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El grito de una futura docente frente a un sistema agotado y opaco.

viernes 18 de julio de 2025, 11:10h
Por una opositora

Hoy, mi voz es la de la indignación, la de la frustración profunda y la de la rabia silenciada de miles de personas preparadas que se han estrellado contra el muro de las oposiciones de educación en Canarias. ¿Cómo es posible que un sistema que clama a gritos por nuevos docentes nos cierre las puertas con una crueldad que roza lo absurdo, arrojando un número de aprobados que es un auténtico insulto a la lógica y al esfuerzo?

Soy una de esas personas que lo han dado todo. Nueve meses. Nueve meses de mi vida devorados por el estudio, sacrificando horas de sueño, momentos familiares y la poca vida social que me quedaba. Nueve meses compaginando la exigencia académica con la batalla diaria de la vida laboral y familiar. Fue una inversión no solo de tiempo y energía, sino también de ilusión, pasión por la docencia y un futuro anhelado. Y sí, también una inversión económica en academia, formaciones y cursos de especialización. El desgaste físico y psicológico es incalculable, pero lo soporté con la convicción de que mi preparación era eficaz, sólida, digna de un puesto.

Salí de cada examen con la satisfacción del trabajo bien hecho, de una programación didáctica que era mi alma en papel, de una exposición que creí convincente y rigurosa. Y entonces, el sistema me devolvió un golpe seco: un 5.1 en la primera prueba, dejándome tercera en mi tribunal con una nota que no refleja el esfuerzo, y un 4.40 en la segunda. Un 4.40. Esa cifra es la culminación de un proceso que me ha hecho perder la fe, que me ha empujado al límite de la desconfianza en la justicia y la transparencia.

Mi posterior revisión ante el tribunal no fue una aclaración, fue una burla al sentido común y a la legalidad. ¿Cómo se atreven a negar la rúbrica de corrección, el mismísimo instrumento con el que mi futuro se estaba decidiendo? Es ilegal, inmoral y una muestra flagrante del oscurantismo que impera. Pedí respuestas sobre el valor exacto de mis "errores" y me encontré con evasivas, con un silencio cómplice, con la imposibilidad de cuantificar la "penalización" los fallos cometidos que, además, algunos incluso ajenos a lo exigido en la convocatoria.

Un sistema que te penaliza por lo que no está escrito en sus reglas es un sistema que juega sucio. No es normal que la inmensa mayoría de aspirantes, muchos de ellos brillantes, se queden por el camino con notas irrisorias. No es normal tanto secretismo en las reclamaciones. No es normal que se niegue la visibilidad del baremo corrector. Y, por supuesto, NO ES NORMAL que se niegue una explicación objetiva y cuantificable de la calificación.

Este es un llamamiento a la rebelión pacífica contra un sistema agotado. Exigimos, con la fuerza de nuestra vocación y de nuestro esfuerzo, claridad, transparencia y un respeto incondicional al conocimiento y a la dedicación demostrada. Que esta carta sea el eco de la frustración de muchas y muchos, y el inicio de un cambio que garantice la justicia para quienes, con pasión, aspiramos a ser los pilares de la educación de nuestro país. No nos rendiremos. No dejaremos que nuestro talento se diluya en la opacidad. Atentamente, una opositora.

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