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¿Genocidio?

Por Julio Fajardo Sánchez
sábado 20 de septiembre de 2025, 01:39h

Al llegar a casa he gaseado a dos cucarachas. Cogí el Baygón y les metí un buen chorreo. Corrieron a esconderse debajo de la nevera. Tienen un instinto especial para la huida,como si supieran que están donde no deberían estar. Se debe a miles de años de aprendizaje que las han enseñado a vivir ocultas. Sin embargo, las presiento, sé que están cerca, en una guerra donde lo primordial es no dejarse ver. A veces me acuerdo de Gregor Samsa, tendido en la cama mordiendo una manzana hiriéndose en un costado y agitando sus patitas erizadas. Luego he pensado en genocidios.

En la radio del coche estaban hablando de eso. Una chica comentaba algo sobre el genocidio de género. No entendí lo que quería decir. Hay genocidas que quieren acabar con los emigrantes, con los demócratas y con los comunistas, como si estos formaran parte de una raza que hay que exterminar. Me está entrando mala conciencia por lo que les he hecho a estas dos que salieron por el sumidero del fregadero. ¿Cómo llegaron hasta aquí? Seguro que están por miles en la fosa séptica y emprendieron un viaje por el desagüe en busca de un mundo mejor. El paraíso que pensaban encontrar en el piso de la cocina debió decepcionarlas. Ahora me arrepiento de haber apretado para abrir la espita del Baygón. Pero qué iba a hacer con ellas. Una devolución en caliente me habría resultado imposible. No creo que estuvieran dispuestas a colaborar en esa operación. Ahora estarán agonizando debajo de la nevera. Ojos que no ven corazón que no siente.

Enciendo la tele y están poniendo anuncios. Entrevistan a un periodista que habla de unos jóvenes que huyeron del cuartel cuando hacían la mili. Lo comenta como si se estuvieran librando de una represión. Todo es tan relativo... Yo fui furriel en Artillería y nombraba el servicio cada noche. Guardias, imaginarias, plantones, policía y cocina. Llevaba un estadillo para que los soldados repitieran solo cuando les tocaba, pero no podía evitar el trapicheo donde se compraban esas cosas. No estábamos en ninguna guerra y no nos deprimíamos. Los mayores decían que era un aprendizaje para la vida. Aprender a avanzar y a dispararle al enemigo.

Ahora tengo muchos años y no he tenido que matar a nadie, ni convertirme en un genocida, pero esta noche, al llegar a casa, me he encontrado de frente con estas dos cucarachas y las he rociado con Baygón. No sé si al final me estoy convirtiendo en un criminal. Ya no sé para dónde tengo que mirar. La tele no dice más que tonterías, y yo me arriesgo a que me cancelen por escribir estas cosas y publicarlas. Me hubiera gustado tanto conversar con Kafka.

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