Las empresas tecnológicas susurran que los dispositivos electrónicos de comunicación pasarán, de abrazarse al cuerpo, a integrarse en él. Una amplia corriente innovadora está impulsando los chips de las prendas deportivas, de las pulseras inteligentes y de los smartphones, a su inserción bajo la piel.
Y no nos estamos refiriendo sólo a implantables médicos o para la salud, como holters cardiacos, glucómetros o marcapasos, que se verán ampliamente potenciados, sino a dispositivos de comunicación en estado puro y con amplias funcionalidades.
En el ámbito de la tecnología, el nuevo conocimiento se traslada a la práctica ágil y rápidamente. La realidad nos muestra que los avances cualitativos pasan al mercado y se expanden de forma geométrica. En el mundo ya hay más de 2.000 millones de usuarios de smartphones y su número se ha duplicado en tan solo cuatro años.
Por extraño que parezca y salvando las diferencias, el fenómeno tatoo y piercing que se ha visto con distancia, con mala prensa, vinculado a etapas de la vida relacionada con la transgresión y la inmadurez está a punto de universalizarse. Una vez refinados, realizados con nuevos materiales, dotados de sensores eléctricos, mecánicos y químicos y con renovada estética, se van a convertir en procedimientos de utilización general, destinados a nuevas funcionalidades.
Podrá utilizarse para arrancar el coche, abrir la casa, pasar los controles de seguridad del aeropuerto, para la identificación personal, y para superar los obstáculos vinculados a la de la discapacidad física.
En otro orden de cosas y en plena transgresión formal, las grandes compañías de comunicación están fichando, por sus conocimientos, a los mejores hackers como responsables de su seguridad informática.
Lo que se ha venido a llamar el mundo al revés. Vivir para ver, y a muy corto plazo, los dispositivos insertados bajo la piel con capacidades domóticas y de identificación personal se convertirán en acompañantes habituales. Parafraseando a nuestro editor, hemos pasado del homo sapiens, al homo phone, con potencialidades crecientes a las que no llega ni nuestra imaginación.