahí estábamos, antes del radar, de la bomba atómica, del rayo láser, del hombre en la luna, de Internet. Nos casábamos antes de vivir juntos, no existía correspondencia electrónica, éramos de la época de la copia mimeografica, de la pluma cucharita, del papel secante, del duplicado a carbónico.

Indudablemente, pertenecemos a una raza fuerte y perseverante que supo "negociar" con todos los cambios que han transformado al mundo. Por eso de lo que pueden estar seguros nuestros nietos es que ellos son el fruto de una buena simiente, que tendrán que enfrentarse al colapso ambiental, al efecto invernadero y al cambio climático, a la injusticia de que el 30% del planeta consuma el 60% de la producción.

Por eso será necesario operar en tres frentes simultáneamente, donde la forma de producir deberá ser sustentable, los alimentos distribuidos en forma equitativa y, lograr que el consumo sea racional.

Vuestra generación tendrá el compromiso ineludible de evitar que en el año 2050 tengamos 2000 millones de hambrientos. Por todo esto, sinceramente, no me preocupa que país dejamos a nuestros hijos, sino que hijos le dejaremos al mundo."

El abuelo, con 85 años, el mismo que no tuvo acceso a ninguna facultad, pero sí la sensibilidad, humanidad y clarividencia suficientes, adelantaba a sus nietos su preocupación por lo que sucedería 3 lustros después.

En el otro extremo del calendario, los burros que dirigen el planeta, a pesar de sus diplomas, la pretendida ilustración y los idiomas que manejan, siguen siendo incapaces de ver nada, tampoco de entender nada.

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